lunes

VEINTICUATRO DE MAYO




Y me bañé en la sonrisa
del Niño que lleva en brazos.
Y la llené de caricias
al sentirme salesiano.
Y la llamé Auxiliadora
como ellos me enseñaron.
Y rendido ante sus plantas
mis fuentes se desbordaron.

De besos cubrí su trono
cuando no medía dos palmos,
más tarde... ya de mayor
aun lo sigo besando.

Cuántas tardes, frente a frente,
pasábamos sin hablarnos.
¡Cuánto Amor en su silencio,
cuánta verdad en sus labios!

Al Niño le dije un día:
¡Anda, échame una mano,
que tengo problema gordo
y no sé solucionarlo!

Y mirando hacia su Madre,
Auxilio de los cristianos,
se entrecruzaron caricias
que al mismo aire endulzaron.

Todo quedó allí resuelto;
Todo allí solucionado,
cómo podré Auxiliadora
separarme de tu lado.

Es tanto auxilio y ayuda
la que brindas a Triana,
que ya no me cabe duda
lo que a mi me comentaran...

¡No es que seas diferente,
ni seas como las demás
pero, sí... pasado el puente
te tuviste que sentar!


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