domingo

EL DÍA DE LA MADRE



LA PALOMA



                                                                                                         A mi Madre,
                                                                                                        Que por un beso
                                                                                                       Me dio mil,
                                                                                                       Y mil caricias
                                                                                                      Por una.
 
Sólo pudo una Paloma
Dar vida a aquel Palomar;
Llegó volando del “Cillo”,
Haciéndolo muy especial.
Atravesó sierra y monte
Para en Sevilla anidar
Dando vida, sangre y honra
Sin tan siquiera pensar
Que por esa entrega y lucha
Pudieran recompensar.
El esfuerzo sobrehumano
De unas alas de verdad,
Para ella son principio
De Sacrificio y Bondad.
De Amor pintaron sus plumas
Con el color de la mar,
Y en su pico las espumas
Blancas como el Azahar,
Bañaron de Amor un nido
Que fue su mundo, y no más.
Con la temprana alborada
Salta a su mente un refrán:
Si madrugas, Dios te ayuda”
¡Mas la ayuda no vendrá!
Y en su fuerza, como un Roble
Que el viento prueba a doblar
Se yergue sobre sus senos
Y da vida al Palomar.
Un pichoncito pequeño,
Que nunca pudo volar,
Truncó aquel primer sueño,
Quebró su Felicidad.
Pasan por ella los tiempos,
Y un coraje, que nunca le faltará
Lo agita como bandera
Y reanuda el caminar,
Dando vida a nueva sangre
Que a ella la hará sangrar.
Nuevas alitas se agitan
Pidiendo migas de pan
Alrededor de una Hembra
Que siempre pendiente está.
En un tiempo a esa Paloma,
De tanto y tanto “guardar”
La llamaron la “Leona”
Jamás lo podré olvidar;
¡Lo llevo grabado a fuego
Con el fuego de su Amar!
Siempre las alas abiertas
Para al mundo cobijar...
Cuánto “palomo” ¡Dios mío!
Pasó por el Palomar…
Bandadas que aquellas puertas
Ella abrió de par en par.
A ninguno faltó nada,
Y quien la recuerda a ella ya.
De aquellas ruedas pesadas
Que su tierra surcarán,
Cubre con Amor la huella
Para a nadie lastimar.
Aquello que ella esperaba
Le llegó sin avisar.
Se le fueron los pichones.
Volaron del Palomar.
Ellos en sus corazones
Saben como es cada cual…
Por aquellos días su cariño
Dentro de mi Alma derramó,
Lo sintió mi condición de niño,
Y aun lo siento de mayor,
Pues noto como corre por mis venas
El cálido fuego de su Amor.
También yo volé en mi locura
Abandonando aquella idea prometida,
No apartarme de Ti ni tu Ternura,
Y te dejé en lo más triste sumergida.
Aunque me separé, Madre, de tu vida,
Con los ojos de aquél tiempo mírame,
Si mi marcha fue la causa de tu herida:
Sólo me queda tu Perdón… ¡Perdóname!
 
 
Cándida, mi madre
 









1 comentario:

  1. Gracias, Santiago por compartir tus más íntimos y bellos sentimientos. Una mujer maravillosa, que parió a un buen hijo, noble donde los haya y agradecido por lo de ella recibido...
    Nadie muere realmente mientras se le recuerde y tu santa madre está muy presente, y por más años que vivas, no se te va de la mente.
    Un abrazo.

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