Y llegará el Viernes Santo
con su lúgubre color,
aquel del que hasta la
flor
huyó tan despavorida
porque jamás en esta vida
nadie flor negra encontró.
La marea empujará
hacia el llano de la
suerte
siete espumas mañaneras,
siete rejones de muerte
que por calles y plazuelas
irán buscando el momento
de aligerar la mañana,
y un repicar de campanas
con sus cárdenos sonidos,
reventarán los sentidos
de esta linde Sevillana.
Guadalquivires de cera
correrán por los canales,
y la cal por las haciendas
serán sombras espectrales
cuando en sus paredes
blancas
se refleje la Inocencia...
¡Señor, te pido clemencia!
Que enmudezcan las aceras.
Que las ventanas no
hablen,
y si hablan, que se rompan
en mil trozos sus
cristales.
Que no suenen las
cornetas;
Que los tambores se
callen,
que sólo se oigan los
juncos
allá por los arrozales,
y que el aire Marismeño
en la Marisma se calme,
que un sabor de Pena negra
viene cruzando la calle.
Un sabor de Pena Negra
viene cruzando la calle;
llenándola de quebranto,
haciendo de Negro Azul
los perfiles de su manto,
y de color Azul Negro
el manantial de su llanto.
y de Azul Negro ese
espanto
que se refleja en los frunces
Negro y Azul de su paso
cuando tan Azul y Negro
es el Cielo en Villa
franco...
Azul Negro el perfil de su
madero.
Azul Negra la sangre de
sus venas.
Azul Negro el color del
desconsuelo.
Azul Negra la tarde aunque
serena.
Azul Negro el tono de su
Cielo.
Azul Negra de dolor toda
su pena.
Azul negro el llanto en su
pañuelo.
Azul Negra la noche
Nazarena.
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