martes



EL FRÍO


            Aquel día, como tantos otros, estaba situado en mi altozano, vigilante y atento. Sabía que iba a venir, sabía que iba a llegar. Recibí una llamada, una llamada extraña, muy extraña, una llamada única, como cuando el viento llama hasta que aparecen las nubes, como cuando el viento llama hasta que aparece la lluvia.
            Seguí esperando, vigilante y atento, hasta su llegada, no sabía cuanto tiempo tendría que estar allí, no lo sabía pero, esperé situado en mi altozano hasta que llegó la noche.
            Amaneció con un sol anaranjado y fuerte que poco a poco se fue volviendo rojizo, más y más rojo, hasta convertirse en amarillo y después en un blanco brillante.
            Volvió la noche, fría, espesa y negra. El frío era tan intenso que me convirtió en frío. Pasó la espesa y negra noche. Convertido en frío, temía que viniese el amanecer, temía que viniese el sol, temía que viniese el día. Poco a poco comencé a apreciar la llegada del día, porque un poco de calor entró en mí, un poco de calor entró en el frío, y una leve luz inundó el sitio, aquel sitio donde me encontraba, vigilante y atento.
            Otra vez la noche, otra vez el frío. Quizás durante el día, durante el largo día también fuera yo, también fuera el frío, pero me gustaba la noche, porque el frío me convertía en frío.
            Un día, durante mi espera, entre el sol y yo, el sol anaranjado, el de la mañana, se extendió como una larga y blanca alfombra, como un largo y blanco camino que se elevaba desde el altozano. Empecé a ascender, a subir despacio, tan despacio que me pareció que era la alfombra la que se movía y no yo; me empujaba inexorablemente hasta el sol, a mí, al frío. Poco a poco aquella esfera anaranjada se iba acercando más y más, cada vez tenía menos frío, cada vez era más pequeño, cada vez estaba más cerca del sol, cada vez estaba más lejos del frío. La alfombra de prisa, más deprisa. El disco naranja, rojo, la alfombra deprisa, el disco rojo, amarillo, deprisa, más deprisa, el disco amarillo, blanco, deprisa más deprisa hasta…
            Estaba en el disco, dentro de la esfera incandescente, yo, el frío, en el disco blanco, fundido y aprisionado en él.
            Había estado esperando allá arriba, en mi altozano, vigilante y atento la llamada, pero no había acudido… había ido yo hacia ella…

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