sábado

CUENTOS Y RELATOS

 



LA CAJA DE BOMBONES

 

Había cumplido los siete años cuando, un tanto confuso, ante él se abrió el difícil camino de la vida. El primero de los pasos fue tomar conciencia de que, mentalmente, ya no dependía de su madre: actitud, opinión y criterio, pasaban a ser elementos que tan sólo habrían, a partir de ahora, a depender de él, tan sólo de él.

Sin pensar en otra cosa más, en que aun carecía de experiencia, miró hacia atrás, y vio que aquel paisaje que estaba contemplando no tenía nada que ver con el que estaba dejando atrás. Sin saber cómo había ido allí a parar, aquella bonita y decorada caja envuelta en celofán, y con tan atractivos colores, comenzó a darle vueltas buscando ese significado que le diera un poco de luz a las aún cortas luces de su recién nacida vida en el mundo de los humanos.

Detenido frente a aquella envoltura, y aun sin una capacidad lo suficientemente desarrollada como para, en ese corto instante, poder llegar a un análisis favorable, quiso regresar a un tiempo atrás, aquel en el que cualquier acontecimiento nunca dependió de él. Pero ahora, a medida que pasaba el tiempo se dio cuenta de que su lucha habría de ser en cierta medida titánica tras aquellos recuerdos que le llegaban a bordo del vehículo de la memoria, y que su cinta virgen fuera grabando desde que viera la luz por primera vez. ¿Qué habría dentro de la caja, se preguntaba una y otra vez...?

Pasaban los minutos, las horas, los días; pasaba el tiempo, y él seguía indeciso. "Ya de mayor supo que más valía una mala decisión que una indeterminación. No obstante, este cliché-fotograma, de la película de su vida, y que él mismo escribiera antes de venir y la cual, no sólo habría de interpretar sino que también tendría que dirigirla".
Tras un extraño debate consigo mismo, dado que a esa edad no se piensa en demasía, dado que somos puro fuego, y, para él no hay fronteras, decididamente rasgó el celofán abrió la caja y pudo contemplar la belleza de una batería de bombones perfectamente alineados que se ofrecía ante sus más que abiertos ojos cuyo sobresalto se trasladó, como por arte de la más pura magia, hacia ese palatino donde queda aglutinado el más exigente de los paladares. Pero no iban por ahí los augurios del destino. La visión que tenía delante se relacionaba, al parecer, más bien con un carácter de similitud con respecto de lo que la misma, en cierta medida, habría de representar a lo largo de su existencia.

Fueron pasando los años y la caja se vio un tanto mermada; había bajado el nivel del contenido mientras había subido el nivel de la edad; ahora cumplidos los veintiuno, al igual que quedaron atrás los pantalones cortos, los juegos callejeros con los amigos de la escuela, y ya metido de lleno en la dinámica de alcanzar una meta profesional. Todo en concordancia, avanzaba a una velocidad "Star trek". La edad subía, los bombones de la caja, inexorablemente, bajaban. Nunca pensó en semejante acontecimiento, en cuanto de simbolismo encerraba aquel juego de pesas y medidas donde, por cierto, ambos eran igual de dulce. Aquel periplo ígneo (fuego), hasta ver cumplidos los veintiuno, había pasado como había transcurrido la nueva etapa que simbolizara el "agua" (sentimiento), alcanzados ya los cuarenta y dos años.

Ahora la mente humana junto a la avidez de aquel muchacho por querer vivir desmesuradamente -cosa natural a esa edad-, hacía que no le prestara atención a aquella caja de la que en un momento determinado vio como había bajado ostensiblemente su dulce contenido.

Así, una mañana y frente al espejo, se contempló mayor, observando como su cabeza comenzaba a poblarse de unas vetillas plateadas que antes no tenía. Miró el calendario al tiempo que se detenía en la caja que descansaba sobre la repisa. En un acto de puro reflejo, condicionado por la imagen que el cristal le había devuelto, la abrió una vez más, y se entristeció al contemplar cómo había disminuido su contenido. Miró de nuevo el almanaque y reparó en la fecha del día: con cierta afectación fue consciente de que había cumplido sesenta y tres años; entraba pues de lleno en la etapa en que su mente lo analizaba  todo. Era una nueva escala en su vida; la simbolizada por el elemento Aire (mental). En un momento se dio perfecta cuenta de que no sólo había dejado atrás a aquel niño loco y travieso, sino que tampoco era ya aquél joven que se creía todo cuanto le decían u oía. Ahora a todo le encontraba una razón diferente; todo tenía otro sentido, y, nuevas interpretaciones le abrían otros caminos. No, no, ya no era el pazguato. Ahora todo lo analizaba tras una profunda meditación, y se dada perfecta cuenta de en cuantas ocasiones había sido engañado debido a su incondicional entrega más absoluta. Ya no habría para él más mentiras. Se había vuelto una persona muy mental aun a pesar de lo que aseguraba su signo zodiacal tenía predestinado. Y así fue desgranando aquellas etapas, aquellos ciclos, aquellos años que al igual que a la caja de bombones se le había abierto un espacio vacío tan grande que ahora veía reducido su contenido a unas cuantas piezas; pocas, muy pocas se decía.

Al final su capacidad analítica le llevaría a desarrollar el más duro de los proyectos de su vida: estudiar la forma en que debería equilibrar tanto el consumo de sus años como el de aquellos últimos bombones. Viviría lo mejor posible lo que le quedara de vida, se dijo, y que a no mucho tardar, y siendo afortunado, le llegaría a los ochenta y cuatro años, representados por el elemento Tierra (compendio de todo lo vivido en razón de aquellos elementos como fueron: Fuego-Agua-Aire), y la fecha deseada para su regreso. Ahora ya sólo quedaba el amoldamiento a tener que ir consumiendo aquellos bombones poquito a poco. Ya no podría comer ninguno de un golpe; habría de hacerlo a mordisquitos pequeños, muy pequeños. Había llegado el momento de, paradójicamente, disfrutar de aquellos sabores, al tiempo que pensar cómo sería aquello de enfrentarse a un espejo diferente, y ante el que habría de verse exactamente tal cual quedó después de haber realizado el camino real de la vida... 


Del libro  III

 

 

 



 

 

1 comentario:

  1. Al parecer nadie quiere disfrutar de los últimos "bombones", pero yo, ya rozando el final de la caja, si lo estoy haciendo. Saludos para todos.

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