domingo

CUENTOS Y RELATOS

 


PARA RECORDANDO EL PASADO,

MEJORAR EL PRESENTE.


Cuando se encontró con ella, él ya sabía a que estaba obligado por la evolución de una especie de céfiro que, aunque algodonoso, se apreciaba con cierta carga de negatividad, y que quedara de forma latente observado a su alrededor.

Tras un primer contacto emocional, pudo comprobar, a través de su reacción, y  ante lo inesperado de su comportamiento, toda vez que él era para ella un desconocido que pudo captar como se desmoronaba aquel conjunto de sentimientos encontrados en razón de un más que desequilibrado y profundo estado de ansiedad. Él le ofreció su mano, y ella, mirándolo fijamente, la tomó rauda y sin el menor gesto de desaprobación, aguardando unos minutos en silencio, sin apartar la mirada de sus ojos. A partir de entonces algo debió de transformarse en su interior haciendo que, justo en ese momento, las lágrimas acudieran a sus ojos, derramándose de forma tan sensible como incontrolada, y, sin embargo, ella brillaba o al menos, a él se lo parecía; o acaso era su mente la que deseaba que así fuese tras aquellas manifestaciones llenas de la más absoluta vulnerabilidad…

Así estuvieron largo tiempo: entre confesiones, confidencias y un sin fin de aquellas recomendaciones que él, considerándose utilizado como vehículo enviado desde alguna  otra dimensión, le daba y repetía una y otra vez con el solo fin de sacarla momentáneamente de aquellos instantes en los que su permeabilidad era, a su juicio, de lo más preocupante.

En un acto y puro reflejo, que tan sólo produce la necesidad de encontrar en tan duros momentos la más entrañable de las conexiones extrasensoriales, se abrazó a él sin importarle en absoluto  aquella situación por la que toda la sociedad venía padeciendo con motivo de la pandemia a la que ésta recomendaba se guardaran las lógicas distancias por temor a los consabidos contagios víricos.

Como si se encontraran en el interior de una burbuja en la que nada ni nadie pudiera penetrar, él le expuso, a modo de recomendación, su pedagógica y terapéutica leyenda del "Caballero Blanco y el Caballero Negro", muy útil en situaciones como a las que ella se acababa de referir y que, al parecer, se entrelazaban entre sí con aquellas otras que, de orden familiar, formaban una urdimbre o tela de araña de la que, debido a una alta y fuerte incomprensión, se veía incapaz de poder escapar.

Él, tras escucharla atentamente, y saliendo de su boca cuanto su interior le iba transmitiendo, ella, conforme iba tomando conciencia de cuanto, con todo amor, le iban diciendo, se fue relajando hasta el extremo de, mediante un nuevo y largo abrazo, entender que debía dar por terminada aquella conexión con el fin de que ésta no se saturara.

Deshecho aquel fructífero y revitalizante abrazo, y ante el ofrecimiento de una incondicional ayuda, en cualquier momento, por parte de él ante una necesidad de orden emocional, se produjo una tierna despedida en la que quedaron claras las intenciones de ambos. Él, mantener su promesa; ella, prometer cumplir con aquello que entendió era lo mejor para salir del laberinto...


Del libro III

 

 

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