Y
me bañé en la sonrisa
del
Niño que lleva en brazos.
Y
la llené de caricias
al
sentirme salesiano.
Y
la llamé Auxiliadora
como
ellos me enseñaron.
Y
rendido ante sus plantas
mis
fuentes se desbordaron.
De
besos cubrí su trono
cuando
no medía dos palmos,
más
tarde... ya de mayor
aun
lo sigo besando.
Cuántas
tardes, frente a frente,
pasábamos
sin hablarnos.
¡Cuánto
Amor en su silencio,
cuánta
verdad en sus labios!
Al
Niño le dije un día:
¡Anda,
échame una mano,
que
tengo problema gordo
y
no sé solucionarlo!
Y
mirando hacia su Madre,
Auxilio
de los cristianos,
se
entrecruzaron caricias
que
al mismo aire endulzaron.
Todo
quedó allí resuelto;
Todo
allí solucionado,
cómo
podré Auxiliadora
separarme
de tu lado.
Es
tanto auxilio y ayuda
la
que brindas a Triana,
que
ya no me cabe duda
lo
que a mi me comentaran...
¡No
es que seas diferente,
ni
seas como las demás
pero,
sí... pasado el puente
te
tuviste que sentar!
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