SEVILLA
ALFA Y OMEGA DE LA PASIÓN
Porque
Dios así lo quiso
Con
placer muy estudiado
Hizo
nacer en el Universo
Un
niño muy agraciado.
Mitad
Blanco, mitad Negro,
Mitad
Marfil, cobreado,
Mitad
pobre, mitad rico,
Mitad
calé, mitad payo.
Y
porque Dios así lo quiso
Y
escribir lo había mandado,
Fue
la tierra de Sevilla
Su
Galilea, su prado,
Su
desierto, su refugio,
El
Vía Cruxis soñado
En
el vientre de su Madre,
El
camino deseado
Para
limpiar a los hombres
De
culpas y de pecados.
Aquellos
días tempranos
El
Niño Jesús ya juega
Con
muñequitos de barro
Allá
por “Cuatro Cantillos”,
La
Cruz que Antillano Campos
Forma
con Alfarería.
También
corretear querría
Por
jardines y conventos:
Santa
Isabel, Santa Clara,
Entre
hilados y pucheros,
Como
también carpintero
De
aquella Carpintería
Donde
su Padre es Maestro,
Y
en la que hace gorriones
Que
luego toman el vuelo.
Tanto
se le va a la Madre
Que
pasa días sin verlo.
Se
le va por las esquinas,
Enseñando
lo que el Cielo
Le
mando decir en la Tierra
Con
un sentido perfecto.
Y
así se le ve en la calle,
Y
se le encuentra en el Templo
Interpretando
las leyes
Sagradas
de sus ancestros,
Ante
sabios de la Iglesia,
Ante
doctores y miembros
Que
se sorprenden al oír
Tan
alto conocimiento,
Mientras
alguno proclama:
¿Cómo
es posible creerlo,
Si
éste no es más que el Hijo
De
José el Carpintero?
Pero,
Él nunca se cansa
De
hablar y hablar de su Reino.
Y
fue así como en el aire
Se
perdió por su desierto.
¿Acaso
fueron las aguas
De
tan dulce sentimiento?
¿Acaso
fuera la voz
De
su Padre por los vientos?
Ése
Padre Celestial,
Ése
Celestial y Eterno
Del
que dice que es su Hijo,
El
Único, el Predilecto.
Llegaron
las Tentaciones
Cuando
se subió aquel cerro
que
le llaman la Giralda;
Ése
Mirador perfecto
Desde
el que se ven los mundos
Y
la Tierra con sus reinos.
Tentaciones
de Sant´Ana
Que
al amor de de aquellos puertos
Nació
como Cofradía
El
año de mil seiscientos.
Estaba
exhausto, cansado,
Inmerso
en sus pensamientos,
Contemplando
la grandeza
De
aquel enorme Universo,
Cuando
de pronto, a su espalda
Con
mil sonidos siniestros,
Se
le aparecen caballos
Con
cuatro jinetes muertos
Al
mando de una figura,
Aquella
del ángel negro,
Hecha
demonio imposible
Para
esos tantos conceptos
Que
son los diablos de hoy,
Los
muchos satanes nuestros:
La
marginación, el aborto,
Las
drogas, el desempleo,
Los
desahucios, la avaricia,
Demonios
y más demonios,
La
soberbia, el esperpento
De
la figura del hombre
Cuando
éste está deshecho.
Y
la voz se dejó oír
Aunque
Él, no tenía miedo...
“Todo
esto te daré
Si
arrodillado a mis pies
reniegas
del Padre Eterno.
Escucha
con atención,
Contempla
lo que te ofrezco:
Te
doy este Cielo Azul
Único
en el Universo.
El
rumor de aquellas fuentes
Que
disfrutan mil paseos.
El
frescor de aquellos patios
Para
el calor y sosiego.
La
sombra de aquellos parques.
La
luz que cobrando enteros
Se
proyecta en las paredes
Llenando
de luz los huecos.
Las
recoletas plazuelas.
Esa
música en tres tiempos
Despertando
los aromas
De
nardos recién abiertos;
Azahares
y jazmines,
Clavellinas
y romeros,
Los
geranios, los claveles,
Las
rosas de Terciopelo;
Sin
olvidar las fragancias
Del
ambiente veraniego,
De
Primavera u Otoño
O
del más crudo Invierno.
Piensa
en esa Primavera
Que
en Triana es un ensueño
Con
Guadalquivir de espumas
Jugando
entre los veleros“
¡Échate
atrás, Satanás¡”
¿Eres
tonto, o estás ciego
Si
crees poder comprar
Al
Hijo con todo esto?
Y
no es que yo desmerezca
Todo
esto que contemplo,
Amén
de que reconozco
Que
pusiste alto el precio.
Así
que sal de mi vista,
Pues
no puedes ser más necio
Ofreciendo
lo que Dios
Ya
regalara a este pueblo.
¡Mi
pueblo desde aquel día
Grande
de mi Advenimiento!”
Bajando
de aquel desierto
Vio
a Juan que bautizaba
En
esa parte del lecho
Que
el sevillano conoce
Por
Marqués del Contadero.
Esa
orillita del río
Donde
brillan los luceros
Cuando
en el amanecer
El
río es un espejo.
Se
acerca Jesús a Juan,
Y
éste con tan sólo verlo
Se
le estremecen los pulsos
Vibrándole
todo el cuerpo;
Quedando
sus pies clavados
En
un Jordán de misterios.
“¡Señor¡
¿Cómo me vienes diciendo
Que
te bautice yo a Ti,
Cuando
debes de ser Tú
Quien
me haga un hombre nuevo?”
Y
Jesús, con ese Amor
Que
dejó huella en el tiempo
Le
dice a Juan el Bautista:
“¡Está
bien así Juan¡”
Y
fue justo, ese momento
En
que la Paloma Blanca
Enlazando
firmamentos
Entró
en Jesús como el alba
Que
da luz a los esteros.
Cerca
de allí contemplaban
Andrés
y Felipe el momento,
Y
al verlos Juan el Bautista
Con
visionario reflejo,
Los
llama y le dice a ambos:
“Ya
no quedaros conmigo,
Ahora,
seguid al Cordero,
El
limpiará los pecados,
Las
faltas y los defectos”.
Marchó
Jesús a Cafarnaún,
Un
territorio trianero
Donde
por su calle Betis
Pescaba
un tal Simón Pedro.
¡Bendita
seas Triana¡
Porque
tú y tus hombres buenos
Darías
varios discípulos
A
tan Divino Maestro:
Mateo,
Bartolomé,
Santiago
el de Zebedeo
Esposo
de Salomé,
María
y Madre de Juan
Evangelista
primero.
Después
de una corta estancia
Sacando
males del cuerpo,
Curando
a aquellos tullidos,
Dándole
vista a los ciegos,
Echando
demonios fuera,
Resucitando
a los muertos,
Decidió
volver a Sevilla
Cruzando
por entre los puertos
A
aquella Jerusalén,
Pasión
de tantos desvelos
Para
cumplir la Escritura
Que
se escribiera en el Cielo.
La
gente lo vio venir,
Se
arremolinaba el pueblo
Mientras
la guardia romana,
Escribas
y fariseos
Se
quedaban sorprendidos
Ante
tal recibimiento.
Y
fue toda la ciudad,
Toda
la gente a su encuentro
Entre
cánticos y palmas,
Aquello
había que verlo.
Por
las calles que pasaba
Se
agitaban los pañuelos
Mientras
que paños y mantos
Le
ponían por el suelo.
¡Ay,
Plaza del Salvador¡
La
de aquel sabor primero
Que
Jesús vive en Sevilla
Ante
las puertas del templo.
Y
eso lo vive esta tierra
Con
aquel advenimiento,
Cuando
en una borriquilla
Con
lomos de Terciopelo
Sale
el Domingo de Ramos
A
las calles del recuerdo.
Dieron
ya tres campanadas
En
el reloj de la torre,
Y
toda Sevilla corre
Buscando
un hueco en la plaza
Para
ver esa sonrisa,
La
única que en su cara
El
pueblo entero verá
En
toda la Semana Santa.
¡Quien
fuera niño y pudiera
Correr
al lado de Dios,
Cuando
con Platero baja
La
rampa del Salvador!
II
A
la mañana siguiente,
Tras
aquel enfrentamiento
Que
en la casa de su Padre
Viviera
dentro del templo,
Salió
Jesús a predicar,
Siguiéndole
en gran aumento
Tal
cantidad de personas
Que
el Sanedrín boquiabierto
No
se podía creer
Lo
que estaba sucediendo.
Ya
sacerdotes y escribas
Con
un solo pensamiento,
Buscar
con sus malas mañas
Proyectar
como prenderlo;
Mientras
El, en la montaña,
Con
tan alto fundamento
Daba
a conocer al mundo
El
verbo de su Evangelio.
Multiplicó
cinco panes
Y
los dos peces del cesto,
Quedando
hasta los apóstoles
Prendados
de sus portentos.
Bajó
de nuevo del monte
Ya
rodeado por ellos...
“Ahora
dejadme sólo
Que
quiero orar un momento
Mientras
vosotros marcháis
A
preparar el cordero.
Celebraremos
la Pascua
Allá
en la Consolación
La
Iglesia de Los Terceros”.
Ya
está cenando Jesús
Cuando
baja por San Pedro,
Mientras
que observa a su Judas
Cómo
está frunciendo el ceño.
“¡Esta
noche me entregará
Quien
conmigo está comiendo!”
“¿Soy
yo?” – le pregunta Andrés-.
“¿Acaso
soy yo, Maestro?”
Y
Jesús, sin inmutarse
Y
mirando hacia un extremo…
“Haz
lo que tengas que hacer,
Márchate
ya, hazlo presto”.
Ya
fue la Sagrada Cena.
Ya
se hizo el Padrenuestro.
Y
cuando ya La Campana
Se
llena de mil reflejos,
La
voz del Señor se cuela
Por
todos nuestros adentros.
“Cenad
conmigo esta noche.
Tomad
mi Pan y mi Vino.
Mirad
mis ojos desnudos
Y
encontrareis el camino.
Camino
de Amor que quiero
Quede
en vuestros corazones
De
regreso a Los Terceros”.
III
Acabados
de cenar
Salieron
del aposento
Dirigiéndose
a un lugar
Que
de Los Olivos es huerto;
Allá
por Plaza “Los Carros”
De
Monte-Sión, nombre nuevo
Para
dar fe dominíca
De
que allí tiene convento.
Llevó
Jesús tres apóstoles,
Juan,
Santiago y aquél Pedro
Que
lo negara tres veces
Traicionado
por el miedo.
Se
puso el Señor a orar
Ya
con temor y angustiado
Mientras
que ellos a su lado
No
pudieron ni siquiera
Sólo
una hora velar
Como
El, les demandara.
Ya
descompuesta la cara,
Y
llena de esa agonía
Que
vibra en su humanidad
Se
le oiría exclamar:
“¡Padre,
aparta de mi este vaso¡
Mas
que no sea lo que yo quiero,
Sino
lo que quieras Tú.”
Y
en aquella necritud
De
noche tan apagada
Se
acordó de su desierto
Cuando
cerca, por Laraña,
Se
clava como una caña
El
Cáliz en su pensamiento.
Está
cayendo la tarde
Por
la calle de la Feria,
Y
Jesús, rodilla en tierra
Amargamente
pensaba…
“¡Si
ya me ahoga el temor,
Si
ya apenas veo la luz!
Dime
Padre, ¿Cómo yo
Podré
soportar la Cruz!”
IV
De
nuevo Jesús se vuelve
Y
observa a Simón dormido;
Ni
tan siquiera el ruido
Lo
despertó de repente
Cuando
a la entrada del huerto
Se
oyó un tumulto de gente
Con
antorchas, con espadas,
Con
aquél Judas al frente
Que
clavando la mirada
En
el Divino Cordero,
Con
el paso decidido
Puso
los cinco sentidos
De
la traición en su cara.
Entre
luces sevillanas,
¡Ay¡
tú, compás de Santiago,
Que
conviertes en halago
Tan
despreciable manera
De
entregar a Jesucristo.
Aseguran
no haber visto
En
toda la Gran Semana
Una
forma más humana
De
que se cumpla lo escrito.
V
Tal
cual Jesús anunciara
Pasito
a paso se cumple
La
Verdad de su Palabra.
Ayer
fue Santa Lucía,
Y
hoy es San Andrés
El
lugar donde la fe
Dará
paso a la agonía
Del
Soberano Poder.
Ya
se acercan los escribas,
Los
sacerdotes del templo;
Es
pues, llegado el momento
De
prenderlo cual ladrón,
Mientras
que aquellos apóstoles
Lo
abandonan a su suerte
En
tan grave situación.
Ya
fue agarrado Jesús.
Ya
sus manos amarradas.
Lo
sigue una multitud
Que,
sólo piensa en la Cruz
Para colmar
su ignorancia.
Sólo
piensan en la muerte
Del Divino
Redentor.
¡¡Que
fácil decir quererte¡
Y
que amarga sensación
Bajar
por el Duque y verte
Prendido
como un ladrón.
VI
Ya
tirando de un cordel
Lo
están sacando del huerto,
Ni
siquiera sus discípulos
Están
para darle ayuda.
Una
vez más de esta forma
Se
cumplen las Escrituras,
Cuando
con esa amargura
De
saberse traicionado
Lo
llevan con ligaduras
Al
interior de un palacio.
Y
así lo trae su gente
Desde
aquel lugar señero
De
Santa Genoveva,
Con
su túnica Morada.
Y
sobre tierras doradas
Entre
dos torres gemelas
Sueñan
la cara tostada
De
su estampa Nazarena.
¡Cautívo,
Señor, te llevan
Entre
aromas de claveles
Para
combatir las hieles
Que
te corren por las venas!
VII
De
un empujón lo han entrado
En
el palacio de Anás,
La
casa de la alimaña
Donde
vive esa crueldad
Que
viendo al Hijo de Dios,
Y
con miedo a su Verdad,
Ordenóle
a aquel sayón
Le
diera una “bofetá”
Más
Jesús, indiferente,
Vuelve
la cara a otro lado
Haciéndole
así entender
Que
su maldad no ha llegado
A
tan Divino Poder.
Es
tan falso el tribunal
Como
tal la acusación.
Y
es que no existe razón
Para
tan falsos traidores,
Y
en cambio El, son amores
Lo
que devuelve por mal.
No,
no lo han llegado a tocar,
Que
no hay padecimiento;
Y
es que el cofrade en Sevilla
Ha
puesto la otra mejílla
En
Plaza de San Lorenzo.
VIII
Al
no ponerse de acuerdo
Los
falsos acusadores
En
condenar a Jesús,
Se
lo llevan hasta Herodes
Pensando
ya en esa muerte
En
la que era famoso
Por
venirle de familia,
Más
se quedó en la vigilia
Esperando
que el Maestro
Se
dignara contestarle…
“¿Eres
tú ese Mesías?”
Silencio.
“¿No
me quieres contestar?”
Silencio.
“¿No
deseas defenderte
De
esas acusaciones?”
Silencio.
Ya
está nervioso ese Herodes.
Ya
está perdiendo la calma
Ante
ese Blanco Silencio
Allá
en San Juan de la Palma.
IX
Al
final sería Herodes
El
que sintiera trastorno
Cuando
Jesús a los ojos
Lo
mira con indiferencia.
Y
al encontrarse incapaz
De
emitir un veredicto
Que
lo pueda condenar,
Ya
no quiere su presencia;
Quiere
que sea Caifás
El
que se encargue del caso.
Y
caminando despacio
Entre
escribas y zelotes
Lo
llevan a San Gonzalo,
Ante
el Sumo Sacerdote.
“¿Eres
tú, el Cristo,
El
Hijo de Dios Bendito?”
“¡Yo
soy¡”
“¡Tú
lo has dicho!”
Y
porque así está escrito
Veréis
al Hijo del Hombre
Venir
desde las alturas…
Y
Caifás cuya figura
Se
la come la soberbia,
Recurre
a la más necia
De
todas sus actuaciones:
Rasgarse
las vestiduras
Al
entender una locura
Aquellas
afirmaciones.
X
De
nuevo fue rechazado
Ante
ese miedo escondido
Que
aquél Sumo Sacerdote
No
quiso dar a entender;
Y
es por eso que Jesús
Del
Soberano Poder
De
nuevo lo llevan preso,
Ahora,
a la casa de Pilatos
Y
allí que se cumpla el trato
Del
que hubo menester…
Y
para cumplir lo escrito,
Entre
Triana y Sevilla,
Lo
llevan a San Benito.
Y
Pilatos le requiere:
“¿Eres
tú, el rey de los judíos?”
“¡Tú
lo dices¡”
Más
no entiende la respuesta
Y
de nuevo le pregunta,
Pero
Él ya no contesta.
“¿Qué
queréis que haga con él
Si
yo no hallo delito
En
esa forma de ser?”
Y
la chusma enfebrecida
A
gritos pide enseguida:
“¡Deja
libre a Barrabás,
Y
a él quítale la vida,
Dale
una muerte de Cruz!”
Y
fue así como Jesús
Tan
Divino como Humano,
Se
encontró haciendo el camino
Para
encontrar su destino
Allá
por la Macarena,
Cuando
en aquella sentencia
Tuvo
el pueblo complacencia
En
tan infame condena.
XI
¿Por
qué si lo condenó
A
morir crucificado
Tuvo
también que decir
Que
además lo torturaran?
¿Por
qué de nuevo a Triana
Para
mientras lo azotaban
Ser
cruelmente difamado?
¿Por
qué ese trato inhumano
De
colocarle en las manos
Un
trozo de aquella caña?
¿Por
qué llevarlo a Laraña
Cruzando
de nuevo el puente
De
esa forma tan mezquina?
¿Por
qué sobre su cabeza
Poner
Corona de Espinas
Con
ese escarnecimiento?
¿Por qué
ese entendimiento,
Si
tan sólo de pensar
En
lo perversos que eran
Se
enturbian los pensamientos?
¡Qué
dolor por San Esteban
Viendo
ese regio linaje
Cuando
en tan largo viaje
Hasta
el Porvenir lo llevan!
¡Ay,
atrio de San Sebastián¡
Que
esperas de madrugada
Para
oír esa llamada
De
empezar a caminar.
Ya
prestos a colocarle
La
carga sobre su hombro
Están
aquellos sayones.
Cuántas
burlas y empujones
Habrá
de sufrir su Sangre,
Habrá
de sentir su cuerpo
Antes
de llegar la noche
A
ese sevillano orbe
Del
barrio de San Lorenzo.
XII
Ya
la una en el reloj
De
los aires de Sevilla,
Jerusalén
de ilusiones
Cuando
el eco de un racheo
Vibra
con el parpadeo
De
un millar de corazones.
Ya
va con la Cruz a cuestas
El
Señor de los señores.
Y
en aquella tierna esquina
Que
a su presencia enmudece,
Se
muestra en nuestro interior
Ese
Gran Poder de Dios
Que
al mundo entero enloquece.
El
peso agotador de ese Madero
Estremece
tu pecho ya cansado.
Qué
amarga visión la que yo siento
Verte
pasar sólo un momento
Y
mantener mis ojos tan cerrados.
Quiero,
Señor, ser tu cayado,
Y
ayudarte, si es posible,
En
tu andadura,
Aflojarte
con mi fe las ligaduras,
Y
caminar siempre contigo,
Así,
a tu lado.
XIII
Y
de una plaza a otra plaza
Que
con tañir de sonantas
Ya
va midiendo los pasos
Por
el peso de la carga…
Nadie
seca su sudor,
Ni
refresca su garganta.
Tan
sólo el Guadalquivir
Lo
baña de espumas blancas
Cuando
lo siente venir
Desde
aquella Larga.
¡Ay,
madrugada de Abril¡
Cómo
sufre la mañana
Cuando
el Puente de Triana
Siente
el golpe del madero
Sobre
el raso de su tabla.
Parece
que hasta nos habla,
Cuando
la Luna escondida
No
quiere ver las heridas
Del
Gitano de la Cava,
O
tal vez fuera Alfarero…
¡Cómo
se le va la vida
Cuando
sufre la caída
Ése
Cristo Trianero!
XIV
Ya
es alta la madrugada
Cuando
de nuevo transita
Ahora
llevando sus cuitas
Al
Barrio de San Román.
¡Qué
Hombre más de Verdad,
Con
esa cara tostada
Por
las fraguas de la Cava
Testigos
del Arrabal!
Más
San Román dio la llave
Y
que a su Cristo Gitano
Se
lo llevaran al Valle.
¡Cuánto
lo lloró Lozano!
Lleva
el dolor sobre el hombro
Con
tan Divina Ternura,
Que
no parece que pese
Ni
el dolor, ni la amargura,
Ni
esa pena que florece
Sobre
la Gloriosa altura
De
su condición Humana,
Cuando
el Sol de la mañana
Despertándose
en Sevilla,
Saluda
a esa maravilla,
Dios
de la raza Gitana.
XV
Y
en ese ir y venir
De
su Doctrina en Sevilla,
Será
el Puente de Triana
La
calle de la Amargura
Para
la pena Gitana.
Será
aquella Seguidilla
Que
tanto el hombre soñara;
Será,
la calle Castilla,
Será
San Jorge, Altozano,
Será
el Cristo más Humano
Que
la tierra conociera…
“Jorobadito”
lo llaman,
Cuando
cariñosamente
Va
cruzando entre la gente
Por
las calles de Triana.
Es
la Imagen Sevillana
Que
muestra la realidad
De
la Divina Bondad
Y
el sufrimiento en su cara.
Un
sentir que nunca para
De
dar a entender al hombre,
Que
quiere que se le honre
Con
el Amor que enseñara.
XVI
Y
la Historia se repite…
Será
el Cristo más Humano
Que
la tierra conociera,
Será,
pues, Sevilla entera
Con
ese sabio decoro
Y
penas tan escondidas
La
que sufra la Caída
Allá,
por San Isidoro.
El
dolor junto a Las Penas
Se
mezclan con el gentío,
Y
un terrible escalofrío
Galopa
por nuestras venas
Cuando
el peso del madero
Golpea
sobre el sendero
De
esta tierra Nazarena.
XVII
Apenas
puede su Alma
Con
la Cruz de los pecados
De
una tierra enrarecida,
Y
sin embargo, camina.
Ya
está doblando la esquina
Como
se dobló su cuerpo
Cuando
pasó por Orfila.
Atrás
quedó el Salvador.
Atrás
quedó el pensamiento
De
aquellos remordimientos
Que
nos partió el corazón.
Manos
de fiebre a la luz
Cerúlea
de su agonía,
Mientras
gravita aquel Leño
Sobre
los hombros del sueño
De
una vieja sinfonía.
Una
música que suena
Tan
sólo en el interior
Del
Corazón Sevillano
De
Jesús de la Pasión.
XVIII
Apasionada
Sevilla
Cuando
Cristo caminando
Por
la vieja Alfonso XII
Camino
de La Campana,
Al
mundo entero proclama
La
mudez de aquellas voces
Que
se clavan en su Alma
Cual
saetas redentoras,
Haciendo
que en esa hora
En
que en silencio transita,
Quede
su Palabra escrita
Sobre
el Lirio de una Aurora.
Hay
silencio en tu pesar.
Hay
silencio en tu dolor.
Hay
silencio en tu Verdad
Cuando
lo llenas de Amor
Con
esa forma de amar.
XIX
Y
así, cargando con los pecados
De
toda la Humanidad
Tan
llena de desamores,
Sigue
Jesús calle arriba
Intentando
de encontrarle
Al
hombre una salida,
Cuando
mirando a la gente
Ve
que pasa inadvertida
Tan
cerca de San Vicente
Aquella
nueva Caída.
Está
claro que no quiere
El
hombre cambiar de vida,
Aunque
la dura Caída
Que
por su culpa tuviera
Este
Señor de las Penas,
Rompiera
así las cadenas
De
aquellas viejas heridas.
XX
Ya
en el aire Nazareno
Del
arrabal de San Roque
Se
está oyendo el campanil.
Dando
están los cinco toques
Que
nos vienen a decir
Que
Cristo no puede más;
Que
sus divinas rodillas
Le
están pidiendo a Sevilla
Desde
el temblor de sus ojos,
Con
su más tierna mirada,
Que
le echemos una mano.
Y
fue así, que un sevillano
Por
la Cuesta del Rosario
De
esta tierra Pasionista,
Llevó
con Gracia de Artista
La
Cruz hasta aquel Calvario.
¡Gracias
Simón, Sevillano,
Porque
fuiste el escogido
Para
llenar los sentidos
Que
aliviaran nuestro mundo!
Que
no fue casualidad,
El
que sin saberlo tú
También
llevaras la Cruz
De
toda la humanidad.
XXI
Exhausto,
perdido
Entre
la flema y el daño,
El
escarnio y el desprecio,
Llegó
escoltado del Tercio
A
aquel lugar que los hombres
Llamaron
“La Calavera”
Cuánta
Clemencia y Bondad
En
los ojos de su cara
Con
esa mirada clara
De
Amor y Serenidad.
Ya
el Cielo se torna Negro
Cuando
allá, por Molviedro
Lo
están preparando ya,
Quitando
esas vestiduras
Que
guardan las amarguras
Divinas
de la verdad.
XXII
Cerca
del monte Pirolo,
Amargo
se torna el llanto
De
aquel Gólgota Trianero
Que
sorprendió al mundo entero
Con
la aflicción y desencanto,
Consecuencia
del quebranto
Sufrido
por el Alfarero;
Mientras
aquellos sayones
Cual
viles, sucios trileros
A
suerte juegan el manto
Sobre
el mugriento terreno.
¿Qué
estará pensando el mundo
Cuando
a Jesús de Las Penas
Lo
ve tan ensimismado
Con
su mirar hacia el Cielo,
Con
sus manos enlazadas,
Con
el torso descubierto,
Buscando,
tal vez, una buena
Noticia
en aquel suceso?
XXIII
Más
todo está decidido…
Ya
todo quedó dispuesto,
Cuando
clavado a la Cruz
Y
con dos tirantes tensos
Gravemente
están subiendo
Su
Cuerpo hasta aquel infierno
Del
que vendrá a los tres días
En
Gloria de días nuevos.
¡Canallas,
sin condición,
Tirad
con fuerza mezquina…!
Tirad
con artes malinas,
Pero,
hacedlo lentamente,
Porque
en Santa Catalina
No
desea ver su gente
Entre
aquellas cuatro esquinas
La
enhiesta Cruz con la muerte.
XXIV
Y
Sevilla, Nazarena,
Que
es como tiene que ser
En
esta Semana Santa,
Busca
a Jesús con tesón
Para
calmar la avidez
Que
le aprieta la garganta
Y
le quiebra el corazón.
¿Quién
no encuentra la razón
Y
ese duro comprender
De
aquella Crucifixión
Que
se consumó en Nervión
Con
el Cristo de la Sed?
Sedientos
de amor nos vemos
Como
cada primavera
En
ese Miércoles Santo;
Cuando
estamos a tu vera,
Viendo
que no desesperas
Sufriendo
tanto tormento,
Ante
tanta indiferencia,
Ante
la poca conciencia
Que
a veces muestran los pueblos.
XXV
También
había que dejar
Sentada
esa condición
Que
da a entender como Dios,
Padre
del Bien y del Mal,
Nos
muestra todo ese Don
Al
que se debe aspirar
Si
queremos de verdad
Entrar
con su Bendición
En
su Reino Celestial.
Como
le ocurrió a aquél Dimas,
Al
final, el Buen ladrón
De
ese misterio precioso
Y
en el que Cristo es el gozo
De
tan alta Conversión.
Ayer
yo vi Cristo mío,
Que
un Guadalquivir de cera
Recorría
tus sentidos
Con
dolor de Primavera.
Y
aunque en mi pecho mil voces
Me
llenaban de quimeras,
Te
vi entre dos ladrones
Como
un ladrón cualquiera…
Con
qué pesar y tan hondo
Sufrí
el dolor de tu pena,
Como
lloraron mis ojos,
Cómo
estalló mi conciencia,
Cómo
cobarde de mí
Intenté
darme la vuelta
Porque
me sentí desnudo,
Vacío
ante tu Inocencia.
XXVI
Y
a pesar de su Honradez,
En
otro monte sin flores
Crucificamos
con loores
Aquellas
Siete Palabras.
Siete
versos, Siete amores
Que
entre azahares prendidos
Se
llevarán los latidos
De
tantas tribulaciones.
Fueron
Siete Palabras
De
tu condición Divina.
Siete
Palabras de Amor
Que
de esa boca de Dios
Salieron
buscando el Cielo.
Perdonaste
las espinas.
Perdonaste
el vil reniego
Cuando
en tan duras Caídas
Fueron
regando de ortigas
El
transitar de tu miedo.
Siete
Palabras, Señor,
Todas
grabadas a fuego
En
medio del corazón.
XXVII
Quedó
su boca entreabierta
En
Plaza de Zurbarán,
Para
más tarde Expirar
Bajo
el Cielo Sevillano,
En
el Barrio de Triana,
Y
en ese lugar que llaman
Desde
antaño Patrocinio,
Por
aquello de que el sol
Siempre
bañaba sus huertas
Antes
de irse a dormir
Allá
por el Aljarafe;
Y
es que en el barrio Dios nace
Pero
nunca se nos muere,
Porque
su gente no quiere
Ver
esa Magia Gitana
Morir
arriba del Puente
Entre
orillas sevillanas.
Estoy
Señor, llorando en tu mirada
Cuando
perdida la tienes en el vano
Horizonte
sin luz, inconsecuente
Destino
y Puente soberanos
Para
una Expiración sin precedentes.
Cristo
y Cachorro tan humanos,
Como
Dios y Hombre entre la gente
De
aquel lugar, Calvario de Altozano.
XXVII
Llegado
aquel momento
Que
en esa tierra se vive
Cuando
se rompen los cielos.
Cuando
todo el Firmamento
Se
ha abierto de par en par
Rasgando
el velo del templo,
Desatando
mil tormentas
Con
tan lúgubre esplendor,
Como
aquel del Salvador
Que
el mundo entero contempla
En
el Cristo del Amor.
¿Por
qué a Ti muerte de Cruz
Santo
Cristo del Amor,
Cuando
tu Figura fue
La
que entró en Jerusalén
Entre
cánticos y palmas,
Entre
la fe y la alegría?
Mas
que pronto ¡Vida mía¡
Con
una torpe guadaña
Segaron
en tus entrañas
El
Amor que desprendías.
XXIX
Como
reza la Escritura:
“No
le quebrareis ni un hueso”
Entonces
será por eso
Que
en Plaza de San Martín
Se
oyó a un soldado decir:
“¡Veremos
si ya está muerto¡”
Y
enarbolando su lanza,
Incapaz
de comprender
Lo
que estaba sucediendo,
Mordió
con rabia su Cuerpo,
Traspasándole
el costado,
Y
observar desorientado
Como
brotaba la Sangre
Y
el Agua de aquél bocado.
Una
vez más la Escritura
Se
ha cumplido en tu Persona
Cuando
la Sangre se asoma
Por
el canal de tu herida.
Un
manantial que es la vida
Para
quien quiera beber,
Y
de esta forma entender
El
verdadero camino
Que
el hombre debe emprender.
XXX
¡Dios¡
que forma tan inhumana
Para
averiguar si Cristo
Estaba
ya muerto o no.
Y
esa Lanzada romana
Que
le asestó aquél Longínos,
Soldado
de mala casta,
Se
convirtió en esa suerte
Que
la Israel Sevillana
Cumplida
aquella mañana
Paso
dio a la Buena Muerte.
Suspendido
a aquella suerte
Dice
el Ruán que, si es cierto,
Que
el negro tono es el luto
Por
Cristo que ya está muerto.
Ahora
ya no cabe duda…
La
flacidez de su Cuerpo.
Su
barbilla recostada
Sobre
el pretil de su pecho,
Y
la dulzura en su cara
Llena
de Paz y sosiego,
Está
diciendo que, nada
Quedó
en su vida incompleto.
Qué
todo se consumó.
Qué
todo allí quedó hecho.
¡Qué
Buena Muerte, Señor,
Viví
con la Buena Muerte
De
esa Muerte por Amor!
XXXI
La
niebla tan densa y negra
Como
el corazón del hombre
Que
hizo posible el encargo,
Envolvió
todo aquel Monte
Con
método extraordinario.
El
día se tornó noche,
Y
una lluvia torrencial
Rompiendo
todos los moldes
Se
abatió sobre la tierra…
La
pena se hizo más negra
Al
llegar la madrugada,
Y
en aquella encrucijada
Que
la Magdalena fuera
De
un Sevillano Calvario,
Se
vio la muerte postrera
Entre
hachones funerarios.
¡Ay¡
del dolor y la pena
Adormecida
Sobre
la Llaga Divina
De
tu Muerte.
Sudor
y Sangre
Escarnecida.
Trance
de suerte,
Amanecida,
Para
de nuevo poder
Y
querer verte,
Y
devolverte nuevamente
A
Ti la vida.
XXXII
Pasadas
algunas horas,
La
mañana apareció
Empujando
las tinieblas
De
la noche más aciaga;
Esperando
la licencia
Que
Pilatos concediera
Y
descolgar entre sábanas
La
rota Naturaleza.
Qué
dolor de Primavera,
Cuando
José de Arimatea
Portando
aquella escalera
Junto
a su buen Nicodemo,
Fueron
los dos hombres buenos
Que
bajaran de la Cruz
El
Cuerpo del Nazareno.
Ya
está mi Dios descendido
Desde
la altura infinita
De
la Pasión Sevillana.
Ya
están los cinco sentidos
Como
están las Cinco Yagas,
Cuando
se siente dormido
En
la fe de nuestras almas.
XXXIII
Sobre
las piedras desnudas
Del
lúgubre terraplén,
Manos
de seda y dolor
Van
llevando con amor
Al
Señor de San Andrés.
Despacio,
como si no andara
Va
caminando el cortejo,
Para
en ese caminar
Ni
el aire le dé en la cara,
Y
sin querer le cambiara
La
expresión de su Bondad.
Cómo
llora Sevilla entristecida
Al
contemplar el tránsito callado
De
tu Cuerpo amoratado,
Ya
sin vida
Cuando
está se escapó
Por
tu Costado.
¡Ay,
Caridad¡
Si
hubiera podido, hubiera dado
Cuanto
tengo, y poder estar
En
la partida.
Y
con el alma, ciertamente,
Entristecida
Participar
con ellos, también
En
tu Traslado.
XXXIV
El
Cielo vibraba con la entrega
Mientras
la tierra
Emitía
un triste canto.
Llegado
al Sepulcro
De
aquel campo,
El
Cuerpo de Jesús
Sobre
la losa
Hicieron
descansar
Mimosamente.
Bendita
por siempre
Aquella
gente
Que,
con mixtura de Mirra
Y
de rosas
Vistieron
de una forma
Primorosa,
Aromando
su cadáver
Dulcemente.
Haz
danzar Muñidor la campanita
Y
convoca a funeral a todo el barrio,
Que
aquellas Cinco Rosas ya marchitas
Amortajadas
están entre sudarios.
Llama,
congrega con su son
Al
vecindario…
Que
se acerquen hasta el Sepulcro
A
contemplar,
Lo
cerca que se hallaba del Calvario
Aquel
antiguo convento de la Paz.
XXXV
La
piedra rodó
Sobre
su zanja,
Y
la puerta quedó
Sellada
en el instante
Quedando
afuera
La
guardia vigilante;
Unos
hombres que sin fe
Ni
confianza
Desoyeron
lo anunciado
Días
antes.
Mas
un mundo creyente
Y
expectante
También
aguardaba
En
la Esperanza
De
ver a su Dios
En
la Bonanza
De
una Venida tan sutil
Como
Triunfante.
Ya,
Señor,
Esperamos
tu regreso Triunfal
Sobre
el poder de la muerte,
Vencida,
y obligada
A
devolverte
Entre
aquellos
Que
clamaron por Tu Vida;
Amarte
de nuevo en la medida
De
una nueva
Y
fiel protestación…
¡¡Sólo
quererte¡¡
XXXVI
Transcurridos
Los
Tres días anunciados,
Una
nube se posó
Sobre
la tierra.
La
energía Celestial
Movió
la piedra,
Y
aquél Cuerpo
Que
ayer fuera amortajado,
Hoy
resucitó
De
entre los muertos
Llenando
de Gloria
Aquel
collado.
El
mundo entero
Corrió
a verlo
Cuando
en su interior
Ya
no había nada,
Tan
sólo,
Sudarios
por el suelo…
¡Ahora
sí, es verdad,
Todos
creyeron, y corrieron
A
dar fe de su Palabra!
XXXVII
Cual
caracolas de incienso
Llenó
de Gloria mi Dios
Al
Sevillano Universo.
Jerusalén
que conforma
Con
una lluvia de besos
La
Cruz de la Gloria Eterna;
Cardinales
puntos nuevos
Para
cantar aleluyas
Sobre
un renacer eterno
Allá
en Santa Marina.
¡Bendito
seas, Señor¡
Bendito
entre los misterios
Que
vivimos en Sevilla
Siempre
según tu Evangelio.
Y
porque Dios así lo quiso
Y
escribir lo había mandado,
Fue
la ciudad de Sevilla…
Y
así quedó comprobado
Como
toda la Escritura,
Ella
cumplió sin desmayo.
Las
cosas de Dios son cosas
Que
no se deben poner
Sobre
paños de juicio,
Y
aunque sea un sacrificio
Que
en Sevilla no lo es…
Desde
el Cerro a San Gonzalo,
Y
de San Julián a aquel Prado
En
el que el Señor Cautivo,
Se
quedara abandonado…
Cardinales
sevillanos
Hicieron
formar la Cruz
En
la que ella, Jesús,
Vertiendo
todo su Amor,
Se
realizó con su muerte,
Cómo
Hombre y como Dios.
Estimado Santiago, a esto le llamo yo rizar el rizo, esto ya es una pasada. Preciosa la forma de exponer nuestra fiesta religioso-popular. Que forma de enjaretar una hermandad con otra según la historia. Enhorabuena. Limón.
ResponderEliminarOle, ole y ole Santiago, si aquellas tierras hubieran sido de verdad Triana y el Guadalquivir, otro gallo hubiera cantado, y no precisamente el de Pedro. Vaya gozada de lectura, y para tu satisfacción me la leído de un tirón, un buen rato pero me ha merecido la pena, ya te digo una auténtica gozada sobre todo para los que estamos ansiosos de que llegue el Domingo. Qué verdad es lo que dice muchos de que la víspera de Semana Santa son los mejores días. Marcos.
ResponderEliminarMadre del amor hermoso, como se puede tener tanta paciencia para escribir estas cosas tan maravillosas. Precioso, si señor, na más le faltaba que le hubiera puesto algunas imágenes, entonces ya sería el no va más de la Semana Santa sin salir de casa. Me descubro y le ofrezco mis respetos. Concha.
ResponderEliminarNo había pensado en ello dado el trabajo, pero, pensaré algo para la segunda edición. Gracias y saludos.
ResponderEliminarExtraordinaria exposición histórica, Santiago, pero sobre todo que riqueza de matices y metáforas. Nos ha encantado. Felicidades. Ángela y Lucía.
ResponderEliminar