Yo me bañé en la sonrisa
del Niño que lleva en brazos;
y la llené de caricias
al sentirme salesiano;
y la llamé Auxiliadora
como ellos me enseñaron;
y rendido ante sus plantas
mis ojos se desbordaron.
De besos cubrí su Trono,
cuando no medía dos palmos,
más tarde, ya de mayor,
aún lo sigo besando.
Cuántas tardes frente a frente
pasábamos sin hablarnos;
cuánto Amor en su silencio,
cuánta Verdad en sus labios…
Al Niño le dije un día:
¡Anda, échame una mano
que tengo problema gordo
y no sé solucionarlo!
Y mirando hacia su Madre,
Auxilio de los cristianos,
se entrecruzaron caricias
que al mismo aire endulzaron.
Todo quedó allí resuelto,
todo allí solucionado,
cómo podría Auxiliadora
apartarme de tu lado.
la que brindas a Triana,
que ya no me cabe duda
lo que a mí me comentaran:
“No es que sea diferente,
ni sea como las demás,
pero sí, pasado el Puente,
se tuvo hasta que sentar”.
Mi Señora Auxiliadora;
mi Auxiliadora Bendita.
¡Qué me gusta que Triana
te llame “La Sentaita”!
Poema fragmento de mi Pregón de las Glorias de María.
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Amigo Santiago, que al llegar la fiesta salesiana de su “Auxiliadora”, como vecino y comunicador de sus glorias, era lógico que tu poética pluma, nos situase en la senda de la Patrona de cuantos tuvieron una educación junto a ella y de otros que supieron, “rendirle a sus plantas”, su devoción más personal.
ResponderEliminarAhora cuando estamos en el otoño de la vida, solo podemos exclamar; “En las horas de lucha/ sé mi consuelo,/ y al dejar esta vida/ llévame al cielo”.
Bonitas palabras amigo, pero, yo ya estoy en el cielo con amigos como vosotros...
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