BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO
(4º Centenario de su
nacimiento)
La primera noticia que se
tiene acerca de la vida de éste Genial Pintor, la proporciona su partida de
bautismo, la cual está fechada el día 1 de Enero de 1618, según consta en el
archivo de la antigua parroquia de Santa María Magdalena en Sevilla.
Este dato nos mueve a
situar el nacimiento del futuro Artista en los últimos días del mes de
Diciembre de 1617, teniendo en cuenta sobre todo que en aquella época los niños
eran bautizados en los días inmediatos a su nacimiento. Murillo fallecería el
día 3 de Abril de 1682 tras caer de un
andamio mientras pintaba en su taller el retablo del Convento de los Capuchinos
de Cádiz. Sería enterrado en la Iglesia de Santa Cruz.
Era hijo de Gaspar Esteban
y María Pérez Murillo, la cual procedía de una familia de plateros, y contando
entre sus pariente con algún Pintor. El matrimonio vería culminar con este
nacimiento el proceso de una prolífica descendencia. Bartolomé, sería el último
de catorce hermanos. Aquí queda claro que el Pintor utilizó para denominar su
nombre artístico el segundo apellido de su madre, siguiendo la amplia libertad
de aquella época para este tipo de usos.
Su padre, fue un hombre de
discreta fortuna, de oficio Barbero-Cirujano y Sangrador y al que en ocasiones
se le daba el tratamiento de Bachiller, y que en un documento de 1607 se dice
que poseía varias casas adosadas a la puerta del Convento de San Pablo. Su
bonanza económica le permitió mantener sin problemas a tan numerosa prole, la
cual daría a su hogar una más que animada vitalidad en la que el niño
Bartolomé, crecería apaciblemente hasta que cumplió los diez años de edad.
La muerte de su padre
acaecida en 1627 y la de su madre un año después truncaría su tranquila
existencia, en orfandad, motivo este por el que pasó a ser tutelado por Juan
Agustín de Lagares, marido de una de sus hermanas mayores llamada Ana, y a
tener que compartir un hogar diferente con los hijos de este matrimonio.
Nada se sabe de las
circunstancia de la vida del joven Bartolomé en su nueva familia, pero no
debieron de ser nada adversas, ya que cuando su cuñado redactó su testamento en
el año 1656 le nombró Albacea de lo que se deduce que sus relaciones serían de
mutuo afecto.
De la infancia y juventud
de Murillo se sabe muy poco, porque no hay datos documentales referidos a esta
época. Únicamente en 1633 encontramos una referencia de interés que informa que
cuando tan sólo contaba quince años estuvo a punto de embarcar hacia América,
sin embargo, el viaje no llegaría a realizarse.
Hacia 1635 Murillo debió
iniciar su aprendizaje como Pintor, debió ser probablemente con Juan del
Castillo –se desconocen los datos acerca de su nacimiento-, pero se tienen
noticias de que estaba casado con una prima suya. Este leve vínculo familiar
sería razón más que suficiente para entablar esa relación laboral y artística
que se habría de prolongar durante seis años, como era habitual en aquella
época.
Nada más sabemos de los
años juveniles de Murillo, aunque se ha hablado de cómo en el año 1642
realizaría un viaje a Madrid, y del cual se desprende que, al parecer, tuvo
trato con el también sevillano Diego Velázquez –dieciocho años mayor que él-, y
donde planeó hacer un viaje a Italia. No obstante estas noticias nunca pudieron
ser confirmadas, por lo que hemos de esperar hasta 1645 para disponer de un
dato fundamental en la vida del Artista. Sería este año de 1645 cuando
recibiera su primer encargo: Un lote de 13 lienzos destinados al Claustro de la Real Basílica de San Francisco
el Grande, en Madrid y que fuera fundado en el siglo XIII.
Con veintisiete años de
edad, Murillo contraería matrimonio con Beatriz de Cabrera en la Iglesia de la
Magdalena. Al ser ambos contrayentes vecinos de la misma Collación, es muy
posible que ambas familias se conocieran desde muchos años antes.
Heredero de la casa en que
naciera, el matrimonio disfrutó de una trayectoria apacible y una buena
situación económica, además de una prolífica descendencia, ya que existen
testimonios documentales que señalan que al menos tuvieron diez hijos.
Las noticias que
proporciona la documentación nos muestran cómo el joven Artista emprendería una
brillante carrera que progresivamente le fue convirtiendo en el Pintor más
famoso y cotizado de la ciudad. El único viaje del que se tiene constancia que
realizara Murillo se documenta en 1658 año en el que estuvo en Madrid. Se
desconoce el motivo del traslado, y la duración de este, no obstante puede
pensarse que en la Corte mantuvo contactos con los diferentes pintores
sevillanos que allí residían, como era el caso del citado Diego Velázquez,
Francisco de Zurbarán y Alonso Cano, así como con otros pintores madrileños. Es
muy probable igualmente que en esta estancia en Madrid, Murillo tuviera acceso
a la colección de pinturas del Palacio Real, y que constituía un magnífico tema
de estudio para todos aquellos artistas que pasaban por la Corte. Lo cierto es
que este viaje no debió durar más que algunos meses, ya que a finales del
citado 1658 se tienen noticias de que Murillo se encuentra de nuevo en Sevilla.
No son muy indicativas las
referencias documentales que ilustran la vida de este genial Artista en sus
años de madurez, ya que tan sólo aparecen datos que testimonian diferentes
cambios de domicilio y que nos lo muestran sucesivamente viviendo en las
collaciones de la Magdalena, San Isidoro, San Nicolás o el barrio Santa Cruz,
en el cual hoy se puede visitar su Casa Museo.
Tanto los buenos ingresos
que obtenía por sus pinturas, como las rentas que le proporcionaban los
alquileres de las casas que poseía, le permitían mantener un alto nivel de
vida, tener varios aprendices, así como tres criados incluida una esclava. El
paso de los años y su fama hacen que se convierta en el primer Pintor de la
ciudad y como consecuencia de ello el que mejores contratos obtenía, tanto con
instituciones religiosas como con personajes civiles, por lo que muy pronto
hubieron pinturas de su autoría en las principales iglesias y conventos
sevillanos así como en las más nobles mansiones de la ciudad.
El haberse convertido en
el primer Pintor de la ciudad, superando en fama incluso a Francisco de
Zurbarán, movió su voluntad de elevar el nivel expresivo y técnico de su propia
Pintura. Por ello en 1660 decidió, junto con Francisco de Herrera el Mozo,
fundar una academia de Pintura en que los artistas pudiesen ejercitarse y
perfeccionar sus recursos técnicos. Esta academia tuvo en Murillo a su
principal promotor, su primer presidente y su más entusiasta impulsor.
Un acontecimiento
decisivo, el fallecimiento de su esposa en 1663 circunstancia que dejó solo al
Pintor en compañía de cuatro de sus hijos que habían sobrevivido. En esta
situación es normal que el artista hubiese pensado en volver a contraer
matrimonio, aunque no volvió a buscar una nueva esposa, permaneciendo viudo el
resto de su existencia; por otra parte, sus hijos fueron abandonando
progresivamente el hogar, por lo que en la última época de Murillo vivió
solamente en compañía de Gaspar Esteban y de sus criados.
Mientras tanto, su fama
era tal que traspasaría los límites de la ciudad de Sevilla, extendiéndose por todo el territorio nacional,
y fuera de sus fronteras.
Existe una referencia,
facilitada por Antonio Palomino, biógrafo de los pintores españoles, que indica
que hacia 1670 el rey de España, Carlos II, ofreció a Murillo la posibilidad de
trasladarse a Madrid para trabajar allí como Pintor de la Corte. No sabemos con
exactitud si tal referencia es cierta, pero el hecho es que Murillo permaneció
en Sevilla hasta el final de su vida. Y este final aconteció en 1682 cuando
vivía en el que fue su último domicilio en la Collación de Santa Cruz.
A pesar de haber sido
hombre famoso, son muy escasos los documentos y referencias que nos hablan de
Murillo. La mayor parte de los datos que conocemos referentes a su personalidad
nos los proporciona Palomino, cuando menciona que la eminencia del arte de
Murillo como Pintor fue principalmente debido a las dotes de su naturaleza, de
buena persona y de amable trato, humilde y modesto.
Estas leves referencias
concuerdan perfectamente con la fisonomía que evidencian los dos autorretratos
que Murillo realizó, uno en edad juvenil y otro ya en su madurez, en ambos
puede constatarse que fue persona inteligente y despierta, dotado de una
profundidad intelectual que le permitió traducir en Pintura el Universo
religioso y el ámbito social que le envolvía con serena amabilidad y pausada
percepción; sosiego y bondad parecen ser virtudes que emanaron de su
temperamento, las cuales, unidas a una notoria sensibilidad artística, le
permitieron ser perfecto intérprete de los ideales religiosos y sociales de su
época.
En las últimas décadas del
siglo XVII la Pintura amable y sosegada de Murillo, con sus modelos de vírgenes
y santos impregnados de una sentimentalidad dulce y delicada, se impuso en
Sevilla a la más decididamente barroca y de tintes dramáticos de Valdés Leal,
llenando con su influjo buena parte de la Pintura sevillana de la centuria
siguiente.
Se trata, sin embargo, de
una influencia superficial, centrada en
la imitación de modelos y composiciones, sin alcanzar ninguno de sus seguidores
el dominio del dibujo ligero y suelto ni la luminosidad y transparencia del
color propias del Maestro.
De los discípulos directos
el mejor conocido y más cercano sería el sevillano Francisco Meneses Osorio,
que completaría el trabajo iniciado por Murillo en el retablo de los capuchinos
de Cádiz.
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ResponderEliminarNo veo un pijo, he borrado mi anterior comentario porque no ví bien que te reerías al 4º aniversario, (lo que ví fue 4 aniversario), que habías tenido un lapsus, vamos), y es una menda que no ve tres en un burro, jaaaaaaa...
EliminarMagnifico y arduo trabajo.Un abrazete.
La tenía preparada y no sé por qué se me a atrasado, pero bueno ahí está. Enga al Oculista, mientras tanto un abracillo al Óleo.
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