CRISOPEYA
La constitución, elaboración y posterior destrucción de los cuerpos; la restitución de la naturaleza corpórea, la separación del espíritu del cuerpo y la fijación de este en aquél, no es en modo alguno un procedimiento casual, sino causal y perfecto, tanto en los duros minerales, como en la húmedas plantas, o en los animales fueren o no racionales.
En
esta transformación de la Naturaleza rige la Luna y el inexistente e
inexacto tiempo.
Necesitamos
pues, ineludiblemente, un Matraz, un Matraz de angosto cuello y
exuberante panza.
“Estaba yo dentro del Matraz, en la panza. Pasó tan cerca que casi me rozó. Era un arrogante jinete sobre un poderoso caballo Negro. Su vestidura era Blanca, tan Blanca que deslumbraba, y su escudo y lanza de un Rojo fuerte. Y todo el conjunto cabalgando sobre su también Roja montura.
Empezó
a subir por la escalera, la de los siete grandes escalones; le
costaba trabajo, tanto que daba la sensación que bajaba más que
subía.
Comencé
a correr con todas mis fuerzas para tratar de alcanzarlo; le quise
advertir del peligro que corría si empezaba a subir sin saber a
dónde llevaba. Me paré. Pensé que yo tampoco sabía a dónde iba.
El
caballero subía después de no sé cuánto tiempo. Por fin había
podido llegar hasta el primer escalón. No lo distinguí bien, pero
casi vi que caballo, caballero y escudo habían, aunque suave y
levemente, cambiado de color.
Ahora
el caballo Negro no me pareció tan Negro; las vestiduras blancas
estaban, si cabe, aún más blancas, y la impedimenta unida a la
montura habían tornado su color Rojo intenso por un rosado, como la
Rosa que florece en Primavera.
Corrí
con todos mis fuerzas con ánimo de advertir a aquel desconocido de
lo que había al final de la escalera, y no sé por qué porque ya
dije antes que yo tampoco sabía que podía haber allí.
Una
gran puerta Negra, muy Negra y grande, muy grande que me pareció muy
antigua se cruzó en mi camino. Me detuve tan rápidamente que casi
caigo de bruces sobre un piso sin suelo. Miré hacia arriba y no vi
más que negrura. Todo había desaparecido: escalera, caballo,
caballero, y ante mí, la enorme puerta Negra.
No
sé cuánto tiempo estuve allí. De pronto la puerta empezó a girar
sobre sí misma y me dejó ver un interior tan Negro como ella. Sentí
miedo, pero obedeciendo a un extraño impulso penetré hacia ese
interior Negro sin tener conciencia de que este principio podía ser
el final”.
-
Hola. -Me saludó una figura azulada que allí se encontraba.
“No
sé si era hombre o mujer, o más bien un ser extraño que no había
visto jamás. Un ser semihumano, semianimal, semivegetal me miró con
ojos viejos, rojos, fuertes y encendidos como ascuas.
Empecé
a temblar. El sudor invadía todo mi cuerpo. Aquel ser extraño, sin
humanidad y sin animalidad, me indicó que le siguiera. Con paso
temblón y sin saber lo que hacía fui detrás de él.
Todo
eran tinieblas, como las tinieblas cuando están en tinieblas. Me
perdí, corrí como siempre, temblando y allí estaba el ser azulado.
No
andaba, estaba quieto, siempre en el mismo sitio. Corrí hasta que
mis fuerzas se agotaron y no pude alcanzarlo. Caí extenuado a un
suelo sin suelo; los ojos se me cerraron en un sueño de angustia y
cansancio, lleno de temor y pánico.
El
ser azulado seguía allí, también en mi sueño, también en mi
sopor. Me indicaba otra vez con un fuerte ademán que le siguiera. No
puedo, estoy agotado, lleno de sopor y sueño, lleno de angustia y
cansancio, lleno de temor y pánico.
Él
seguía allí, llamándome. De nuevo el sueño se convirtió, no sé
si de pronto en día o en años, en un sueño profundo del que no
pude despertar.
Estaba
en mi Matraz, en la panza. Intenté subir por el angosto cuello, para
poder escapar de allí. Lo intenté una y otra vez, pero no pude.
Dejé
de insistir. Supe que no se trataba de una evasión. Lo que estaba
intentando era escapar de mi mismo, cosa imposible en esta
Naturaleza.
Aprendí
que en vez de escapar tengo que convertirme en mi mismo.
En
la transformación de la naturaleza, de mi Naturaleza, rige la Luna y
el inexistente e inexacto tiempo.
Necesitamos
un Matraz para...
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