PARAFRASEANDO A PUEBLO CERCANO
Mucha gente sigue preguntándose aún, ¿por qué escribí casi
siempre acerca de esa hermosa realidad que nunca dejará de ser mi Triana? Si lo hice e intenté hacerlo con tanta
precisión es, sin el menor género de dudas, porque reflejaba perfectamente la
forma que quise darle a mi propia vida. Nunca, afortunadamente, le cerré
la puerta de mi humilde conocimiento a su gente, mi gente, para que supieran de
ella o al menos acerca de aquellos detalles o parcelas de su historia que
algunos ignoran. Durante muchísimos años estuve continuamente escuchando sus
latidos, sus quejas directa o indirectamente, a través de otros personajes para
nada inimaginables. Observé con el mayor anhelo sus calles y plazas, sus
rincones y sus azoteas, su individualidad y sus colectivas unidades.
Me acerqué a sus hombres y mujeres para seguir
incansable, de forma continuada, bebiendo de unas plumas que escribían sobre
amores y desamores, misivas reivindicativas, y confesiones que, a veces, no
encontraban respuesta, y, en cambio sí, la penitencia absurda e irracional de
un desconocimiento.
Paseando por su muralla, me recreé viendo el arrullo
de los enamorados. No puedo negar que también vi a gente de un vivir
reprobable, como a muchos de sus adolescentes jugando con la imaginación. Casas
de vecinos y corrales me abrieron sus puertas. Procesiones recrearon mis
retinas para más tarde hacer de esas secuencias una realidad de
privilegios. Imaginarios galeones y rocieras caravanas con multitud de
colores fueron desfilando por sus calles dejando el sabor de lo que siempre
será armonía surcando un Guadalquivir sin fronteras, y un deslizarse hasta
caminos polvorientos donde se cruzan cauces de otros tiempos que, través de los
siglos y continentes, se irán esfumando al capricho en razón, siempre, de un
estado de ánimo diferente, pero siempre abierto; aluciné con los desmanes de
los que mandan y de las propuestas que, aun aceptadas, no consiguieron
hallar feliz término en razón de algo que se desconoce; y fui testigo de la
sumisión de nobles almas. Llegué a inclinarme, de tal manera, sobre
personas que dormían en sus lechos de gloria utópica, que es realmente
imposible hayan sido ajenos a mi desaliento sobre sus propios e indefinidos
cerebros. A veces, creí haber llegado a saber incluso hasta de sus sueños y
ensueños más entrañables.
Mi cuarto de trabajo estuvo abarrotado de personajes,
rincones, pasajes, recuerdos y momentos que quedaron esperando a ser llevados
al papel; a veces a lomos de mi pluma, a veces directamente al del Ordenador.
Personas imaginarias unas, y reales otras aunque todas deseosas de que
les diera una vida; que me gastaron bromas pesadas y me jugaron malas pasadas
en su afán de que las sacara de su corta o larga hibernación, y diciéndome:
¿Cuándo me toca a mi? Tuve que elegir, y elegir bien; en aquellos tiempos
hubo una marea a la espera de que no lo hiciera, a su juicio, correctamente, me
consta, y no me duelen prendas el decirlo abiertamente pues no hay más que
reparar en las estadísticas de mi blog y ver el capítulo comentarios etc.
De esta forma cuando ya había elegido, tanto si el trabajo era largo o corto,
unos dejarían pasar unas horas, otros sabrían que hasta dentro de unos
días tendrían que estar tranquilos; sabía perfectamente que una vez
transcurrido ese tiempo habrían de volver a formarme la bulla a la espera de la
elección.
De vez en cuando, a lo largo de todos esos años, he levantado la cabeza del folio con su correspondiente final terminado un libro, un capítulo, un cuento, una historia, o una bella concatenación de imágenes y poemas representativos del Espíritu de su gente y sus quehaceres diarios, al detenerme para pensar con calma después de una escena o simplemente el tiempo invertido a la búsqueda del término o la palabra adecuada, y, entonces, como siempre, veía su cara de "mujer" madura detrás de una multitud que si la engañan es porque ella es como es y, lo saben. Una cara familiar, tez morena, moño azabache prendido por una moña de jazmines, tras su delantal. Ojalá mi mente se mantenga lúcida por siempre para ella.
De vez en cuando, a lo largo de todos esos años, he levantado la cabeza del folio con su correspondiente final terminado un libro, un capítulo, un cuento, una historia, o una bella concatenación de imágenes y poemas representativos del Espíritu de su gente y sus quehaceres diarios, al detenerme para pensar con calma después de una escena o simplemente el tiempo invertido a la búsqueda del término o la palabra adecuada, y, entonces, como siempre, veía su cara de "mujer" madura detrás de una multitud que si la engañan es porque ella es como es y, lo saben. Una cara familiar, tez morena, moño azabache prendido por una moña de jazmines, tras su delantal. Ojalá mi mente se mantenga lúcida por siempre para ella.
Glorieta de Los Hermanamientos. Los Palacios y Villafranca, Sevilla.
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