RETAZOS
NAVIDEÑOS EN UN CORRAL DE LA CABA
(Cuento)
Aquellas
clásicas navidades revestían en Andalucía, sobre todo en Sevilla y
aun más en Triana, un carácter típico muy especial, armonioso y
desenfadado debido a aquel medio ambiente bajo un cielo sin par,
siempre alegre y simpático. Frondoso vergel de bellísimas flores
que al igual que en Primavera nacen en las macetas, en Invierno
emergen de la cara de cualquier mujer Trianera; flores estas debidas
a una atmósfera de pura y transparente claridad, y de un carácter
sevillano conservando en la actualidad una relativa alegría que al
fin y al cabo es el común denominador y su nota dominante.
No
puedo por menos que recordar aquella alegre y a la vez típica
escena, la cual contemplé embelesado y que se desarrollaba en uno de
los tantos y queridos corrales de la Caba Trianera de siempre.
Ya
la víspera de Navidad hacía presencia en nuestro ánimo, en
nuestras calles; recuerdo que era sábado, la noche aunque fría era
espléndida y en aquel patio rezumaba la algarabía.
Los
vecinos deambulaban de un lado para otro enfrascados en la tarea de
colocar guirnaldas y un sinfín de farolillos de colores y cadenetas
de papel que para el caso todo venía bien a la hora de adornar el
patio del corralón.
Un
grupo de guapas mocitas ensayaban en un lateral de las pilas de uso
común, vestidas con faldas de lana y toquillas del mismo paño
aunque de diferentes y alegres coloridos; tocaban panderetas,
palillos, zambomba y cántaro incluida, como es natural, la consabida
alpargata. Se veían de una riqueza tan alegre como extraordinaria y
encantadores modales, pues los destinos de aquellos villancicos no
eran para menos.
En
medio de aquel jolgorio ambiental se respiraba el latir jubiloso de
aquellos corazones jóvenes y algunos menos jóvenes. Aquí, en este
lado de Triana que es la Caba de los Gitanos, ya se sabe, cualquier
fiesta sea de la importancia que sea, rápidamente se asocia con la
Esperanza, y por ello otro grupo se dedicaba a embellecer el ya de
por sí bello retablo que, sin duda alguna, presidía aquel patio.
En
un momento se cortó el bullicio del grupo que ensayaba cuando una
simpática y corralera voz lanzó al aire esta frase:
- ¡Ea, niñas! Pa jasé
tanto ensayo güeno, si teniendo ar niño a la güerta de lasquina y
esta Esperanza de mi arma que la veis puesto como un canastiyo de
flores entoavía no sa oio ninguna copliya.
-
Vamo a ve Anita, tú que ere er ruizeñó de la Caba, échate una
copliya de esa que para lo reloje.
-
Sí, sí; que cante Anita a la Vigen y endispué que le cante ar niño
aunque no haya venío entoavía.
Verdaderamente
Anita era la que cantaba mejor, pero no sólo eso, sino que además
de los dieciocho años, tenía un rostro ovalado que daba cobijo a
unos ojos negros rasgados, una fina nariciya y una boquita de labios
de carmín que podrían ser el emblema de cualquier batalla, amen de
un mata de pelo negro azabache como la misma noche.
No
se dejó Anita de rogar, y saliendo del grupo con la gracia
característica de la gente de Triana, se acercó al retablo, y de su
alma salió esta Soleá con verdadero estilo, y el compás propio
acompañado de su dulce voz:
¡Llena
el Corral de alegría!
Esperanza
Soberana,
y
con tu luz arma mía
ilumina
a tu Triana.
-
¡Jui, la grasia! Viva tu mare, y ele to lo trianero.
Todos
estos piropos, y más por el estilo, resonaron al unísono, elogiando
la copla, la expresión y el sentimiento conque había cantado Anita.
¿Pero cómo se entiende esto en Triana, y más en el patio de un
corralón? Pues es muy fácil de entender: teniendo en cuenta que ahí
todo es bondad, ayuda y sana convivencia. Aquella copla había hecho
disparar lo que vino a continuación:
-
¡Anda, niña, venga con otra. -dijo una de las más viejas vecinas,
añadiendo: ¡Ay si yo tuviera tusaño!
-
¡Amo allá morena! Que pa ti es la noche, y esta la vamos a viví
como si ya habiera nasió er niño.
-
Po sea lo que uztede digan: aquí vamo a esta hasta que se acaben los
rescordos del baño. ¡allá va!
En
la Caba yo he nasió
y
en ella quiero morí,
serquita
de mi Esperanza
clavel
reventón de Abril.
-
¡Ele las mosita con salero! Viva Triana y la mare que te parió.
¡Vivaaaa!
Este
viva salió tan espontáneo, que igual que ocurría siempre al llegar
el alboroto a la puerta de la calle, no se podía, ni quería, evitar
el que algunos vecinos de otros corrales anexos, entraran a compartir
un rato tan delicioso a la luz de aquella candela, la cual se
presentaba ahora con llamas tan vivas, que daba la impresión de que
se había contagiado viendo tanta armonía y disfrute de los
moradores de aquel Corral.
-
¡Anda Carmeliya! Acompáñala, que tú también te canturreas
requetebién cuando quieres.
-
Eso, que cante Carmeliya ese Villansico que ella sabe der niño, y
que siempre está cantando en su partido.
Carmeliya
era otra joven de unos diecisiete años; morena y muy alta que
parecía tener un junco por cintura, y que era de las que tampoco se
hacían de rogar, por lo que se arrancó de esta manera:
Er
niño de la Vigen
viniendo
está de camino,
pa
jugá con la candela
aquí
con tos los vesinos.
Viene
a la casa de su mayore,
pa
llenarla toa de sueños
alegría
y resplandores.
¡Ay,
niño mio!
Bien
sabes tú que deseo
el
verte cruzando el río.
Sonaron
un sinfín de aplausos, acompañados de más piropos, cuando una
jovencita de pocos años dijo: ¡Güeno! ¿Pero que va sé, to cantá?
Po yo no sé cantá, pero sé bailá.
-
¿Y quien ta dicho a ti que tú no va a bailá? -dijo la abuela de la
chiquilla. Y añadió: Manolita, cántale argo a la niña; a lo que
la mencionada Manolita respondió: ¡ezosta hecho agüela, amos allá!
Y
mientras la niña hacía bailar a sus no muy ricas enaguas alrededor
de la lumbre, las llamas se reflejaban en algunos rostros agitanados
haciéndoles brotar el bronce de la tez, cual si del color de la
aceituna la noche tratara de hacer brillar.
Con
entusiastas vítores terminó el baile,el cual finalizaba siempre en
una artística postura frente al retablo de la Esperanza, que venía
a ser como un saludo para ella.
En
ese momento se abrió la puerta que se había quedado entornada y
apareció la figura de un guapo mozo de tez morena, cabello
ensortijado, y cuya altura y firmeza hacía temblar el dintel bajo
del cual dijo:
-
¡A la pa e Dio! -A lo que uno de los más viejos del Corral,
respondió: ¡Caramba, el “Caracoles”! Pos que él te guarde.
Adelante, y añadió: ¿Y cómo tú por aquí?
-
Pos ya lo ve uzte, casolidad. Pasaba serca y aloi er jaleo, me dije:
mesta jasiendo farta un traguiyo de aguardiente y echá un rato con
mis amigos.
-
¡Dale un vaso Manué! Y güeno, e de suponé, na ma suponé, que te
echará un cantecito de los tuyo, y no te se vaya orviá que en
nochegüena tesperamo como siempre con tus viejo.
- Ya veremos,
Heredia; los probes este año, no sé; es que la vieja esta mu mala
con eso de la calentura, pero en fin vamo a esperá a pasao mañana
a ve si pue sé. Y es que no estoy cansao de icirle a los do que
sí, que me paece mu bien que den su paseíto tomando er so, que
eso es mu güeno, pero que ya no tien eda pa está sentao en la
zapata tanto tiempo, caquello tie
mucha humedad y lo que jase es que aluego le entra la reuma.
- ¡Güeno,
güeno, eso son cosa e viejo que ya pasarán; ahora ya que has
venío, diviértete un rato que güena farta jase!
- ¡Caracoles!
Cántate argo, que parece que esto sapagao un poquillo en de que
bailó la niña. -dijo ahora la mujer de Heredia.
- ¡Ea, pos allá
vamo, a ve por donde empesamo y como terminamo, no ando yo mu
bien de la garganta en de questoy en er muelle!
- Y el
Caracoles, mirando a una gitanilla de la que algún que otro
comentario había sido la comidilla del Corral, se arrancó
cantando por Soleá:
Pa
que viá crusá yo er puente
si
lo que quiero es Triana,
donde
tengo toa mi gente
y
a esa bendita gitana.
Tan
enamorao de ti,
que
me paese que ar mundo
sólo venío a sufrí.
No
ta dao cuenta mujé
que
cuando cruzo tu calle,
me
se escapa to er queré
y
corriendo va a buscarte.
Ante
el profundo respeto que en Triana se ha tenido siempre cuando se ha
oído una Soleá bien hecha, y sobre todo sabiendo por donde iban los
tiros de aquella, los allí reunidos guardaron silencio entre
sonrisas y miradas a hurtadillas; sonrisas y miradas que hicieron
resplandecer aun más aquél rostro joven y gitano por quien el
Caracoles se bebía las esquinas quedándose al descubierto.
Merchita,
que así era conocida la morena y linda gitanita, se ruborizó hasta
el extremo de que una de las vecinas de más edad y ya vieja en estos
menesteres, sugirió:
-
¡Güeno, yasta bien de tanto paliqueo! Y a ve quien le canta arguna
cosiya a Rosariyo que está loca por bailá también.
Y
el Caracoles se arrancó por tangos de Triana y bulerías hasta que
una vez más las blanquecinas luces del alba comenzaron a inundar el
patio del Corral, donde el color de las cenizas se confundieron con
los cansados rostros de aquellos vecinos payos y gitanos unidos en
armoniosa convivencia.
Al
día siguiente ya había nacido en Triana un niño diferente, pues
era mezcla de todas las razas conocidas.
OS
DESEO UNA FELIZ NAVIDAD
Y
UN PRÓSPERO AÑO NUEVO
Lástima que ese tiempo no vuelva. Nos duele a qwuienes lo hemos conocido. Enhorabuena, Santiago, por tu buen hacer. Un saludo
ResponderEliminarPasado el día de la celebración en Sant´Ana, sólo me resta añadir ¡Qué magnífico Coro tienes! Feliz Navidad a todo el conjunto y seguir así, sonaréis muy lejos...
ResponderEliminarbrazos.