La Musa y el Autor
MUSA.- Gracias por llamarme; Gracias por acordarte de mí, y sacarme de este
letargo del que hace ya bastante tiempo nadie invoca mi presencia.
¿Acaso tú
sabes a que puede ser debido el haber estado tanto tiempo prisionera en las
sombras del abandono?
Muchas
noches, me preguntaba: ¿Dónde estarán? Y me respondía yo misma, como queriendo
encontrar una razón que amortiguara este dolor que, a veces, me consume... “¡Es que ahora no te llaman porque están
entregados a otros menesteres en los que, al parecer, tú no eres necesaria”!
También he
llegado a pensar: ¿”Me estaré haciendo vieja”? Pero no, eso no debe ser pues aún
me siento joven, y lo que es mejor, me siento romántica, aunque triste pero,
primaveral... ¡Ah! Quizás sea eso; Es posible que se haya perdido ya el
romanticismo... No, no lo creo, porque en el alma de los poetas siempre anida
la primavera, y siempre habrá alguna pluma en espera de mi aparición después de
su llamada pero, ¡claro, si no me llaman...!
AUTOR.- Nada de eso, mi querida Musa; Ni estás vieja, ni pasada. Lo que ocurre
es que hay tantos intereses para montar una obra, que sólo con el olor de la
materia ya gira la rueda sin necesidad de ti, sin tiempo para llamarte y mucho
menos para esperarte...
Desgraciadamente
ya los artistas no realizan lo que sienten, sino aquello que les encargan
aunque, afortunadamente, aún quedan algunos bohemios... ¡Pero no te preocupes,
yo siempre te llamaré... te necesito...
Jean A. Dominique Ingres (París 1810)
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