lunes

EL TEATRO (Sainete)



MUSTAFÁ, OLIVIER Y LAS MORAS DEL HARÉN
         (Sainete en verso)



SITUACIÓN: Desierto del Má-hara.

LUGAR DE LA ESCENA: Jáima del (cantando) O asís, asís, asís, o asís...

En un pequeño y lujoso lugar de la Jáima existe la Boutique del Haren-que; allí, se encuentran sentadas sobre hermosos cojines y rodeadas por bellos encajes, tules y sedas, las favoritas del Mustafá, a saber:

La tropical MARA, la ingenua y bella NURIA, la oriental CINTHYA, el enigma del desierto, llamado MIRIAN, y la misteriosa y desconocida dama de las “noches del arenal”, y cuyo nombre aún no ha sido desvelado, pero que todo ha sido llegar y hacerse la dueña de la tienda con todos sus avíos.

En un rincón de la Jáima, vigilante, pero como si nada fuera con él, un moro, un esclavo, eunuco ahora por padecer incorrectos apetitos, MARIO, en tiempos no muy lejanos, y hasta que fuera cazado, “el zorro del desierto del Má-hara”, inquieto, audaz, que fue a caer en el sitio que menos le gustaba.

De la parte de atrás, y montado sobre un camello, llega a la puerta de la Jáima un Jeque (YAGO).

Descorriendo una de aquellas cortinas, y lleno de polvo arenoso del viaje, pregunta al moro que se encuentra sentado y apoyado sobre una de las cuerdas que sostienen el vistoso y decorado entoldado:


    Yago.- ¿El Harén de Mustafá?


En ese justo momento aparece bajo los cortinajes de la entrada una hermosa mora, al parecer, la encargada del servicio, la cual habiendo oído la llegada del visitante, se apresura a intervenir:

     Lidia.- ¡En él acabáis de entrar!

    Yago.- ¿Está en casa el Harenero?

    Lidia.- Dedidme quién sois, primero.

   Yago.- Un viajero.

   Lidia.- (sonriendo) ¿viajero... con esta facha?

   Yago.- (sacudiéndose el polvo) ¡qué muchacha...! - y continuó:

            Mirad que paré el camello,

            y cuando ya estaba encima,

           olvidé con el enredo

           ponerme la gabardina.

          Y héteme aquí de esta guisa,

          que no se puede llegar limpio

          andando con tanta prisa.



     Lidia.- (La desconocida, aún sentada pero, con los brazos en jarra)

    ¡En fin, que aquí os guió un estrella...!

    Yago.- Ella.

    Lidia.- ¿Y que buscáis en este Harén?

    Yago.- Una doncella.

    Lidia.- ¿A quién?

    Yago.- A Salomella.

    Lidia.- Voy a ponerme de pie (cantando) ¡¡¡yoo sooy eellaa!!!


Yago contemplando ahora la hermosura de la mora, dice embelesado:

    ¡por Alá!

En ese momento aparece otra mora diciendo:


     Cinthya.- No, por acá, que este mogollón de cojines os haría

tropezar.

     Mirian.-  Pues está para un tropiezo,

                  lo único que tiene bueno

                 es el collar del pescuezo.

     Cinthya.- (Guinándole un ojo a Mirian)

                 ¿te has fijado en la cimitarra?

                Si más que espada parecen

                tres kilos de butifarra.

Mara.- (Otra de las moras sentadas sobre un hermoso cojín, y aprovechando que el Jeque pasa cerca de ella, le levanta un pernil y exclama)
 
              ¡Ay que andares, por Mahoma,

              a mi me da la impresión

             que tiene seis papilomas!


Nuria.- (Otra de las moras tumbadas y con ojos enamorados llamándole la atención a todas)

                No meterse más con el Jeque,

                que hablando se me parece

                a ese de la radio...

               ¡hija! A José Luis Peque.

     Lidia.- Bueno, ya está bien. (Ahora dirigiéndose al moro -MARIO-, y

dando unas palmadas)-: ¡Tú, esclavo, llama al amo!

Mario.-    ¡Llama al amo, llama al amo,

              que se habrá creído la grande,

              que aquí los demás sobramos.

              Y yo lo tengo muy fácil,

              pero estoy tan bien aquí,

              que no voy a descubrir

             que soy primo del Al-Fáfil.

             Y decían que estaba muerto...

             con lo que tiene guardado

             por debajo del desierto.

(Esto último lo va diciendo conforme desaparece por las cortinas del fondo de la Jáima).

(Pasado un momento, y por entre las mismas cortinas aparece Mustafá -HECTOR- llevando entre las manos un osito de peluche y haciendo comentarios...) ¡Qué bien me lo estoy pasando

                       sin pensar en los misiles...

                      ¿Me estarán a mi engañando

                       para sacarme unos barriles?

                      Me huele a mi a chamusquina

                      esto de las atenciones...

                      ¡O quieren mi gasolina!

                      ¿O serán mis vacaciones?

Cuando Mustafá se fija en el Jeque, se regocija porque en él ha reconocido a un viejo compañero y amigo.

      Hector.- ¡Mi querido OLIVIER!

     Yago.- ¡Mi querido MUSTAFA!

(Ahora los dos cantando):

      Hector.- ¿Cómo esta Vd.?

     Yago.- ¿Y Vd. que tal?

(Mustafá, dando unas palmadas, al tiempo que LIDIA y MIRIAN preparan una mesita y colocan alrededor unos cojines)

      Hector.- ¡Esclavo, trae té!

      Mario.- ¿Qué me traigo?

      Hector.- El té para invitar a (cantando la canción de Roberto Carlos) a mi querido, mi viejo, mi amigo...

(Por entre las cortinas de un lateral aparece el esclavo -MARIO- con una lavativa que deja encima de la mesita y se retira a l rincón de siempre).

 
      Mirian.- ¡Mirad, ahí los tenéis,

                   seguro que sólo hablan

                  del Mundial´86!

     Lidia.- No te preocupes, amiga,

               verás como por la puerta

               aparezca el Ronald Migas.


Y así, dando unos sorbitos de té, continúan charlando acerca de sus viejas travesuras, mientras las moras se dedican a ver, oír y callar, al tiempo que una de ellas va corriendo las cortinas de la Jáima.













2 comentarios:

  1. Si alguien pudo pensar que te faltaba el teatro pues ya lo tienes cubierto, poquito pero gracioso. Feliz Navidad Santi, para ti y los tuyos. M. Limón.

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  2. Gracias Manolo. Hasta ahora no lo he visto. Disculpa y un abrazo.

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