LA
CALLE DEL INFIERNO
Para esta Feria 2015 que está a punto de comenzar aunque para muchos ya habrá empezado, dedicaremos nuestro artículo a la "Calle del Infierno".
Quizás
por el contraste que, desde sus comienzos, ha tenido el Parque de
Atracciones de la Feria de Abril Sevillana con lo que, con toda
propiedad y en nuestro fuero interno algunos llaman el “Recinto de
la Gloria” , a lo mejor, digo por ello, que también desde siempre
se le ha llamado “Calle del Infierno”.
Un
“Infierno” gozoso, sin duda alguna. Un lugar de la fiesta donde
predomina la algarabía de los más pequeños, y menos pequeños, el
estridente sonido de la sirena del “Tío Vivo” , los “Coches de
choque” y ese largo etc., que inician sus locas marchas o se
retienen en bruscos frenazos para que los que van montados en ellos
lancen al cielo de Sevilla los gritos de un pánico buscado
expresamente, o los alaridos de satisfacción porque ya ha terminado
un episodio de miedo artificial que le ha sido facilitado, en la
“Calle del Infierno”, a cambio de unas pocas monedas que ahora se
llaman euros.
Buscando
la reseña objetiva, cabe destacar que nuestro Parque de Atracciones
puede que sea uno de los más grandes del planeta, dentro de su
condición de efímero. En los últimos años se ha cuidado, hasta
mimar el detalle, toda la infraestructura de servicios de agua, luz y
alcantarillado y, en este 2015, nos sorprende de nuevo con una oferta
de más de Quinientas cincuenta atracciones distintas que van desde
la gran actividad de masas, hasta el humilde tenderete donde por una
moneda te dan un pequeño lío de papel y en cuyo interior de ofrecen
la seguridad de un regalo sorpresa.
De
aquellas más que entrañables “calesitas” de antaño pobladas de
románticos caballitos de cartón pintados con purpurina, que todavía
existen, hasta estas maravillas de la técnica, el equilibrio
increíble y la oferta de la máxima excitación, hemos pasado
muchas páginas. Pero las grandes atracciones no han conseguido
desbancar a la tradicional. Porque eso, en Sevilla, es imposible,
aunque justo es reconocer el que sí desaparecieron aquellas
divertidas barquitas con frenada mediante palanca manual.
Y
ahí tienen, por ejemplo, el Circo. Con los niños de ahora que
llevan puesta la misma mirada de siempre, la misma cara de ir a
descubrir un mundo nuevo, los mismo ojos que los mayores que los
llevan ponían cuando, hace ya quizás demasiados años, iban, a su
vez de la mano de alguien que, a buen seguro, sigue vivo en la
memoria.
Un
año más la “Calle del Infierno” de la feria de Abril va a
comenzar a vivir, si es que ya no lleva varias horas haciéndolo. Una
vida que la hace estar en continuo movimiento desde la mañana hasta
bien entrada la madrugada y si el tiempo acompaña, hasta quien sabe
si recibirá los primeros rayos del Sol del día siguiente. La
mañana, principalmente, para los niños, la tarde y en adelante para
los demás, jóvenes y gente ya metida en años, amantes del
entusiasmado peligro. Que más de uno se sorprendería si vieran
algunas de las edades que a ciertas horas andan subidos por esos
artefactos -que diría mi abuela Rosa- de lo más escalofriante.
Porque
eso, y no otra cosa es, al fin y al cabo, el Parque de Atracciones,
un conjunto de “cacharritos” como siempre fuera conocido.
“Cacharritos y calesitas”, con las más variadas evocaciones, con
nombres, e incluso apellidos: “El Látigo Fernán o el Pérez” que
con su ingenua peligrosidad nos inició a más de uno en esto de las
“locuras de la Feria”.
Quizás
sea bueno dedicar una palabras en homenaje a cuantos se quieran
sentir incluidos en esa categoría de feriantes. Los propietarios y
trabajadores de la “Calle del Infierno”. Los que, en una continua
peregrinación, recalan en Sevilla coincidiendo con la Primavera.
Los que cuando llegado Abril, nos ofrecen una fantasía nueva aunque
para algunos ya conocida, que más da. Los que nos permiten, a cambio
de poco, aunque ya no es tan poco, un puñado de risas, y grititos,
pasar mucho miedo o ganar algún que otro peluche para la novia, la
mujer, o para el hijo pequeño, porque a la madre-abuela que se quedó ya en
casa por la edad, esa siempre tendrá asegurado su tabletita de
turrón tierno.
El miedo perdido desde pequeño
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