Desde esa Era en la que el hombre empleaba ladrillos secados
al Sol, y hasta nuestro siglo XX, en su
plenitud de éxitos a todos los niveles: científicos, artísticos, literarios
etc., el hombre continúa con su modo original de modelar el ladrillo, si bien
después de secado al Sol, comenzaría con el empleo del horno para cocerlo.
Ya había el hombre comenzado a construir hogares cuando
descubre el arte de usar el fuego para cocer ladrillos al haberlo usado en
menor proporción en sus trabajos de Alfarería.
El ladrillo presentó en su secado al Sol un problema grave
para los países húmedos, y no se pudo utilizar óptimamente por carecer de los
elementos necesarios para resistir la humedad.
Civilizaciones primitivas de Oriente Medio, fueron las que en
mayor cantidad y calidad usaron la Artesanía Ladrillera, pues no solamente
llegaron a construir los más grandes edificios de la época, sino que tratando
siempre de avanzar, consiguieron
fabricar un ladrillo vidriado para que sirviera de adorno.
También los egipcios de Heliópolis y los griegos atenienses
hicieron uso de este conocimiento artesanal aunque en menor medida.
Los
indios más antiguos de México y Perú también usaron con destreza el ladrillo
secado al Sol.
Antes de que los romanos nos hicieran llegar los
conocimientos que poseían en la manufactura del ladrillo, ellos habían hecho
tal utilidad del mismo que fue su material básico para la construcción de
bellos y grandiosos edificios, y no sólo lo prefirieron visto, sino que
encontraron en él unas cualidades que hasta llegaron a revestirlo de de mármol.
En Génesis se hace referencia al ladrillo cocido cuando se
dice que los descendientes de Noé consiguieron levantar una gran torre usando
ladrillos cocidos, aunque no tan alta como se habían propuesto.
Uno de los primeros países de la Europa Septentrional a donde
llegó la artesanía del ladrillo cocido sería a la Gran Bretaña.
Se conocen, principalmente, el ladrillo refractario, el cual
está pensado para soportar temperaturas muy elevadas, como también el ladrillo
de construcción aunque este es más conocido por su extensa utilidad universal.
Hasta aquí y de forma condensada se comenta lo histórico de
esta triste, desgraciada y a veces mal interpretada pero siempre mal pagada
artesanía y sacrificada obra como es la creación de un simple ladrillo, y sin
la cual aún en nuestros días seguiríamos condenados a vivir sobre
construcciones realizadas con los productos del árbol entre otros materiales
naturales como pudiera ser la piedra.
Es la vivencia de un Ladrillar, Tejar o Alfar, durante unas
horas la que sacude al curioso y dignifica al Artesano. Un hombre por regla
general maduro ya que al no subvencionarse en parte el aprendizaje, y no poder
pagar prácticamente a quien en sus principios no da beneficios, no se ven
jóvenes.
En uno de estos ladrillares (pronto desaparecer porque se está cayendo aún a
pesar de los apuntalamientos), entré una mañana temprano con motivo de tomar
las notas necesarias, vita a la Conferencia que se me había ofrecido el Ateneo
Popular Hispalense. Gente agradable y amable, donde las haya, y que arrancándole
el nombre al planeta, hacían un verdadero montón, el cual mezclado debidamente
con agua se convertía en un ingente barrizal.
Ya una vez formado el barro o la “Pella2 (según el argot), en
un gran montón, y mientras otro miembro de la cuadrilla, va alisando con
listones de madera el terreno sobre el que se hará el ladrillo, el “Pilero” con
sus propios brazos y manos, como si de acunar a su hijo se tratara, irá “Embolsando”
el barro y pasándolo a un carro con el cual lo transportará hasta el lugar de
fabricación. Allí el “Cortador” valiéndose sólo de la “Aguadera” (vasija de
barro con agua para ir rociando el terreno a la par que tener sus manos siempre
mojadas), siguiendo, tomará la “Gavera”
(plantilla de madera con un cabo y en forma rectangular, doble en su formato
con el único fin de realizar dos piezas en lugar de una, y en medidas siempre
en razón del encargo, ya que existen varias en este tipo de ladrillo de taco
con el que yo me estaba deleitando aquella mañana). Así pude contemplar cómo
sus manos y su incomoda forma agachada constantemente irá tomando cantidades de
barro que, al ser depositadas en el molde, alisadas con las manos y cortando la
cantidad sobrante, levantará la “Gavera” quedando sobre el suelo dos masas
uniformes de barro blando y cuyo nombre comienza desde entonces a llamarse
“Ladrillo”.
Una vez cubierto el periodo de tiempo necesario, los
ladrillos pasarán a manos del “Canteador”, el cual procederá a cantearlos, y
cuya finalidad es la colocación de los mismos, sobre un terreno previamente
liso y en orientación ideal, de forma que puedan recibir el Sol y producir un
secado más efectivo, observándose en el “Canteado” dibujos y formas tan bellas
como originales y curiosas.
Cuando el periodo del secado al Sol ha concluido según
estimación del Encargado de tal menester, cosa que unas veces dura más que
otras por problemas climatológicos, se cargan en hileras de diez o doce
unidades sobre el hombro, así como utilizando un carro de madera, ambos
sistemas se emplean para su transporte al “Cocedero” (parte superior y enrejillada
del Horno) para proceder al natural cocido a fuego de las pilas de ladrillos
allí agrupadas.
Una vez concluida la tarea del “Apilador”, se procederá al
encendido del Horno el cual ya prendido comenzará a devorar cuanto le echen en
su bocaza hambrienta, y es asombroso observar cómo lo mismo se traga unas
puertas, un lote de neumáticos que una serie de bancos, o la corona de un
púlpito de una Iglesia Parroquial y desde el cual es posible que en tiempos no
muy lejanos se citara aquello bíblico de: “Comerás el pan con el sudor de tu
frente”, Yo doy fe de cómo sudan estos hombres a un metro de la boca del Horno,
una boca que, cuando la vi tragar aquel trozo de púlpito, me recordó así mismo
las muchas veces que escuché desde su atalaya: Si no eres bueno arderás en el
infierno…”
Como he dicho anteriormente, he vivido unas horas en un
Ladrillar, y sólo puedo decir que si en el mundo hay quien se gane el pan con
el sudor de su frente, y con un único auxilio como es un botijo, esos son: el
“Pilero”, el “Cortador”, el “Canteador”, el “Apilador” y el “Cocedor”.
Artesanos antiguos, puros y nobles que
en Triana (Sevilla), y a orillas de su Guadalquivir ofrecieron en el siglo XII
al Califa Almohade Abu-Yacub, la oportunidad de haber quedado como hombre
notabilísimo. Pero donde alcanza su más excelso esplendor y sentido artístico
la Arquitectura Musulmana Sevillana de la mano de la artesanía Ladrillera, es
cuando en un Ladrillar llamado de Romaicq y sito en la margen izquierda del
antiguo y conocido Betis Hispalensis se suministrarían los ladrillos para la
construcción de la torre Alminar de la Mezquita aljama (mayor), obra del Arquitecto Ahmad Aben-Baso y el Alarife
Alí de Gomara, y que hoy es conocida universalmente como la Giralda de Sevilla.
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Magnífica publicación Santiago, es para tomar nota de lo que era antiguamente Triana, esto es Texto puro y duro. Creo que más de uno debería aprender de estos conocimientos que estoy seguro que los hay. Alberto.
ResponderEliminar¡Viva la Enciclopedia Trianera que eres, Santiago!
EliminarSi digo algo más lo estropeo.
Enga, un abracete.
Otro para ti "taitantos" tú si que eres demasiado...
ResponderEliminarPrometo que a partir de ahora miraré un ladrillo con todo el respeto del mundo por lo prolijo que es su ejecución y por el servicio enorme que nos da. Nosé que sería de nosotros si no existiera. un abracete como los de Franconetti.
ResponderEliminarVerdaderamente hay que darse cuenta de cuánto se esconde tras la fabricación de un ladrillo, y, sobre todo, vivir ese momento bajo un sol de justicia.
ResponderEliminarY tú no vas a ser menos, venga un abracete amigo.
Muchísimas gracias D. Santiago por este artículo:
ResponderEliminarLlevaba algún tiempo buscando la historia del ladrillo en Triana, soy descendiente de "alisadores de ladrillos" trianeros de, al menos, principios del Siglo XIX, hasta que no he leído este artículo no he sido capaz de conocer las tareas que intervenían en la fabricación.
Esto escribiendo la historia de mi familia y agradecería que me autorizara a incluir este artículo en ella.
Lo que usted realiza es un auténtico y valioso servicio público.