LA TRADICIÓN NAVIDEÑA
Hubo un tiempo en el que
Dios,
cansado de
la aflicción
que a los
hombres apenaba,
fue y tomó
una decisión:
Y fue así
como contento
buscó por el
firmamento
la estrella
más diamantina,
mas al
tenerla en sus manos,
y a pesar de
tanto brillo,
no vio
carácter humano,
por lo que
aquel plan trazado
se le cayó
de costado,
se le
deshizo en añicos
al tiempo
que, sonriendo,
pensó: ¡este
no es el camino!
“He de
buscarle a los hombres
un Hombre
que los redima,
que los
limpie de pecados
si es que
los hombres quisieran
quedar de
nuevo limpiados”.
Y fue así
como a la Tierra
vino a
buscar una hembra
capaz de
engendrar al Hijo
producto de
aquella idea.
No tuvo
necesidad
de muchos
experimentos,
ya que le
bastó un momento
para darse
entera cuenta
de que la Tierra tenía
lo que
estaba Él pidiendo:
Una mujer
tan sencilla,
tan como la
luz del día
que de
intenciones se llena
como Blanca
letanía.
“¡Albricias!
ya la encontré.
Ella será la
Mujer
que mi idea
pretendía;
el lugar
será Belén,
y Ella,
llamarse María,
María de
Nazareth”.
Y fue María,
doncella
de apenas
catorce años;
Una Niña,
¡vive Dios!
Y en la que
todo el Amor
se
concentraba sencillo;
Un Amor
inmaculado,
difícil de
comprender
en estos tiempos que corren,
y que no sé
si podré
definirlo
exactamente,
y es que hoy
nuestra mente
no es capaz
de asimilar
que exista
en el mundo alguien
que se pueda
comparar
a aquella
Mujer de bien
que tan sólo
era una Niña
natural de
Nazareth.
La más bella
criatura
que la
Tierra conociera.
Su cara
resplandecía
como el
campo en Primavera.
Sus manos,
un ramillete,
de diez
florecillas frescas.
Sus ojos, el
Sol y la Luna
brillando
entre las estrellas.
En su
mirada, ternura.
En su
palabra, canela.
Y en su
decir la dulzura
que a aquél
ángel conmoviera,
llenando de
felicidad,
de jubiloso
contento
tan
universal momento
de la
historia Universal.
Pero, Dios
se preguntaba:
“Aun
sabiendo que soy Dios,
¿Cómo le
explico a esa Niña
que ha de
parir a un Hijo
sin que su
entraña se tiña?
“Qué a pesar
del casamiento,
no podrá
relacionar
su cuerpo
con otro cuerpo.
Que será
Obra Divina
la que
bajando a su mente
y dejándola
dormida,
hará posible
el momento
de llamarla
Concebida”.
Y como Dios
es la Luz,
y la Luz se
ve enseguida,
mandó llamar
a Gabriel
a su
presencia Divina...
Corrió
Gabriel por el cielo,
con la idea
presentida
de que
ocurría algo grande,
sino ¿a que
venían las prisas?
“Vuela por
el firmamento,
no te
entretengas y enfila
la tierra de
Nazareth,
y a la Muchacha
elegida
dile que
espero de Ella
que me
dedique su vida;
que se
entregue en sacrificio
al Amor de
Dios, sumisa,
ya que de
toda la Tierra
fue la Mujer
escogida”.
Llegó no se
sabe como,
San Gabriel a la Doncella,
y su cintura
de Rosa
tan tierna,
tan primorosa,
se llenó de
Sol y estrellas.
Se llenó de
tantas cosas,
a cual más
radiante y bella,
que hasta
las olas del mar
tuvieron
celos de Ella,
contemplando
una hermosura
tan
delicada, tan tierna.
“¡Dios te
Salve, María!
Llena eres
de Gracia,
el Señor es
contigo,
y Bendita tú
eres
entre todas
las mujeres
que habitan
en esta tierra”.
Y la Niña se
sintió Reina;
se sintió
sendero y puerta
por la que
Dios entraría
para aliviar
nuestras penas;
para aliviar
a los hombres
de tan
terribles condenas.
Todo se llenó
de Gracia
entusiasmando
la escena
con voces
nunca escuchadas
y músicas no
terrenas.
Cumplió la
misión Gabriel;
la cumplió a
pie juntillas,
con una luz
tan brillante
que turbaba
a la Chiquilla.
Mas ésta
que, aunque confusa,
a la vez que
sorprendida,
resuelta y
mirando al ángel
le manifestó
enseguida:
“¿Y cómo
podrá ser ello
si no
conozco varón
con el que
estar prometida?
Si jamás
hubo hombre alguno
al que
entregara mi vida”.
“María, no
te preocupes,
que cuando
llegue el momento
conocerás a
ése hombre;
será, el que
Dios elija,
y así
cumplir la escritura
de aquél
Profeta Isaías.
No temas de
lo que ocurre
alrededor de
tu vida,
y confía en
el Señor,
¿no ves que
te necesita
para hacer
venir al mundo
a quién al
mundo redima?
Será pues,
su Redentor,
Liberador y
su Guía.
“Y en la
grandeza de Dios
a quien todo
se confía,
mira a tu
prima Isabel,
en cinta
desde hace días
a pesar de
aquella edad
que los
doctores porfían.
Tu prima
Isabel traerá
al hijo que,
Mensajero,
delante del
tuyo irá
anunciando
al Universo
el camino de
la Paz
que reinará
entre los pueblos”.
Y aquella
Niña de Sol,
y por la Luz
ya cautiva,
dirigiéndose
hacia el ángel...
“Si Dios es
capaz de todo,
yo por Él
daré mi vida,
le daré mi
corazón,
y al hombre
que me designe
le daré mi
bienvenida
poniendo en
ella mi Amor.
¡Hágase en
mi su Palabra!”
Dijo con una
sonrisa
que llenó
todo el ambiente
de aquella
calma infinita
que dejó la
idea de Dios
totalmente
complacida.
El ángel se
retiró
tras ver su
misión cumplida
y dejándole
a María
su cara de
luz, henchida,
mientras su
Alma cantaba
sus
canciones preferidas
al Amor de
aquel momento
que la
llenaba de dicha.
“Goza mi
corazón
y se llena
de alegría
viéndome
entregada y fiel
al Espíritu
que habita
en el fondo
de mi Alma,
y que me
llena de calma
como manantial
de vida.
Mis aguas
manarán libres
y corriendo
frescas, limpias,
darán de
beber al hombre
para aliviar
su fatiga.
Déjame
gozar, Señor,
arrodillada
a la orilla
de tu
caudaloso río
ahora que me
siento Niña”.
Pasea la
Niña y piensa
por campos
de Nazareth...
“Estoy,
bendito camino,
de pronto ha
hacerme mujer.
La mujer que
Dios espera
para ser
Madre de un Hijo
con brotes
de Primavera”.
<<Ya
en el cielo se alquilan balcones
para un
casamiento que se va ha hacer,
que se casa
la Virgen María
con el Patriarca Señor San José>>
Llegaron los
desposorios
con el
sabido José;
todo el
mundo bulle en fiestas,
y el
Carpintero también
aunque no
tiene muy clara
la visita de Gabriel,
pero, María
intuitiva,
muy tierna
se acerca a él,
y tomando
entre las suyas
las manos del
ya, su bien,
quedamente
le susurra:
“Confía en
mí, esposo mío;
no te
preocupes José.
Las cosas de
Dios son cosas
que a veces
cuesta entender”.
Cuánto Amor
en sus palabras,
y serenidad
en su ser,
cuando tan
Niña expresaba
a su ya
esposo José:
“¡Las cosas
de Dios son cosas
difícil de
comprender!”
Habían
pasado unos meses.
El
matrimonio iba bien,
aunque
seguían las dudas
que
embargaban a José
viendo a
María “gordita”
y entregada
a su quehacer,
mientras en
su cara la dicha
comenzaba a
florecer.
En aquel
tiempo de Augusto,
Roma rondaba
a Israel
cuando llegó
la noticia
al pueblo de Nazareth.
Un nuevo
empadronamiento
habría de
suceder,
y como
quiera que ellos
debían
hacerlo en Belén,
José,
tomando a María,
y a lomos de
aquella burra
que le
sirviera tan bien,
se dirigen
muy temprano
a cumplir
con su deber.
<<Arre
borriquita,
vamos a
Belén,
que mañana
es fiesta
y al otro
también.
Arre
borriquita,
arre burra,
arre,
anda más
deprisa
que llegamos tarde>>
Caminan en
caravana
como era la
costumbre,
mas como había
de cumplirse
de la
escritura el dictado,
se desconoce
el motivo
por el que
José y María
se quedaron
rezagados;
así, que
cuando llegaron
a las calles
de Belén,
ya todo
estaba completo,
todo estaba
ya alquilado;
ni el Mesón,
ni la Posada
tenían lugar
para ellos,
y María, que
presiente,
que va a
parir allí mismo
en medio de
aquella gente,
hace que
José mendigue
un lugar
donde evitar
el quedar
bajo el relente.
De puerta en
puerta, José,
suplica a
alguna Posada
donde poder
guarecer
a María ya
cansada.
“¡Qué mala
suerte! -decía-,
mientras la
noche caía
y entraba la
madrugada.
Ni tan
siquiera encontraba
un rincón
donde pasar
a resguardo
aquella noche,
como tampoco
esperaba
lo que
habría de suceder
en tan
sencillo lugar
con el
nombre de Belén.
Llegó la
mínima ayuda
que se podía
esperar,
cuando
aquella posadera
y viendo a
María en cinta
les brindó
aquel establo;
ignoraba que
su casa
aun a pesar
del desprecio
iba a
convertirse pronto
en la más
grande del reino.
La más
grande de Israel
porque en
ella iba a nacer
el Rey de
todo los reyes
habidos y
por haber;
Un Rey de
leyes confusas
para quien
buscando excusas
no querrá
nada con Él.
Apenas se
echó María
sobre aquel
montón de Heno
le vinieron
los dolores,
y mientras
que José le hacía
una sopita
de cardos
con que calmar
sus ardores,
Ella ya en
brazos tenía
al Amor de
sus amores.
Todo eran
resplandores
alrededor
del pesebre
en que los
dos se encontraban,
mientras
José, tiernamente,
embobado los
miraba.
¡Ése es mi
Niño! -decía-
mientras que
en mil titubeos
la baba se
le caía.
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Después de haber fenecido el ppdo. año o de despedirlo en la "noche usada", hemos recordado Santiago; a ¡personajes que palpitasteis con Triana; que tengáis una “horas de visitas de buenas musas" y gratas vivencias en estos 366 días que nos llama-el 2020- "Vente. vente aquí". Cordialmente
ResponderEliminarHola, amigo Paco. No sabes como lamento el no haber podido darme cuenta de tu comentario a tiempo. Aquí los duendes informáticos me han jugado una mala pasada. Gracias, disculpas, y un abrazo.
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