CONFITERÍA
LA CAMPANA
En la famosa Plaza de la Campana en Sevilla, se encuentra una de las Confiterías de más solera de España: Confitería La Campana, y cuyo nombre le viene dado por haber habido en la citada Plaza una campana con la que en épocas pasadas se daba la alarma en caso de incendio. Está situada en el número 1 de la calle de las Sierpes esquina a la Plaza. El edificio en calidad de vivienda familiar sería construido en 1733. Año éste en el que Felipe V con la iniciación de un periplo por Andalucía conocido como el “Lustro Real”, y habiendo situado la corte en nuestra ciudad habría firmado el tratado de Sevilla de 1729 entre España, Francia e Inglaterra.
En
1885 el establecimiento sería fundado por don Antonio Hernández
Merino, y en la actualidad regentado por su biznieto José Antonio
Hernández Medina, en calidad de copropietario y que alcanza ya la
cuarta generación. Desde sus inicios sería proveedora oficial de la
Casa Real Española; ello duraría hasta 1931.
Aquel
año de 1885 como dato curioso e histórico para esta empresa es el
que el 5 de Julio nacía el que más tarde sería padre de la patria
Andaluza Blas Infante, el 12 de Octubre también nacería el que años
más tarde habría sido llamado a ser uno de los pintores ceramistas
de más prestigio: don Enrique Orce Mármol, el mismo que en el año
1922 y con motivo de la restauración del establecimiento, llevaría
a cabo la ejecución de los detalles cerámicos que adornan la
Confitería, que hoy os traigo y los cuales fueron realizados en la
Fábrica de José Tova Villalva, el cual moriría un año después y,
desgraciadamente, siguiendo los pasos del principal mentor de Orce
como fuera don Manuel Ramos Rejano.
A raíz de esta parte de la
indagación con el personal más antiguo de la Confitería, y como
comento que Enrique Orce en aquella época trabajaba para Ramos
Rejano, me aseguran recordar conversaciones en las que se decían que
estos azulejos los pintó el que al año siguiente pintaría el coche
que se encuentra en la calle Tetuán. No quise ponerlo en duda
pensando que podría tratarse de hacerle un favor a don Antonio, con
el beneplácito de don Manuel.
Y
como Sevilla y sus datos no dejan de sorprender, ese mismo año de
1885 es colocada en la Alameda de Hércules y entre las columnas de
los leones la que más tarde, con el devenir del tiempo, sería la
Pila del Pato, tan cantada, y que hoy se encuentra en la plaza de San
Leandro.
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