lunes


                                                     MALDITO OLVIDO
 

En un pasillo cualquiera, de un hospital cualquiera, de una ciudad cualquiera.

¿Que hace un abogado como tú, sentado al lado de una camilla con un enfermo?
Ha dejado de ser un enfermo... ¡Está muerto!
¿Y eso...?

Verás, pasaba por aquí en dirección a la cafetería, cuando observé que esté hombre con poca voz y el brazo levantado llamaba mi atención. Me dirigí hacia él y con voz muy leve me solicitó un móvil o mejor una grabadora. Sabes que siempre, por mi actividad dentro del hospital,llevo una conmigo. Se la acerqué, y tomándola con las pocas fuerzas que le quedaban, imagino, me dijo que quería dejar dicho algo. Ya he dado aviso para que venga el médico Forense pero, hace dos horas que lo estoy esperando...

Me llamo Saltman Distriek, comenzó diciendo, y soy húngaro. No tengo a nadie. Soy un inmigrante llegado hace dos años. Vivo solo, en un pequeño apartamento, y no sé como he venido a parar aquí. Supongo que habrá sido por lo que voy a contar:

“Esta madrugada, en mi casa, comencé a encontrarme mal. Aguardé hasta la mañana por si fuera algo pasajero. Por la mañana, a eso de las ocho, persistían mis temores de que algo no funcionaba bien en mi organismo. Me levanté, y a duras penas me dirigí al médico de guardia del ambulatorio. Hacía dos día me habían dado el resultado de una analítica que, al parecer, estaba normal, por lo que decidí llevármela.
Estando en la sala de espera, pasó mi médico, el cual al verme, me preguntó que hacía allí. Al explicárselo, me dijo que fuera a su consulta que, aunque no tuviera cita, me atendería en cuanto entrara. Esperé y esperé, mientras entraban algunos pacientes citados. Pasada una hora salió y me hizo entrar arguyendo que se le había olvidado.
Al preguntarme que era lo que me ocurría con exactitud, le conté como había pasado la noche, y que me encontraba con fiebre, así como los brazos cada vez más hinchados y con una serie de manchas negras, las cuales inspeccionó con todo detalle. Le mostré los papeles del análisis, y sin mirarlos siquiera, me dijo que eso no era nada grave, limitándose a darme un volante para enfermería y que me pusieran una inyección.
Agradecido, y no sin dificultad, ya que me ahogaba bastante, me dirigí a la planta baja, a enfermería y allí me dijo el ATS,que se trataba de ponerme una inyección a recomendación del doctor, el cual pedía que me la pusieran urgentemente dada que la inflamación continuaba. Tras esperar un buen rato, no recuerdo cuánto, salió el enfermero y me hizo pasar pidiéndome disculpa ya que se le había olvidado.
Después de la puesta de la inyección, la cual se suponía habría de tener una reacción inmediata y favorable, y tras no entender porque esto no era así, me remitió al médico nuevamente, tras haberlo llamado previamente dándole la información pertinente acerca de la reacción negativa.
De nuevo subí a la consulta e intenté entrar, pero estaba ocupado con otro paciente en revisión por lo que me dijo que esperara un momento, que saldría enseguida para hacerme pasar, ya que entre otras cuestiones nos unía alguna amistad.
Transcurrida más de una hora, las personas que estaban esperando le dieron aviso al médico de que afuera había un hombre con muy mal aspecto. Cuando salió el médico yo ya no estaba. Había pasado por allí una enfermera la cual llamó a otra, y entre las dos me bajaron a la sala de recepción con idea de pedir una ambulancia que me llevara al hospital.
Pasadas las tres de la tarde, y cuando la auxiliar de recepción cambiaba el turno, la entrante, al verme allí solo y en una silla de ruedas, me preguntó que hacía allí. Le expliqué el caso y me dijo que la auxiliar saliente tenía allí mi nota pero, que se le había olvidado llamar al servicio de ambulancias. Me pidió perdón en nombre de la compañera y, llamada la ambulancia, esta se presentó pasadas las cuatro de la tarde ya que había olvidado el nombre del ambulatorio que le habían dado por radio, y que preguntado de nuevo, por el mismo medio, ya tenía la dirección correcta.
Una vez en la ambulancia el médico de urgencia pidió una mascarilla con el fin de aplicarme oxigeno al observar que la hinchazón le alarmaba, que en su grado de avance podría presionarme los pulmones, y de ahí mi dificultad para poder respirar. La ayudante le comentó al chófer que aligerara ya que se había olvidado de reponer el bote de oxígeno así como de repasar algunos instrumentos propios del servicio de UCI.
Con la llegada al hospital se limitaron a preguntarme si tendría la tarjeta sanitaria, y si me acompañaba algún familiar, o algún teléfono a quien llamar. Al darles una negativa total, me pasaron a este pasillo en el cual me recogerían para llevarme a alguna consulta. Yo apenas podía ya respirar.
En diferentes momentos hice señales con la mano, a lo que y en forma de susurro oía: ¡Tranquilo, ahora viene el médico!
Pasaba el tiempo. Estaba claro que se habían olvidado de mi; hasta que un buen hombre, acercándose a mí, y atendiendo mi petición me ha dejado este aparato donde estoy dejando este desgraciado suceso aunque, lamentablemente, no puedo seguir porque quisiera también descargar mi conciencia pero, ya creo que no me dará tiempo. Me gustaría decir que fui...”

Eran las nueve de la noche, pasadas.

Bien, no lo entiendo pero... Aun me estoy preguntando que haces tú sentado aquí, al lado de una camilla en la que yace un hombre al que no conoces y al que, además, no te une parentesco alguno, creo yo...
Ya te lo he dicho. Este hombre ha muerto y no puedo irme, ya que no hay forma de quitarle la grabadora, pues la tiene agarrada con tal fuerza que es imposible. Debe de ser algo así relacionado con el “rigor mortis” del que hablan los especialistas.
Sí. Si todo eso lo entiendo perfectamente pero, ¿Tú que interés tienes? Sí, ya sé que te dedicas a ofrecer tus servicios a algunos accidentados al objeto de cuando ellos pueden cobrar una indemnización llevarte una comisión, pero por lo que has oído, él no tiene a nadie.
Bueno tengo grabado su nombre, el cual no recuerdo ahora mismo, y entonces investigaré...
Bueno, amigo, allá tú y tú trabajo. ¡Mira, por ahí viene el médico forense...!

¡Disculpen caballeros pero, se me había olvidado el aviso! ¿Que es lo que ocurre?

Informado debidamente, el medico dio las órdenes oportunas para que se llevaran el cuerpo a la sala de autopsias, ya que manifestó la necesidad de hacérsela con idea de saber que habría podido suceder. Tras recuperar la grabadora, no sin cierta dificultad, me hizo acompañarle a su despacho con el fin de poder realizar el correspondiente informe en razón de cuanto le iba contando por el camino, pero cual no sería mi sorpresa cuando abrimos la grabadora para dejar constancia de cuanto yo relataba; El médico y, yo, principalmente, nos dimos cuenta de que se me había olvidado poner una cinta nueva en la Casette.

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