CUAL SAGITARIO PROTECTOR
“Los rayos del Sol se filtraban entre los
árboles formando como una sinfonía con sus escurridizos y alegres destellos.
Le
tenía casi enfrente y por ello no conseguía ver perfectamente el rostro de
aquél Arquero que en medio del claro del bosque se mantenía estático desde
hacía un buen rato. Con sus manos sostenía arco y flecha, flecha y arco; en ese
momento, noté como sus vigorosos brazos comenzaron a moverse; sus formas
pusiéronse tensas como la cuerda del arco, músculos y nervios adquirieron el
raudo compromiso de abandonar el estado de relajamiento que momentos antes
disfrutaban.
Allí
estaba, en medio, como un eje alrededor del cual girara el claro de aquel
hermoso bosque. Sin embargo, no lograba verle el rostro, tampoco podría
asegurar que se tratara de un hombre o una mujer; la abundante cabellera rubia
como el mismo Sol, me confundía; la magnífica figura casi atlética me
desconcertaba y desordenaba mis ideas de deducción, porque en mis largos años
de peregrinar había llegado a conocer a las amazonas, hermosas mujeres
guerreras, pero no, de ésta figura no podría asegurar que lo fuera, eso sí, no
había la menor duda de que su forma era hermosa, pero, ¿Qué era… quién era?
Nada,
absolutamente nada distraía su atención; era como si realmente fuese el eje
alrededor del cual girara todo cuanto hasta este momento se hallaba creado. No
apartaba mis ojos de aquella imagen. Ya su cuerpo había adquirido el nivel
máximo que el ejercicio del disparo para que aquella saeta de tan precisa
colocación entre la madera y la cuerda, saliera rauda a cumplir con la misión
que le fuera encomendada.
La
vista, perfectamente centrada y dirigida hacia un punto intermedio, como
necesaria pieza armónica entre la punta de la flecha y el supuesto blanco, eran
inmutables, pero, ¿cuál sería la diana, y cuales los pensamientos que guardaba
su mente…?
Perdido
entre tanta interrogante sin hallar esa respuesta que en cierto grado nos
tranquiliza, comencé a reflexionar sobre algunas palabras del Gran Khalil:
Él dijo:
“Vuestros
hijos no son hijos vuestros”
Y yo os digo:
Son los hijos de la vida con el vestido de
las circunstancias.
“Vienen
de vosotros pero no son vuestros”
Vosotros no sois más que el vehículo a
través
del cual el Padre hace que se recicle la vida.
“Y
aunque están con vosotros no os pertenecen”
No os pertenecen porque todo fue, es y será
creado por un solo Padre.
En vuestro afán de protección le daréis
todo vuestro amor, pero no podréis darle vuestras mentes, porque ellos son
dueños de su propio conjunto de pensamientos.
En vuestro seno distéis cobijo a su cuerpo
pero no a su Espíritu, porque él es como el ser amado que espera siempre a la
puerta.
Con vuestro esfuerzo conseguiréis ser como
ellos, pero no busquéis lo contrario, ni tan siquiera intentar hacerlo como
vosotros sois o fuisteis.
“Porque
la vida no retrocede”
“Que su avance, su evolución, puede estar
en la corrección de errores pasados.
“Vosotros
sois ese arco desde el que vuestros hijos, como saetas vivientes son
proyectadas hacia delante.
El Arquero ve el blanco en las sendas del
infinito, pero no lo elige, así una vez más, la saeta vuela sin sufrir
influencia alguna.
Dejad pues, que la mano del Arquero os dé
fuerzas y os transmita su Energía, porque con ella tensaréis el arco para que
su flecha pueda cubrir todas las metas; porque así como el Arquero ama la saeta
en su vuelo, así ama también al arco si este es estable.
“Cuando
abandoné la reflexión, volví a concentrarme en aquella figura. Seguía igual. Su
brazo izquierdo, como poderoso pilar de sacrificio sosteniendo tenso el arco,
levemente inclinado hacia arriba; su brazo derecho, elegante y elástico
recogido, y en su mano, con Amor, el punto de partida… Y esta llegó: En una
leve fracción de segundo, todo aquél cuerpo, toda aquella figura, vibró como la
cuerda después de haber puesto alas en aquella flecha, una saeta que voló
haciendo un círculo sobre el claro de aquel hermoso bosque que está en el
campo, y que segundos más tarde se perdía por el horizonte…”
Cuando sobre nuestro espacio natural veamos volar
una saeta, pensemos que, al igual que la “estrella fugaz”, siempre podremos
saber de dónde viene, pero nunca a donde va.
Del libro III
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