MIGUEL DE UNAMUNU Y JUGO
(Apuntes para un concierto desconcertante)
Miguel
de Unamuno y Jugo, fue un escritor,
filósofo y poeta, de la llamada Generación del 98. Nació en Bilbao, en 1864,
comenzando sus primeros pasos escolares en un colegio privado, el de San
Nicolás, situado en una buhardilla.
Al
acabar sus primeros estudios y a punto de entrar en el instituto, asistió como
testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, ello quedará reflejado en su primera
novela, Paz en la guerra (1897).
La siguiente etapa en la vida académica de
Unamuno fue en 1875, fecha en la que realizó su examen de ingreso en el
Instituto Vizcaíno para cursar el Bachillerato.
Obtuvo la calificación de notable en las tres asignaturas. Unamuno describió con gran viveza este periodo
formativo de su vida en sus Recuerdos de niñez y adolescencia (1908), y del que existen
distintas versiones escritas, pues el autor refundió diversos artículos
publicados sobre el tema entre 1891 y 1892.
En septiembre de 1880 se traslada a
la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y Letras. En
1883, a sus diecinueve años, finaliza sus estudios y realiza el examen de Grado de
dicha licenciatura obteniendo la calificación de sobresaliente. Al año siguiente, se doctora con una tesis sobre
la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de
la raza vasca.
En
1888, oposita en
Madrid a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética vacante en el Instituto de
Bilbao; Polemizó con Sabino
Arana, que iniciaba
su actividad nacionalista, ya que consideraba a Unamuno como vasco pero
«españolista» debido a que Unamuno, que ya había escrito algunas obras en euskera, consideraba que ese idioma estaba próximo
a desaparecer y que el bilingüísmo no era posible.
En
1894 ingresa en la Agrupación
Socialista de Bilbao y
colabora en el semanario, La Lucha de Clases de esta ciudad; en 1895 aparece su
primera colección de ensayos, En torno al casticismo, que tendrá segunda edición en 1916.
Abandona el partido socialista en 1897 sufriendo una gran depresión: refleja
algo de su crisis espiritual en su tragedia La esfinge,
escrita en 1897 aunque solo estrenada en 1909. De esta coyuntura surge el grupo de "los
tres" (Azorín, Baroja y Unamuno) y la ya citada Generación del 98, que ofrecerá una visión subjetiva (artística: narrativa y
poética) de la decadencia inspirada en los estudios objetivos del
regeneracionismo, buscando en diversos viajes por el país la España real, lo
que Unamuno llamará en los ensayos de 1895 tradición eterna.
En
1900 el ministro lo nombra, con solo
treinta y seis años de edad, rector de la Universidad de Salamanca por primera vez, cargo que llegó a
ostentar tres veces.
Creó una cátedra de Filología comparada que terminó rigiendo él. En 1902
publica la novela Amor y pedagogía, una crítica severa al pensamiento
educativo del positivismo y a la represión de todo impulso
natural. Con motivo del tricentenario de la publicación del Quijote (1905), publica su poco ortodoxo
ensayo Vida de don Quijote y Sancho sobre el heroísmo y el
erostratismo, y recibe la Gran Cruz de Alfonso XII.
En
1909 logra estrenar su obra teatral en Las Palmas, su tragedia La esfinge.
Viaja por España y Portugal y en 1911 publica Rosario de sonetos
líricos, Por tierras de Portugal y España, Soliloquios y
conversaciones y Una historia de amor; en 1912 aparece una colección
de ensayos, Contra esto y aquello. Aparece publicada La venda (1913) la
primera de sus obras filosóficas importantes.
En
1917 publica su novela Abel
Sánchez. Una historia de pasión.
Al año siguiente (1918) es elegido concejal del ayuntamiento salmantino y
estrena sin éxito en el Ateneo su tragedia Fedra.
Miguel
de Unamuno se presenta candidato a concejal por la Conjunción Republicano-Socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931, resultando elegido. El 14 de abril, es él
quien proclama la República en Salamanca: desde el balcón del ayuntamiento, el
filósofo declara que comienza «una nueva era y termina una dinastía que nos ha
empobrecido, envilecido y entontecido».
La
República le repone en el cargo de rector de la Universidad salmantina. Se
presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por
la candidatura de la conjunción republicano-socialista en Salamanca,
su ejercicio durará sólo dos años. En el ámbito intelectual, al parecer, no le
caía bien a nadie.
Al iniciarse la guerra civil, Unamuno apoya a los rebeldes: quiere ver en los militares alzados a un
conjunto de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva del país.
En el
verano de 1936 hace un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen
a los sublevados, declarando que representan la defensa de la civilización
occidental y de la tradición cristiana, lo que causa tristeza y horror en el
mundo, según el historiador Fernando García de Cortázar.57
Azaña lo destituye, pero el gobierno de Burgos le repone de nuevo en el cargo.
Sin
embargo, el entusiasmo por la sublevación pronto se torna en decepción,
especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca. A principios de
octubre, Unamuno visita a Franco en
el palacio episcopal para suplicar inútilmente clemencia para sus amigos
presos.58
Salvador Vila es ejecutado el 22 de octubre, mismo día en que Unamuno fue
destituido como rector por orden de Franco.59.
El escritor vasco, ya desencantado de las consecuencias del pronunciamiento
militar, llegaría a atribuir (en comunicación privada a un amigo) el origen del
«estúpido régimen de terror» que imperaba en la zona
nacionalista a
«el maridaje de la mentalidad de cuartel con la de sacristía».60 Y
en los apresurados apuntes manuscritos para El resentimiento trágico de la
vida. Notas sobre la revolución y guerra civil españolas, pasando revista a las
víctimas de la violencia, varias de ellas cercanas a él, escribió:
Miguel
de Unamuno, desde su puesto como Rector acabaría arrepintiéndose públicamente de
su apoyo a la sublevación. El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la
Universidad, durante el acto de apertura del curso académico que coincidía con
la celebración de la Fiesta
de la Raza, se
enfrentó públicamente al general Millán-Astray, que había pronunciado unas graves
palabras contra los intelectuales. A ellas responde: Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza
bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para
persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me
parece inútil pediros que penséis en España.
Los
últimos días de vida (de octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, de
resignada desolación, desesperación y soledad.
El 20 o 21 de octubre, manifiesta en una entrevista: “Tan pronto como se
produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a
él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental
cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en
territorio nacional, ventilando una guerra internacional. En tanto me iban
horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel
debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura
con cierto substrato patológico-corporal. Las inauditas salvajadas de las
hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica
barata. Y dan el tono no socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas, ni
anarquistas, sino bandas de malhechores degenerados, excriminales natos sin
ideología alguna que van a satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología
alguna. Y la natural reacción a esto toma también muchas veces,
desgraciadamente, caracteres frenopáticos. Es el régimen del terror. España
está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del
suicidio moral. Insisto en que el sagrado deber del movimiento que
gloriosamente encabeza el general Franco es salvar la civilización occidental
cristiana y la independencia nacional, ya que España no debe estar al dictado
de Rusia ni de otra potencia extranjera cualquiera, puesto que aquí se está
librando, en territorio nacional, una guerra internacional. Y es deber también
traer una paz de convencimiento y de conversión y lograr la unión moral de
todos los españoles para restablecer la patria que se está ensangrentando,
desangrándose, envenenándose y entonteciéndose. Y para ello impedir que los
reaccionarios se vayan en su reacción más allá de la justicia y hasta de la
humanidad, como a las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda formar
sindicatos nacionales compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el
terror a que se alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste
cosa sería que el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se
quisiera sustituir con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre
totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo”.
Murió
repentinamente, en su domicilio de Salamanca el 31 de diciembre de 1936, y
murió cansado de luchar, no contra nadie sino contra sí mismo. Particularmente
entiendo que ello será lo que debería guardar la historia acerca de un
intelectual del que se desprende fue: Cal y arena, luz y oscuridad, incienso
nocivo, clavel y aguardiente, sacrificio y terror, para al final preguntar
¿Quién fue realmente Miguel de Unamuno…?
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Muy interesante este artículo
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