lunes

REFLEXIONES



UNAS REFLEXIONES TONTAS

 

Esta noche, después de cenar, y aunque no es costumbre, he encendido un cigarrillo y me he asomado a la ventana de la cocina pera disfrutar de él; he llegado a conseguir convertir un posible vicio en placer. Esta ventana da a la trasera del bloque, con lo cual la vista que tengo en esta parte del edificio es lo que se conoce como “el ojo patio”. El silencio inunda los sentidos, sin embargo, cuando a este se le presta la atención debida, te habla; te sumerge en un sin fin de sensaciones, y es curioso la cantidad de reflexiones a las que se pueden llegar. Este es un periodo equinoccial al que no estamos acostumbrados, pues hace un calor impresionante -quien diría que hoy treinta de Octubre y aún estoy sin camisa, me encanta estar sin ropa. Estoy en estos pensamientos acerca del día de hoy cuando, sobre los brillantes azulejos del alfeizar de la ventana, aún deambula una hormiga, a ella también el calor la obliga a retrasar su regreso al nidal; observo, perfectamente, cómo se detiene, me mira desde el descaro propio de su condición animal y me mira; intuyo el gesto esotérico de quien ha visto algo o a alguien y tan sólo se le ocurre, de forma indiferente, encogerse de hombros, aunque nunca había reparado en averiguar cómo serán los hombros de una hormiga. Ha seguido su camino.

El reloj del salón ha dado once campanadas, una hora semejante a la de eta mañana cuando junto a mi esposa paseábamos por la peatonal calle san Jacinto con el fin de tomar un café disfrutando de la mañana así como del deambular de tanta gente entre congéneres naturales y turistas, cuánto hemos ganado con este trozo de calle libre de contaminación automovilística, excepción del cruce autorizado entre las calles Alfarería y Rodrigo de Triana, y sobre el que pienso se podría eliminar.

Absorto en el recuerdo de la mañana e inmerso en ellos aún en el sótano de mis retinas aparece la imagen de la gitana ofreciéndonos una ramita de Romero Verde; mi esposa le llama la atención y le dice: ¡mi arma somos de Triana! La gitana se va con mala cara, no sin antes y entre dientes dejar caer, propio de esta gente, alguna que otra, para algunos, dolorosa maldición, el caso es que una mesa más allá consigue enganchar a un matrimonio extranjero ya mayor, y por lo visto de aquellos que viven la superstición en profundidad, ya que no sólo se hicieron cargo de la dichosa ramita, sino que además cayendo en la trampa tendida por la habilidad de la calé, no sólo le dieron la voluntad, sino que atendiendo a la demanda, sopena de la consabida maldición, le entregaron diez, euros, diez euros; de lo más lamentable, ¡qué habilidad! y por otro lado ¡cuánta inocencia! o tal vez fuera miedo si es que captaron lo dicho anteriormente. Vaya Vd. a saber. Pues ahí andaba yo en estas elucubraciones...

La obscuridad invade todo el entorno de la ventana, sólo se oye el sonido de la lavadora que Luisa ha puesto con idea de que al ser ropa de color, mejor tenderla de noche, no obstante y en este momento en el que estoy dando las últimas caladas a mi cigarrillo, se encuentra en el estado de desagüe y cuyo repetitivo sonido parece decir: acaba ya, acaba ya, acaba ya, y es que me espera el ordenador para seguir con un nuevo capítulo de la novela que traigo entre manos, y es que a diferencia de aquellos tantos novelista y escritores que vemos en las películas ante su máquina de escribir y con un cigarrillo entre los labios, yo soy incapaz de fumar.

Anecdóticamente quien me quito de la ventana no fue el final del cigarrillo, sino un mosquito -hembra que es la que pica-, y que me hizo cerrar la ventana y coger el bote del amoniaco que es lo mejor que hay para las picaduras. Ahora después de este pequeño relato, estoy metido de lleno en mi nueva novela...

2 comentarios:

  1. Querido Santiago, en tu casa tiene unos mosquitos de lo más cumplios, siempre vienen a saludarte todas las noches...
    Me gustó la entrada, dicho sea de paso, eres la repera.
    Un abracete.

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  2. Y tiene que ser la hembra, pa que tú veas...
    Otro pa ti.

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