miércoles

POEMA DEL NIÑO TULLIDO



 
                              EL NIÑO TULLIDO
 
 
Entre Santa María
y Santa Ana
eché mano del pañuelo,
no porque no hubieran campanas
allá por el Turruñuelo,
sino porque aquél angelito
en su pedestal de cielo,
me llenó de desconsuelo
al ver que ya no se oía
la música que salía
de un instrumento hecho duelo,
pues se encontraban partías
las cuerdas y el clavijero
además de lo esencial,
como sería nombrar:
su brazo izquierdo
y una pierna;
De verdad que era tan tierna
la imagen que yo veía,
que regresé al mediodía
llorosa mi alma paterna,
mientras él me sonreía.
 
 
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3 comentarios:

  1. ¡Qué gran sensibilidad! Pensé que el poema iba dedicado a un niño de carne y hueso. Te confieso que me dio cierto alivio ver la escultura. Cierta pena por su deterioro y admiración del poeta que ve lo que a los demás nos cuesta percibir. Enhorabuena.

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  2. Es un sentido que llevamos dentro todos los seres humanos, lo que ocurre es que, a veces, por comodidad o deformación, se nos suelen pasar estos detalles. Lo triste es el abandono después de haber tenido la idea de colocar ciertos exornos urbanos en favor de una comunidad con el fin de embellecerla. Saludos.

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