PARA
EL CAMINAR
Hay
Rocío de mañanas,
como
Rocío de tardes
y
también de madrugadas,
que
vuelven a ser Rocío
con
el despertar del Alba,
cuando
aun quedan rescoldos
en
las candelas del alma.
Un
Rocío de mañanas,
cuando
hierven los pucheros
de
la gente de Triana
con
el café que da vida,
porque
se hace en las ascuas
que
la dejan florecidas
y
prestas para la tarde
donde
el Rocío es el tronco
que
en la madrugada arde.
¡Boyero,
anda despacio!
Que
aun nos queda camino
hasta
llegar a Palacio.
De
nuevo llegó la tarde,
y
en ella, desmesurada,
el
reflejo de ese broche,
fulgor
que aquella mañana
preparaste
por la noche
y
quemaste en madrugada.
Yo
nunca hice el camino
le
dije a mi amigo Diego,
mas
puedo ser Peregrino,
solo,
como Juan el ciego
que
es capaz sin desatino
de
caminar como un lego
que
hace grandes caminos.
Para
andar hacia el Rocío
yo
no necesito arenas,
ni caballo, ni “charré”,
ni
vestido, ni carreta
donde
algún desaprensivo
se
echa a dormir la siesta;
Como
tampoco los pinos
aunque
tengan sombra fresca,
ni
esa botella de vino
que
hay que tener en cuenta
porque
si está en el olvido
no
está completa la fiesta;
Ni
un cante con los amigos,
ni
el calor de la candela,
me
basta con mi Rocío,
Ésa
Virgen Marismeña
que
se asoma a mis sentidos
cuando
mis sentidos sueñan.
Rocío,
eres Rocío
de
mañanas abrileñas,
cuando
todo escalofríos
en
Mayo Tú te despeñas
en
mi adentro hecha quejío,
y
en esa hondura me enseñas
lo
profundo del Rocío.
Te
estoy queriendo Rocío,
desde
aquí, sin conocerte,
porque
sin ser conocido,
ni
nunca haberte vivido
lo
mio es también quererte.
Y
a aquél que te ha conocido
porque
contigo ha vivido,
y
llega por Ti a la muerte,
a
ese Romero le digo:
¡Qué
suerte tienes, que suerte!
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