UNA REFLEXIÓN
PARA EL DÍA DE LOS DIFUNTOS
Sobre la muerte se llora,
se sufre, incluso se llega al histerismo. Siempre me pregunto: ¿Por qué ese
comportamiento en el ser humano? Máxime, cuando él mismo ha manifestado hasta
la saciedad que, con la muerte se descansa, que con la muerte se pasa a mejor
vida… Entonces: ¿Por qué llorar?
Cuando se intenta buscar la causa real de tales reacciones, el hombre llega a
la conclusión, incoherente para él, pero no menos cierta, de que en una parte
interior de nuestro cuerpo –a la que raras veces prestamos atención- le dicen
algo al oído, un oído que tampoco está fuera, sino dentro, muy dentro, como la
voz que habla: ¡ojalá estés lo suficientemente limpio para cruzar la puerta en
el menor tiempo posible! Pero él no lo entiende o no quiere entenderlo, pues
eso de la limpieza inmediatamente lo relaciona con el trabajo, con el
sacrificio… Evidentemente, ello se convierte en un tema que ya no le interesa.
La muerte no es más que eso, cruzar a otro lugar; sencillamente cruzar una
puerta. A mayor nivel en la evolución Espiritual, menor carga y por
consiguiente menor tiempo de trayecto. Alguna vez me he detenido a reflexionar:
¿esa puerta me conducirá de la vida a la muerte, o de la muerte a la vida?
Paradójicamente, hay una tercera y real versión que, a su vez y por diferencias
celestes, dice que por esa puerta se pasa de la vida a la vida. En esa tríada
de mutaciones que se producen con la muerte, hay que separar debidamente el
comportamiento de cada una de ellas.
Disponemos de tres principios (elementos) que, con la muerte llegan al final de
su etapa (encarnación-reencarnación), actual: El cuerpo físico o químico, que
contiene la mente y cuya desaparición se produce (tras la expiración del
individuo), debido a un proceso de transformación orgánica. El cuerpo de Luz
(Espíritu), cuya protección la recibe del cuerpo químico hasta su fallecimiento
en que lo abandona por su propio impulso. El cuerpo de energía (Alma), bolsa
intrínseca del cuerpo de Luz que, también desaparece con el final de cada etapa
para renacer con cada nueva encarnación, su contenido son los actos positivos
generados por la mente del cuerpo físico y con los que el Espíritu se fue
enriqueciendo. Este tema dada su complejidad, será motivo parcial de una
próxima obra en la cual se le dará el tratamiento que en profundidad se merece.
Si decir del Espíritu que no existe su muerte, aunque sí su despersonificación
(anulación de la personalidad real), en muchos de los casos, nuestro “Yo” real
e inmortal, ya que el otro, el de fuera es totalmente efímero, una envoltura,
un adorno al que ni siquiera cuidamos, en cambio dedicamos un casi infinito
número de horas a otros menesteres porque hemos de estar presentables…
Cuidemos pues de adecentar nuestro cuerpo; vistámoslo con esa ropa impecablemente
Blanca que se llama Amor, y permitamos que a través de nuestra piel se filtren
los rayos de esa hermosa Luz desconocida que embellecerá y hará resplandecer
una forma de vida real, aunque muchos no quieran o no consigan verla diferente.
De esta manera y con la
Pureza que si queremos nos puede envolver, podremos comprobar fácilmente que
cuando llega la muerte, sólo viene a anunciarnos el camino hacia un nuevo
estado de preparación para un nuevo renacer…
“La muerte para el hombre, no es más que el
fantasma de su propia ignorancia”.
“La muerte para Dios, es la necesidad
imperiosa y justa para el reciclaje continuo de su propia Obra”.
El haber sido elegido
Para cumplir la misión
Del verdugo…!
Versículo de mi libro AL PONERSE EL SOL
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