sábado



LA CHINA


                Aquel inmenso y bello mar, bañaba aquella extraordinaria y hermosa playa, bañaba sus doradas arenas y de vez en cuando las vestía de blancas gasas con encajes nacarados.
                Aquella tarde y como siempre, rodeada de seres iguales que yo pero, a los que llamo con el nombre de “guijarros”, me encontraba con aire expectante, ansiosa, mirando el bello mar.
                Recordaba aquel día en que la marea subió tanto que llegó a bañarme a mí también; cuan a gusto me sentí, cuanto relax producido por aquellas espumas.
                Que feliz me sentía. Día tras día, aquellas verdes y acariciantes aguas aseaban mi lisa superficie, la cual relucía bajo los rayos del sol ante la mirada impresionada de unos y otros.
                Desde aquella tarde sigo expectante y ansiosa, pues son ya muchas en las que espero que la marea vuelva a llegar hasta mí nuevamente, refresque y limpie mi superficie, suciedad producida por la cantidad de inmundicia que se amontona en mi entorno sobre la playa.
                Esta tarde estoy triste… muy triste, pues la marea ha vuelto a bañarme, pero no me han limpiado bien; es una marea de un color diferente, raro y oscuro, carece de espumas y aunque su olor no es del todo desagradable, a mi no me gusta mucho.
                El sol ya va buscando de nuevo aquella rara y lejana raya tras la cual se oculta cada día. Ya es tarde… hoy tampoco vendrán a limpiarme, tal vez mañana…

1 comentario:

  1. Es un relato breve muy bonito y cargado de significado para el que quiera leer más allá de las palabras. Y aunque yo sé que aunque a su lectura hay que darle un valor espiritual, bien podría también uno tomárselo, hoy en día, como un mensaje medioambiental: un SOS de la Madre Natura.

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