Mi muy amada Triana:
Hoy es el día de la Madre,
y tu lo eres Triana, por eso lo he dedicado a pasearte por mis
recuerdos. Después de una reflexión obligada, me he preguntado:
¿Qué están haciendo contigo? Dañada veo tu alma de años
encontrados frente a siglos de deseos. Morada mágica, preñada de
misterios que te van convirtiendo sin que algunos se den cuenta en
infausta figura de cuanto fuiste; y no tienes más que fijarte en las
relaciones humanas que ahora se tienen, en tus calles, en los
edificios con los que obligan a vestir tu bellísima morfología
urbanística.
¿Dónde están tus Carmen?
Aquellas de inmaculado delantal, de críos a horcajadas sobre la
hermosa redondez de tus caderas; las del largo y negro pelo, tan
lleno de azabache como la noche que vivieron tus hombres al calor
amargo de sus desdichas; las del moño terso como su hambre, pero
bellamente adornado con la exuberancia de una moña de jazmines.
¡Jazmines! Gritaba yo en
mi infantil necesidad de buscar aquella “perra gorda” que se nos
escurrió por entre los dedos cuando la máquina del progreso comenzó
su infernal y recién descubierta tirada... ¡jazmines! Pregonaban
mis jóvenes anhelos al cálido airecillo del agosteño mes de mis
tiernas tribulaciones que, a veces convertidas en húmedo paño,
servían para cubrir sobre bandeja de cansado Sol, el tesoro Blanco y
a medio abrir de las florecillas párvulas de mis ensueños.
¿ Dónde aquellas tus
noches bajo el titilar alegre de tu tipismo? Las de las manos asidas
a un búcaro “Rufino o Justino”, del que tal vez se derramara
todo un caudal de refrescantes sonrisas a la sombra luminosa de una
embriagadora Soleá Alfarera o Zurraqueña, que quien sabe si fue
aquella que se cambió de vestido, para desde entonces asistir al
triste y esperado momento de un aviso deshumanizado, en el atardecer
de cualquiera de nuestros días, ante lo aprensivo de una inseguridad
manifiesta.
¡ Ay, mi adorada Triana!
Que sóla se quedan tus aceras en esas horas en las que antaño tus
gentes caminaban hacia aquellos cines de Verano, y en cambio, ahora,
lo hacen buscando el refugio de los nuevos y extraños hogares para
esperar en ello un nostálgico y lento despertar de otras lunas...
¿Dónde aquel pasear sublime? Aquel tan lleno de encantos, y el
sortilegio embriagador de los nardos entre las barandas de tus
azoteas, como cautivos de una zapata de ondinas, reflejos de la cal y
el viejo cobre en vidriado espejo de tu río, entonces ausencia de
miedos y recelos. A veces me pregunto, si todo fue debido al sopor o
la algarabía de una tarde inmensa del inmenso Julio....
¡ Oh Triana, mi Triana! Mi
amor por ti hace posible la hermosa visión. Te veo, como en épocas
pasadas. Henchida por la luz, el color y el gozo, la alegría de los
albures saltando sobre el hechizo de tu sentimiento, el alborozo de
tus gentes aliviadas por unos nuevos aires, ante el sofoco propio del
estío; el regocijo de tus chiquillos viviendo la antigua travesura
de la subida furtiva en aquellas traseras de los coches de caballos,
cuyo tintineo cascabelero estoy seguro se volverá a sentir por el
paso gracioso del sueño de una siesta, un hermoso corcel con las
crines doradas, reflejos de fulgores sobre la azulejería secular de
la Capillita del Carmen.
Hay mucho más ¡Oh Triana!
Porque llegará la noche, despertará la Luna y rutilantes las
estrellas, de nuevo le guiñarán a los lunares de fino junco. Los
cantes ecualizarán con sus cadencias el ambiente allá por el
Zurraque, trayendo su aire para fundirse y confundirse con sus
hermanos de las cabas en el fogoso crisol de otra clase de fragua,
corazón de tierra noble por cuyas venas, remozado manantial, correrá
la gracia para de nuevo desparramarse sobre las fértiles carnes de
tu inigualable naturaleza.
Ahora ya está la Luna muy
alta. Muy arriba... ¡Shisss, silencio! Ahora, el Corral, duerme
entre los brazos de su río, solo, como isla perdida en el tiempo,
pero que una vez más será encontrada únicamente por su gente...
¡Shisss, silencio! Que nadie lo despierte, al menos hasta mañana;
hasta esa mañana a lomos de cuyo amanecer llegará el trinar de sus
gorriones, que se mezclará con la temprana protesta de la corralera
de siempre, cuando los ve comenzando un bullicioso y anárquico
jugueteo entre clavellinas y geranios.
¡Ojalá! Ese amanecer
llegue trayendo a empujones la mañana, nuestra mañana y con ella
una nueva manera de ser, una nueva forma de comportamiento en todos
los órdenes, la nueva y esperada configuración que seguirá
curtiendo el perfil auténtico de aquél que nació de ti, que vivió
en ti y además lo hizo por ti y para ti.
Por hoy me despido de ti,
Triana, pero sabes muy bien que mi amor lo tendrás siempre en ese
fluido del que se alimenta cada uno de tus hermosos destellos. Te ama
y te amará siempre, tu incondicional.
Santiago Martín
Preciosa esta carta y no había caido en ella. Se nota cuanto has querido a tu barrio Santiago.
ResponderEliminarRamón. Felicidades y a ver si pronto tenemos otra.