sábado

NAVIDAD 2012


RETAZOS NAVIDEÑOS EN UN CORRAL DE LA CABA

(Cuento)




Aquellas clásicas navidades revestían en Andalucía, sobre todo en Sevilla y aun más en Triana, un carácter típico muy especial, armonioso y desenfadado debido a aquel medio ambiente bajo un cielo sin par, siempre alegre y simpático. Frondoso vergel de bellísimas flores que al igual que en Primavera nacen en las macetas, en Invierno emergen de la cara de cualquier mujer Trianera; flores estas debidas a una atmósfera de pura y transparente claridad, y de un carácter sevillano conservando en la actualidad una relativa alegría que al fin y al cabo es el común denominador y su nota dominante.

No puedo por menos que recordar aquella alegre y a la vez típica escena, la cual contemplé embelesado y que se desarrollaba en uno de los tantos y queridos corrales de la Caba Trianera de siempre.

Ya la víspera de Navidad hacía presencia en nuestro ánimo, en nuestras calles; recuerdo que era sábado, la noche aunque fría era espléndida y en aquel patio rezumaba la algarabía.

Los vecinos deambulaban de un lado para otro enfrascados en la tarea de colocar guirnaldas y un sinfín de farolillos de colores y cadenetas de papel que para el caso todo venía bien a la hora de adornar el patio del corralón.

Un grupo de guapas mocitas ensayaban en un lateral de las pilas de uso común, vestidas con faldas de lana y toquillas del mismo paño aunque de diferentes y alegres coloridos; tocaban panderetas, palillos, zambomba y cántaro incluida, como es natural, la consabida alpargata. Se veían de una riqueza tan alegre como extraordinaria y encantadores modales, pues los destinos de aquellos villancicos no eran para menos.

En medio de aquel jolgorio ambiental se respiraba el latir jubiloso de aquellos corazones jóvenes y algunos menos jóvenes. Aquí, en este lado de Triana que es la Caba de los Gitanos, ya se sabe, cualquier fiesta sea de la importancia que sea, rápidamente se asocia con la Esperanza, y por ello otro grupo se dedicaba a embellecer el ya de por sí bello retablo que, sin duda alguna, presidía aquel patio.

En un momento se cortó el bullicio del grupo que ensayaba cuando una simpática y corralera voz lanzó al aire esta frase:

- ¡Ea, niñas! Pa jasé tanto ensayo güeno, si teniendo ar niño a la güerta de lasquina y esta Esperanza de mi arma que la veis puesto como un canastiyo de flores entoavía no sa oio ninguna copliya.

- Vamo a ve Anita, tú que ere er ruizeñó de la Caba, échate una copliya de esa que para lo reloje.

- Sí, sí; que cante Anita a la Vigen y endispué que le cante ar niño aunque no haya venío entoavía.

Verdaderamente Anita era la que cantaba mejor, pero no sólo eso, sino que además de los dieciocho años, tenía un rostro ovalado que daba cobijo a unos ojos negros rasgados, una fina nariciya y una boquita de labios de carmín que podrían ser el emblema de cualquier batalla, amen de un mata de pelo negro azabache como la misma noche.

No se dejó Anita de rogar, y saliendo del grupo con la gracia característica de la gente de Triana, se acercó al retablo, y de su alma salió esta Soleá con verdadero estilo, y el compás propio acompañado de su dulce voz:

¡Llena el Corral de alegría!

Esperanza Soberana,

y con tu luz arma mía

ilumina a tu Triana.

- ¡Jui, la grasia! Viva tu mare, y ele to lo trianero.

Todos estos piropos, y más por el estilo, resonaron al unísono, elogiando la copla, la expresión y el sentimiento conque había cantado Anita. ¿Pero cómo se entiende esto en Triana, y más en el patio de un corralón? Pues es muy fácil de entender: teniendo en cuenta que ahí todo es bondad, ayuda y sana convivencia. Aquella copla había hecho disparar lo que vino a continuación:

- ¡Anda, niña, venga con otra. -dijo una de las más viejas vecinas, añadiendo: ¡Ay si yo tuviera tusaño!

- ¡Amo allá morena! Que pa ti es la noche, y esta la vamos a viví como si ya habiera nasió er niño.

- Po sea lo que uztede digan: aquí vamo a esta hasta que se acaben los rescordos del baño. ¡allá va!

En la Caba yo he nasió

y en ella quiero morí,

serquita de mi Esperanza

clavel reventón de Abril.

- ¡Ele las mosita con salero! Viva Triana y la mare que te parió. ¡Vivaaaa!

Este viva salió tan espontáneo, que igual que ocurría siempre al llegar el alboroto a la puerta de la calle, no se podía, ni quería, evitar el que algunos vecinos de otros corrales anexos, entraran a compartir un rato tan delicioso a la luz de aquella candela, la cual se presentaba ahora con llamas tan vivas, que daba la impresión de que se había contagiado viendo tanta armonía y disfrute de los moradores de aquel Corral.

- ¡Anda Carmeliya! Acompáñala, que tú también te canturreas requetebién cuando quieres.

- Eso, que cante Carmeliya ese Villansico que ella sabe der niño, y que siempre está cantando en su partido.

Carmeliya era otra joven de unos diecisiete años; morena y muy alta que parecía tener un junco por cintura, y que era de las que tampoco se hacían de rogar, por lo que se arrancó de esta manera:

Er niño de la Vigen

viniendo está de camino,

pa jugá con la candela

aquí con tos los vesinos.

Viene a la casa de su mayore,

pa llenarla toa de sueños

alegría y resplandores.

¡Ay, niño mio!

Bien sabes tú que deseo

el verte cruzando el río.

Sonaron un sinfín de aplausos, acompañados de más piropos, cuando una jovencita de pocos años dijo: ¡Güeno! ¿Pero que va sé, to cantá? Po yo no sé cantá, pero sé bailá.

- ¿Y quien ta dicho a ti que tú no va a bailá? -dijo la abuela de la chiquilla. Y añadió: Manolita, cántale argo a la niña; a lo que la mencionada Manolita respondió: ¡ezosta hecho agüela, amos allá!

Y mientras la niña hacía bailar a sus no muy ricas enaguas alrededor de la lumbre, las llamas se reflejaban en algunos rostros agitanados haciéndoles brotar el bronce de la tez, cual si del color de la aceituna la noche tratara de hacer brillar.

Con entusiastas vítores terminó el baile,el cual finalizaba siempre en una artística postura frente al retablo de la Esperanza, que venía a ser como un saludo para ella.

En ese momento se abrió la puerta que se había quedado entornada y apareció la figura de un guapo mozo de tez morena, cabello ensortijado, y cuya altura y firmeza hacía temblar el dintel bajo del cual dijo:

- ¡A la pa e Dio! -A lo que uno de los más viejos del Corral, respondió: ¡Caramba, el “Caracoles”! Pos que él te guarde. Adelante, y añadió: ¿Y cómo tú por aquí?

- Pos ya lo ve uzte, casolidad. Pasaba serca y aloi er jaleo, me dije: mesta jasiendo farta un traguiyo de aguardiente y echá un rato con mis amigos.

- ¡Dale un vaso Manué! Y güeno, e de suponé, na ma suponé, que te echará un cantecito de los tuyo, y no te se vaya orviá que en nochegüena tesperamo como siempre con tus viejo.

      - Ya veremos, Heredia; los probes este año, no sé; es que la vieja esta mu mala con eso de la calentura, pero en fin vamo a esperá a pasao mañana a ve si pue sé. Y es que no estoy cansao de icirle a los do que sí, que me paece mu bien que den su paseíto tomando er so, que eso es mu güeno, pero que ya no tien eda pa está sentao en la zapata tanto tiempo, caquello tie mucha humedad y lo que jase es que aluego le entra la reuma.
        - ¡Güeno, güeno, eso son cosa e viejo que ya pasarán; ahora ya que has venío, diviértete un rato que güena farta jase!
        - ¡Caracoles! Cántate argo, que parece que esto sapagao un poquillo en de que bailó la niña. -dijo ahora la mujer de Heredia.
          - ¡Ea, pos allá vamo, a ve por donde empesamo y como terminamo, no ando yo mu bien de la garganta en de questoy en er muelle!
            - Y el Caracoles, mirando a una gitanilla de la que algún que otro comentario había sido la comidilla del Corral, se arrancó cantando por Soleá:

Pa que viá crusá yo er puente

si lo que quiero es Triana,

donde tengo toa mi gente

y a esa bendita gitana.




Tan enamorao de ti,

que me paese que ar mundo

sólo venío a sufrí.




No ta dao cuenta mujé

que cuando cruzo tu calle,

me se escapa to er queré

y corriendo va a buscarte.

Ante el profundo respeto que en Triana se ha tenido siempre cuando se ha oído una Soleá bien hecha, y sobre todo sabiendo por donde iban los tiros de aquella, los allí reunidos guardaron silencio entre sonrisas y miradas a hurtadillas; sonrisas y miradas que hicieron resplandecer aun más aquél rostro joven y gitano por quien el Caracoles se bebía las esquinas quedándose al descubierto.

Merchita, que así era conocida la morena y linda gitanita, se ruborizó hasta el extremo de que una de las vecinas de más edad y ya vieja en estos menesteres, sugirió:

- ¡Güeno, yasta bien de tanto paliqueo! Y a ve quien le canta arguna cosiya a Rosariyo que está loca por bailá también.

Y el Caracoles se arrancó por tangos de Triana y bulerías hasta que una vez más las blanquecinas luces del alba comenzaron a inundar el patio del Corral, donde el color de las cenizas se confundieron con los cansados rostros de aquellos vecinos payos y gitanos unidos en armoniosa convivencia.

Al día siguiente ya había nacido en Triana un niño diferente, pues era mezcla de todas las razas conocidas.

                                          OS DESEO UNA FELIZ NAVIDAD

Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO





















2 comentarios:

  1. Lástima que ese tiempo no vuelva. Nos duele a qwuienes lo hemos conocido. Enhorabuena, Santiago, por tu buen hacer. Un saludo

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  2. Pasado el día de la celebración en Sant´Ana, sólo me resta añadir ¡Qué magnífico Coro tienes! Feliz Navidad a todo el conjunto y seguir así, sonaréis muy lejos...
    brazos.

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