MIENTRAS
REGRESA
Recordando el susurro del agua al correr,
aleteando
sus espumas como palomas
de veleta a
la brisa que mece
el ardor de
alcanzar tan sólo el final.
Sangre que
deja marca en el ritmo
de sus
pisadas añorantes
por
sierras, y llanos, y simas.
Y más allá
del mar
que ni
siquiera puede ver una mirada.
Sentir el
volcán
estallando
dentro de su pecho.
La permuta
del entorno,
la búsqueda
del espacio más corto.
Su vida:
sudor y dolor…
Seguro de
sí, piensa: ni los aires,
ni los
vientos, ni las aguas
con sus
mareas…
Ni tan
siquiera la tierna sonrisa
que el niño
dejara escapar...
Tampoco la
invernada;
ni la
célula viva
de una
familia en reunión cordial
podrán
sumirles en lejanos lugares.
Aunque bien
abonado,
se queda el
lugar en mísero,
sin
significancia de valores.
Y muere
cada momento
porque no
se ve el sol
aunque esté
ahí como cada mañana,
o como cada
atardecer.
Y en la
diamantina noche,
no puede ni
debe cambiar
sus
fulgores flameantes.
No, no
puede comprarse
un estuche
de felicidad;
ni un
bombón de revuelos y risas,
ni tan
siquiera un trozo de amor
envuelto en
adornado celofán.
Regresar,
abandonar este paraje
para
intentar hallar la tierra,
y descansar
sobre sus piedras.
Ahí está,
volando senderos...
Hundiéndose
en los soles,
y
bebiéndose las lunas,
hirviéndole
la sangre, única ayuda.
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