Esta Entrada -aprovechando la historia del horno-, la hago en favor de mi vecino Vicente, Trabajador en éste Horno desde hace no sé cuánto tiempo, y que aún lleva sin cobrar varios meses...
En
Sevilla tenemos algunos establecimientos comerciales,
industriales de servicios que pueden contar su edad por siglos.
Así la "Taberna de las Escobas" donde recalaron
ingenios como Cervantes y López de Vega a finales del XVII; y
el figón o taberna "El Rinconcillo" que se remonta al
menos a mediados del XVII. En este sentido, él más claro
ejemplo es el "Horno San Buenaventura", ubicado en el
número 28 de la calle de Carlos Cañal, siendo tan antiguo que
ha conocido al menos cinco nombres en su calle, resistiendo a
los cambios del tiempo y de la historia. La fundación del
"Horno San Buenaventura" data del año 1.385 según
reza una lápida existente en el propio edificio. Remontémonos
a sus orígenes. A la reconquista de Sevilla en 1.248 vinieron
con San Fernando un centenar de almogávares catalanes al mando
del almocadén o jefe apellidado Monsalve. Estos se quedaron
después a vivir en Camas y en Coria del Río, adonde el rey les
dio tierras de labranza, viñas y huertas, para que poblando el
terreno impidieran que los moros intentasen recobrar Sevilla.
Después de 1.248 se establece una gran corriente comercial
entre Barcelona y Sevilla, tanto Sancho IV, hijo de Alfonso X
"El Sabio" y nieto de San Fernando, por una cedula de
25 de Agosto de 1.284 concede a los catalanes, un barrio propio,
que se situó entre la calle Francos y la plaza de la Catedral,
y entre sus privilegios figuraba el de tener consulado. Sin
embargo, pasando los años, el número de importadores,
armadores de barco, mayoristas y armadores catalanes era ya tan
crecido, que no siendo suficiente tal barrio se les concedió en
1.362 otra calle, situado al costado del convento de San
Francisco, desde la calle Sierpe hasta la Pajarería (hoy calle
Zaragoza). Dicha calle recibe el nombre de la calle Catalanes.
Doce años más tarde, en 1.385 don Juan. Concede a los
catalanes que además de la carnicería (privilegio muy notable
en aquella época) puede establecer un "Mesón y Horno".
Es en virtud de esta concesión, por lo que se funda el Horno de
los Catalanes, en la esquina de la calle catalanes, con la calle
de la Parida, (creemos que el nombre de esta calleja deriva de
un retablo de la Virgen, en su advocación del buen parto). Esta
calleja es la que hoy se llama Teniente Vargas Zúñiga.
Desaparecido el consulado de los catalanes, la propiedad del
Horno paso al Hospital de San Pedro Mártir, a principios del
siglo XVI, pero por la reducción de hospitales decretada por el
Arzobispo don Rodrigo de Castro en 1.587, la propiedad del paso
a integrarse en el patrimonio del Hospital del Amor de Dios. En
el siglo XVII -año 1.605-, doña Isabel de Ciria, viuda de
Andrés Corso de Casaluche, compro una casa en la calle
catalanes, para constituir en ellas, de nueva planta, un colegio
y un convento de Franciscanos, con él titulo de colegio de San
Buenaventura, al que el Papa Gregorio XI otorgó estatutos de
Casa de Estudios (casi Universidad). Por estar el Horno de la
Parida, situado al nuevo convento, paso a llamarse Horno de San
Buenaventura, y el callejón de la Parida, callejón de San
Buenaventura.
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Durante
el siglo XVII y XVIII, el Horno ya figuraba con su actual nombre
en los documentos municipales, y así lo vemos en el archivo
histórico del Ayuntamiento, en las listas de adjudicación de
granos importados por la Junta de Panadero, en que se
distribuyen los copos del trigo traídos por Mar. Entre los
distintos Hornos de la ciudad. En 1.800 y por la primera de las
leyes de desamortización de bienes de la iglesia, el Hospital
del Amor de Dios vendió el edificio del Horno de San
Buenaventura a don Diego Gregorio Vázquez, por escritura
otorgada en la escribanía de don Juan Montero. Más tarde, y
también a merced a nuevas leyes desamortizadoras, promulgadas
en 1.843, se pudo ampliar el edificio del Horno San
Buenaventura, agrandándole unas casas colindantes que eran
propiedad del convento de Santa Maria la Real. El 5 de Mayo de
1.854 es vendido el Horno a don José Rojas. Este fue él último
propietario del edificio que no fuera al mismo tiempo, el
industrial del negocio. En realidad la explotación del Horno
había sido siempre independiente de la propiedad del edificio.
Entre los maestros panaderos y de "Bollería Fina".
Que tuvieron el Horno hemos de contar a la familia Gordillo en
el siglo XVII y que debió llegar hasta el XIX, en el que
encontramos a Francisco Alcázar y Robles, el cual consiguió la
propiedad del edificio en 1.860, y cuatro años más tarde lo
vendió a Eduardo Nieto Chamorro. Este fue un autentico capitán
de empresa. Pues en poco tiempo consiguió dominar prácticamente
el ramo de panadería de Sevilla, con nada menos que ocho
Hornos: San Buenaventura, Plaza de la Encarnación, San
Gregorio, San Jorge, Plaza de Mendizábal, San Vicente, Corona y
Calle Coliseo. Al lado de Eduardo Nieto Chamorro trabajaron sus
hijos y sobrinos, quienes recibieron en herencia los diversos
Hornos. A su hija Pilar correspondió el Horno San Buenaventura
ya entrado el siglo actual heredándolo después sus hijos, los
señores Santigosa Nieto. Mientras tanto la calle ha cambiado de
nombre en el siglo XIX dejo el de Catalanes para llamarse
Albareda, correspondiendo al Horno de San Buenaventura el número
50. En 1.920 se dividió la calle en dos, manteniendo el nombre
de Albareda el tramo entre Tetuán y Méndez Núñez a Zaragoza,
en cuya nueva enumeración correspondió al Horno el número 28
que ahora tiene. En el momento actual, el Horno esta regido por
otra familia de antigua dedicación al ramo de panadería, de
Alcalá de Guadaira. Tal es, en fin, la historia de este Horno
de San Buenaventura, fundado a finales del siglo 1.385, y que
con sus seis siglos de historia, tan entramada a la historia de
Sevilla es probablemente el más antiguo de Europa, conservador
de las más antiguas tradiciones y secretos de la elaboración
de pan "Pan y Bollería Fina" como consta en sus
antiguos documentos, y que es casi un museo artesanal dedicados
a proporcionarnos el "Pan nuestro de cada día".
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
Referencias al texto de don José María de Mena
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