EL
PODER ES ROJO
Relato
A
Nelson Mandela
Debajo
de aquella frondosa rama por cuyo extremo tomaba vida en la hermosa
Encina, el Sol comenzaba a calentarme las piernas al haberse
desplazado; al parecer con más rapidez de lo acostumbrado, noté
cómo un cosquilleo hacía que me sintiera un poco nervioso; mucho me
había costado fabricarme aquel delicioso sillón vegetal al pie del
árbol entre el perfumado Romero y el no menos oloroso Poleo, para
que la faja ultravioleta que alteraba mi tranquilidad, hiciera que
tuviese que variar de postura.
Aquello
me incomodó, por lo que volví a buscar nueva forma y postura con el
fin de que el extremo del lecho quedara nuevamente bajo la protección
del magnifico brazo.
En
aquella actitud reflexiva, a si el Sol había corrido más que de
costumbre, o si había sido la rama que al haber envejecido más de
prisa que otras tardes, y perdida su fuerza, había languidecido unos
centímetros, me llamó la atención una paloma, que, posada justo
unos metros delante de mi parecía como si quisiera hablarme…
Me sorprendió sobremanera su plumaje, pensé que
no era propio de un animal como aquél, simplemente porque todos los
animales tienden a poseer en gran medida y por naturaleza, un
colorido propio para poder camuflarse ante sus posibles depredadores;
pero éste no, era una paloma y en cambio su plumaje era de un Rojo
intenso y bellísimo, como bello e intenso es el color natural de su
hábitat; no podía haber más contraste entre el Rojo de su pluma y
el Azul Celeste del espacio en el que se desenvuelve.
Estuvimos –creo recordar- durante algunos
minutos observándonos; era extraño su comportamiento, al menos para
mí, y en aquel momento alcé el brazo y lo agité: ¡nada…! Allí
seguía mirándome. No sé exactamente cuanto tiempo estuvimos así,
me pareció esa fracción de segundo en la cual nos vemos obligados
–a veces- a tomar una decisión definitiva –en ocasiones
negativa- en una situación no prevista, aunque sí archivada. El
caso es que cuando me di cuenta ella se había dormido sobre el mismo
lugar en el que se encontraba, y yo me dormí sobre el mismo sitial
en el que en un tiempo al parecer conscientemente descansaba y ahora
inconscientemente habría de pasar la noche.
Muy pronto, como siempre que se es ajeno a ello
llegó la mañana. Abrí los ojos y allí estaba, justo en el mismo
lugar, justo en la misma postura, no podría decir cual de los dos
despertó primero, cierto que cuando desperté ella tenía los ojos
abiertos, pero pudiera haber ocurrido que como la paloma los abre “al
golpe”, hubiéramos coincidido; y así en esta divagación caí en
la cuenta de que ayer, el disco Solar hizo mella en mi piel, y sin
embargo no había sentido la más mínima gelidez nocturna.
Nuevamente aparecía en desafío el cálido
círculo brillante por encima de las crestas cerreñas, y al chocar
contra el plumaje de mi silenciosa y espectadora compañía, lo hacía
encender más y más cual si de una antorcha se tratara.
De
nuevo comenzamos a clavar nuestras pupilas en espera de que alguno de
los dos hiciera al menos algún gesto; transcurría el tiempo, la
mañana, y nada sucedía. ¿Sería posible que volviéramos a dormir
otra vez sin…?
Me estaba preguntando esto, cuando observé que el
animalito sacudió una de sus alas. En ese momento me sentí dichoso,
algo iba a suceder, lo ansiaba, pero cual fue mi sorpresa al oír un
segundo después, un seco y corto ruido ensordecedor, giré la cabeza
hacia donde aun el eco resonaba y un amargo presentimiento inundó de
amargura el más pequeño y hondo rincón de mis entrañas.
Raudamente volví la cabeza hacia la paloma y la vi con dolor caída
de su pequeña atalaya mortalmente herida; su plumaje cobraba ahora,
curiosamente, un color Verde, hermoso como no lo había visto nunca,
y observé como su pico al haber inclinado la cabecita sobre la
tierra aun húmeda, había dejado una marca en su recorrido de
agonía, la cual dio la sensación que debía ser interpretada como
una especia de flecha, indicación que estaba en dirección hacia un
bellísimo y no muy lejano Lirio aun bañado por diminuta gotas de
rocío.
Como
desgajado del conjunto de pensamientos; como si en ese momento me
hubiese quedado desconectado de mi mundo, me levanté y lentamente me
acerqué a ella tomándola entre mis manos, aun su frágil cuerpecito
estaba caliente; un instante después en mis células sensitivas se
registró la impresión de que pesaba aun menos. De dónde llegó esa
impresión, no lo sé, lo cierto es que nunca había tenido entre mis
manos a una paloma…
Hice,
como pude, un pequeño agujero al pie del Lirio y la deposité
dulcemente, lo cubrí de tierra y mis ojos se inundaron de lágrimas.
Lleno de un más que extraño cansancio comencé a
alejarme del lugar; descendía por la sinuosa falda del monte cuando
al mirar hacia arriba contemplé una Paloma de Alma tan Blanca como la nieve, la
seguí con la mirada hasta que desapareció en la lejanía, sin
embargo, cuando su vuelo se interpuso entre mis ojos y el Sol, su
plumaje cobró un encendido color Rojo…
Precioso este relato homenaje, Santiago, al menos es diferente a todo lo que he visto hasta ahora. Marcos.
ResponderEliminarExcelente del recuerdo a Nelsón Mandela a través del relato leido.
ResponderEliminarCon él hemos seguido el viaje de la "paloma roja" cuando se interpuso como se indica entre "ojos y el Sol, su plumaje cobró un encendido color Rojo…"
Esta paloma la vimos recuperarse y volar hacia esa nación llamada Sudáfrica, donde su color rojo, ha querido envolverse en la bandera de este lugar, de seis colores, la cual; junto con la del nuevo estado Sudán del Sur, es una de las dos banderas de seis colores en el mundo.
Que esa "paloma roja", sigua nuevos itinerarios para conseguir nuevos pueblos unidos, con paz, justicia y humanidad- Paco Soler
Pues ya que así se escribe, que así se cumpla... Saludos.
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