miércoles

UNA VIDA DE 83 AÑOS



            ¡Cuánto se podría escribir acerca de todo un personaje como fuera Andrés Martínez de León! Su forma de ser, de entender la vida, y de jugársela; de darse a los demás sin tan siquiera pedir nada a cambio... De ser rebelde desde el momento en el que su capacidad analítica se le abre de par en par, y comienza ha hacer fluir una sabia que traerá de cabeza a todo un conjunto de formas de ser, de pensar y de actuar.
           En la sevillana, a la vez que cercana y ribereña, Coria del Río, ve la luz por primera vez, sería en la Primavera de 1895, en aquella calle (Palomar) que parecía estar predestinada para los vuelos que realizaría a lo largo de su existencia.
             A finales del XIX, en la navidad de 1896, sus padres deciden trasladarse a Sevilla ante las penurias que las familias humildes de aquella época se ven obligadas a tener que afrontar sin lo imprescindible para poder vivir con cierto desahogo. Decididamente se vienen a vivir a Triana, cuando aquél niño Andrés aun sigue manteniéndose a costa de los pechos de su madre.
         Triana lo vio crecer, y enseñándole cuanto pudo, Martínez de León, comenzó a valorar y enamorarse de los dibujos y pinturas que Gonzalo Bilbao, Zuloaga y Martín Castellanos, entre otros de aquel grupo de pintores que habrían tomado: salones y huertas del conjunto del Convento de Los Remedios como estudio propio, gracias a la luz del Sur que continuamente apreciaba derramándose por unas huertas de las que su padre era el Capataz. Andrés diría: “Todo mi mundo infantil se desarrolló en la Huerta de Los remedios, que hoy es un hermoso barrio. Junto a esta huerta, estaba el Convento del mismo nombre. Quizá de ahí arranquen muchas cosas de mi vida...”
            Una de ellas, su más absoluta vocación por el dibujo, y como reconociera públicamente: “por el dibujo con color”. Por ello en el Otoño de 1909, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. Será a partir de entonces y con un vasto conocimiento sobre todo aquello que le inquietaba, su vida se convierte en un maravilloso abanico repleto de hermosas varillas vivenciales que, poco a poco, irá adornando con una sabiduría sin parangón, donde no faltará el matrimonio que contrae con Ana Alberdi, de Triana y en su Real Parroquia de la Señora Santa Ana; un barrio que siempre apreció su incondicional entrega, por lo que agradecido le dedicó una placa a su recuerdo.
             Pasan los años, y ya dibujante y pintor de óleos e ilustrador reconocido, se marcha a la capital de España, allí se entrega a una causa en la que anteriormente no había pensado, la “politica desde fuera”, por ello aquellas colaboraciones periodísticas e ilustrativas sobre el frente y su amor internacional en contra del fascismo, le hace terminar con sus huesos en la cárcel durante unos años en los que no deja de realizar dibujos que pasa clandestinamente, madurando con firmeza sus ideas. Le apasiona el mundo del toro y del fútbol; ello lo deja muy bien reflejado en viñetas, ilustraciones, carteles, y se relaciona con esclarecidas amistades artísticas y literarias, entre ellas la que mantiene con Juan Belmonte (Amigos del Toro). Escribe historias, las cuales ilustra con su especial gracejo Andaluz, y con las que hace sonreír a una España preñada de incoherencias y tristezas, porque él la hizo ver a través de sus muchas historietas, y en particular, aquella de un entrañable “Oselito”, que siempre vivió dentro de él.










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