lunes

SEMANA SANTA 2014



                                       SEVILLA ALFA Y OMEGA DE LA PASIÓN



Porque Dios así lo quiso
Con placer muy estudiado
Hizo nacer en el Universo
Un niño muy agraciado.

Mitad Blanco, mitad Negro,
Mitad Marfil, cobreado,
Mitad pobre, mitad rico,
Mitad calé, mitad payo.

Y porque Dios así lo quiso
Y escribir lo había mandado,
Fue la tierra de Sevilla
Su Galilea, su prado,
Su desierto, su refugio,
El Vía Cruxis soñado
En el vientre de su Madre,
El camino deseado
Para limpiar a los hombres
De culpas y de pecados.

Aquellos días tempranos
El Niño Jesús ya juega
Con muñequitos de barro
Allá por “Cuatro Cantillos”,
La Cruz que Antillano Campos
Forma con Alfarería.

También corretear querría
Por jardines y conventos:
Santa Isabel, Santa Clara,
Entre hilados y pucheros,
Como también carpintero
De aquella Carpintería
Donde su Padre es Maestro,
Y en la que hace gorriones
Que luego toman el vuelo.

Tanto se le va a la Madre
Que pasa días sin verlo.
Se le va por las esquinas,
Enseñando lo que el Cielo
Le mando decir en la Tierra
Con un sentido perfecto.

Y así se le ve en la calle,
Y se le encuentra en el Templo
Interpretando las leyes
Sagradas de sus ancestros,
Ante sabios de la Iglesia,
Ante doctores y miembros
Que se sorprenden al oír
Tan alto conocimiento,
Mientras alguno proclama:
¿Cómo es posible creerlo,
Si éste no es más que el Hijo
De José el Carpintero?

Pero, Él nunca se cansa
De hablar y hablar de su Reino.
Y fue así como en el aire
Se perdió por su desierto.

¿Acaso fueron las aguas
De tan dulce sentimiento?
¿Acaso fuera la voz
De su Padre por los vientos?
Ése Padre Celestial,
Ése Celestial y Eterno
Del que dice que es su Hijo,
El Único, el Predilecto.

Llegaron las Tentaciones
Cuando se subió aquel cerro
que le llaman la Giralda;
Ése Mirador perfecto
Desde el que se ven los mundos
Y la Tierra con sus reinos.
                             Tentaciones de Sant´Ana
Que al amor de de aquellos puertos
Nació como Cofradía
El año de mil seiscientos.

Estaba exhausto, cansado,
Inmerso en sus pensamientos,
Contemplando la grandeza
De aquel enorme Universo,
Cuando de pronto, a su espalda
Con mil sonidos siniestros,
Se le aparecen caballos
Con cuatro jinetes muertos
Al mando de una figura,
Aquella del ángel negro,
Hecha demonio imposible
Para esos tantos conceptos
Que son los diablos de hoy,
Los muchos satanes nuestros:
La marginación, el aborto,
Las drogas, el desempleo,
Los desahucios, la avaricia,
Demonios y más demonios,
La soberbia, el esperpento
De la figura del hombre
Cuando éste está deshecho.

Y la voz se dejó oír
Aunque Él, no tenía miedo...

Todo esto te daré
Si arrodillado a mis pies
reniegas del Padre Eterno.
Escucha con atención,
Contempla lo que te ofrezco:

Te doy este Cielo Azul
Único en el Universo.
El rumor de aquellas fuentes
Que disfrutan mil paseos.
El frescor de aquellos patios
Para el calor y sosiego.
La sombra de aquellos parques.
La luz que cobrando enteros
Se proyecta en las paredes
Llenando de luz los huecos.
Las recoletas plazuelas.
Esa música en tres tiempos
Despertando los aromas
De nardos recién abiertos;
Azahares y jazmines,
Clavellinas y romeros,
Los geranios, los claveles,
Las rosas de Terciopelo;
Sin olvidar las fragancias
Del ambiente veraniego,
De Primavera u Otoño
O del más crudo Invierno.
                             Piensa en esa Primavera
Que en Triana es un ensueño
Con Guadalquivir de espumas
Jugando entre los veleros“

¡Échate atrás, Satanás¡”
¿Eres tonto, o estás ciego
Si crees poder comprar
Al Hijo con todo esto?

Y no es que yo desmerezca
Todo esto que contemplo,
Amén de que reconozco
Que pusiste alto el precio.
Así que sal de mi vista,
Pues no puedes ser más necio
Ofreciendo lo que Dios
Ya regalara a este pueblo.

¡Mi pueblo desde aquel día
Grande de mi Advenimiento!”

Bajando de aquel desierto
Vio a Juan que bautizaba
En esa parte del lecho
Que el sevillano conoce
Por Marqués del Contadero.
Esa orillita del río
Donde brillan los luceros
Cuando en el amanecer
El río es un espejo.

Se acerca Jesús a Juan,
Y éste con tan sólo verlo
Se le estremecen los pulsos
Vibrándole todo el cuerpo;
Quedando sus pies clavados
En un Jordán de misterios.

¡Señor¡ ¿Cómo me vienes diciendo
Que te bautice yo a Ti,
Cuando debes de ser Tú
Quien me haga un hombre nuevo?”

Y Jesús, con ese Amor
Que dejó huella en el tiempo
Le dice a Juan el Bautista:
¡Está bien así Juan¡”

Y fue justo, ese momento
En que la Paloma Blanca
Enlazando firmamentos
Entró en Jesús como el alba
Que da luz a los esteros.

Cerca de allí contemplaban
Andrés y Felipe el momento,
Y al verlos Juan el Bautista
Con visionario reflejo,
Los llama y le dice a ambos:

Ya no quedaros conmigo,
Ahora, seguid al Cordero,
El limpiará los pecados,
Las faltas y los defectos”.

Marchó Jesús a Cafarnaún,
Un territorio trianero
Donde por su calle Betis
Pescaba un tal Simón Pedro.

¡Bendita seas Triana¡
Porque tú y tus hombres buenos
Darías varios discípulos
A tan Divino Maestro:
Mateo, Bartolomé,
Santiago el de Zebedeo
Esposo de Salomé,
María y Madre de Juan
Evangelista primero.

Después de una corta estancia
Sacando males del cuerpo,
Curando a aquellos tullidos,
Dándole vista a los ciegos,
Echando demonios fuera,
Resucitando a los muertos,
Decidió volver a Sevilla
Cruzando por entre los puertos
A aquella Jerusalén,
Pasión de tantos desvelos
Para cumplir la Escritura
Que se escribiera en el Cielo.

La gente lo vio venir,
Se arremolinaba el pueblo
Mientras la guardia romana,
Escribas y fariseos
Se quedaban sorprendidos
Ante tal recibimiento.

Y fue toda la ciudad,
Toda la gente a su encuentro
Entre cánticos y palmas,
Aquello había que verlo.

Por las calles que pasaba
Se agitaban los pañuelos
Mientras que paños y mantos
Le ponían por el suelo.

¡Ay, Plaza del Salvador¡
La de aquel sabor primero
Que Jesús vive en Sevilla
Ante las puertas del templo.

Y eso lo vive esta tierra
Con aquel advenimiento,
Cuando en una borriquilla
Con lomos de Terciopelo
Sale el Domingo de Ramos
A las calles del recuerdo.

Dieron ya tres campanadas
En el reloj de la torre,
Y toda Sevilla corre
Buscando un hueco en la plaza
Para ver esa sonrisa,

La única que en su cara
El pueblo entero verá
En toda la Semana Santa.

¡Quien fuera niño y pudiera
Correr al lado de Dios,
Cuando con Platero baja
La rampa del Salvador!

II

                             A la mañana siguiente,
Tras aquel enfrentamiento
Que en la casa de su Padre
Viviera dentro del templo,
Salió Jesús a predicar,
Siguiéndole en gran aumento
Tal cantidad de personas
Que el Sanedrín boquiabierto
No se podía creer
Lo que estaba sucediendo.

Ya sacerdotes y escribas
Con un solo pensamiento,
Buscar con sus malas mañas
Proyectar como prenderlo;
Mientras El, en la montaña,
Con tan alto fundamento
Daba a conocer al mundo
El verbo de su Evangelio.
                             Multiplicó cinco panes
Y los dos peces del cesto,
Quedando hasta los apóstoles
Prendados de sus portentos.

Bajó de nuevo del monte
Ya rodeado por ellos...
Ahora dejadme sólo
Que quiero orar un momento
Mientras vosotros marcháis
A preparar el cordero.
Celebraremos la Pascua
Allá en la Consolación
La Iglesia de Los Terceros”.

Ya está cenando Jesús
Cuando baja por San Pedro,
Mientras que observa a su Judas
Cómo está frunciendo el ceño.

¡Esta noche me entregará
Quien conmigo está comiendo!”

¿Soy yo?” – le pregunta Andrés-.
¿Acaso soy yo, Maestro?”

Y Jesús, sin inmutarse
Y mirando hacia un extremo…
                           “Haz lo que tengas que hacer,
Márchate ya, hazlo presto”.

Ya fue la Sagrada Cena.
Ya se hizo el Padrenuestro.
Y cuando ya La Campana
Se llena de mil reflejos,
La voz del Señor se cuela
Por todos nuestros adentros.

Cenad conmigo esta noche.
Tomad mi Pan y mi Vino.
Mirad mis ojos desnudos
Y encontrareis el camino.
Camino de Amor que quiero
Quede en vuestros corazones
De regreso a Los Terceros”.

                         III

                             Acabados de cenar
Salieron del aposento
Dirigiéndose a un lugar
Que de Los Olivos es huerto;
Allá por Plaza “Los Carros”
De Monte-Sión, nombre nuevo
Para dar fe dominíca
De que allí tiene convento.


Llevó Jesús tres apóstoles,
Juan, Santiago y aquél Pedro
Que lo negara tres veces
Traicionado por el miedo.

Se puso el Señor a orar
Ya con temor y angustiado
Mientras que ellos a su lado
No pudieron ni siquiera
Sólo una hora velar
Como El, les demandara.

                              Ya descompuesta la cara,
Y llena de esa agonía
Que vibra en su humanidad
Se le oiría exclamar:

¡Padre, aparta de mi este vaso¡
Mas que no sea lo que yo quiero,
Sino lo que quieras Tú.”

Y en aquella necritud
De noche tan apagada
Se acordó de su desierto
Cuando cerca, por Laraña,
Se clava como una caña
El Cáliz en su pensamiento.

Está cayendo la tarde
Por la calle de la Feria,
                          Y Jesús, rodilla en tierra
Amargamente pensaba…

¡Si ya me ahoga el temor,
Si ya apenas veo la luz!
Dime Padre, ¿Cómo yo
Podré soportar la Cruz!”

                         IV

                            De nuevo Jesús se vuelve
Y observa a Simón dormido;
Ni tan siquiera el ruido
Lo despertó de repente
Cuando a la entrada del huerto
Se oyó un tumulto de gente
Con antorchas, con espadas,
Con aquél Judas al frente
Que clavando la mirada
En el Divino Cordero,
Con el paso decidido
Puso los cinco sentidos
De la traición en su cara.
 Entre luces sevillanas,
¡Ay¡ tú, compás de Santiago,
Que conviertes en halago
Tan despreciable manera
De entregar a Jesucristo.

Aseguran no haber visto
En toda la Gran Semana
Una forma más humana
De que se cumpla lo escrito.

                       V

                               Tal cual Jesús anunciara
Pasito a paso se cumple
La Verdad de su Palabra.
Ayer fue Santa Lucía,
Y hoy es San Andrés
El lugar donde la fe
Dará paso a la agonía
Del Soberano Poder.

Ya se acercan los escribas,
Los sacerdotes del templo;
Es pues, llegado el momento
De prenderlo cual ladrón,
Mientras que aquellos apóstoles
Lo abandonan a su suerte
En tan grave situación.

Ya fue agarrado Jesús.
Ya sus manos amarradas.
Lo sigue una multitud
                               Que, sólo piensa en la Cruz
Para colmar su ignorancia.
Sólo piensan en la muerte
Del Divino Redentor.

¡¡Que fácil decir quererte¡
Y que amarga sensación
Bajar por el Duque y verte
Prendido como un ladrón.

VI
                            Ya tirando de un cordel
Lo están sacando del huerto,
Ni siquiera sus discípulos
Están para darle ayuda.
Una vez más de esta forma
Se cumplen las Escrituras,
Cuando con esa amargura
De saberse traicionado
Lo llevan con ligaduras
Al interior de un palacio.

Y así lo trae su gente
Desde aquel lugar señero
De Santa Genoveva,
Con su túnica Morada.
Y sobre tierras doradas
Entre dos torres gemelas
Sueñan la cara tostada
De su estampa Nazarena.

¡Cautívo, Señor, te llevan
Entre aromas de claveles
Para combatir las hieles
                                             Que te corren por las venas!


                 VII


                          De un empujón lo han entrado
En el palacio de Anás,
La casa de la alimaña
Donde vive esa crueldad
Que viendo al Hijo de Dios,
Y con miedo a su Verdad,
Ordenóle a aquel sayón
Le diera una “bofetá”

Más Jesús, indiferente,
Vuelve la cara a otro lado
Haciéndole así entender
Que su maldad no ha llegado
A tan Divino Poder.

Es tan falso el tribunal
Como tal la acusación.
                           Y es que no existe razón
Para tan falsos traidores,
Y en cambio El, son amores
Lo que devuelve por mal.
No, no lo han llegado a tocar,
Que no hay padecimiento;
                                Y es que el cofrade en Sevilla
                               Ha puesto la otra mejílla
En Plaza de San Lorenzo.

                   VIII


                            Al no ponerse de acuerdo
Los falsos acusadores
En condenar a Jesús,
Se lo llevan hasta Herodes
Pensando ya en esa muerte
En la que era famoso
Por venirle de familia,
Más se quedó en la vigilia
Esperando que el Maestro
Se dignara contestarle…


¿Eres tú ese Mesías?”
Silencio.
¿No me quieres contestar?”
Silencio.
¿No deseas defenderte
De esas acusaciones?”
Silencio.

Ya está nervioso ese Herodes.
Ya está perdiendo la calma
Ante ese Blanco Silencio
Allá en San Juan de la Palma.

                          IX


                            Al final sería Herodes
El que sintiera trastorno
Cuando Jesús a los ojos
Lo mira con indiferencia.
                             Y al encontrarse incapaz
De emitir un veredicto
Que lo pueda condenar,
Ya no quiere su presencia;
Quiere que sea Caifás
El que se encargue del caso.

Y caminando despacio
Entre escribas y zelotes
Lo llevan a San Gonzalo,
Ante el Sumo Sacerdote.

¿Eres tú, el Cristo,
El Hijo de Dios Bendito?”
¡Yo soy¡”
¡Tú lo has dicho!”

Y porque así está escrito
Veréis al Hijo del Hombre
Venir desde las alturas…
                           Y Caifás cuya figura
Se la come la soberbia,
Recurre a la más necia
De todas sus actuaciones:
Rasgarse las vestiduras
Al entender una locura
Aquellas afirmaciones.

                            X


                             De nuevo fue rechazado
Ante ese miedo escondido
Que aquél Sumo Sacerdote
No quiso dar a entender;
Y es por eso que Jesús
Del Soberano Poder
De nuevo lo llevan preso,
Ahora, a la casa de Pilatos
Y allí que se cumpla el trato
Del que hubo menester…

Y para cumplir lo escrito,
Entre Triana y Sevilla,
Lo llevan a San Benito.

Y Pilatos le requiere:
¿Eres tú, el rey de los judíos?”
¡Tú lo dices¡”

Más no entiende la respuesta
Y de nuevo le pregunta,
Pero Él ya no contesta.

                            “¿Qué queréis que haga con él
Si yo no hallo delito
En esa forma de ser?”

Y la chusma enfebrecida
A gritos pide enseguida:
¡Deja libre a Barrabás,
Y a él quítale la vida,
Dale una muerte de Cruz!”


Y fue así como Jesús
Tan Divino como Humano,
Se encontró haciendo el camino
Para encontrar su destino
Allá por la Macarena,
Cuando en aquella sentencia
Tuvo el pueblo complacencia
En tan infame condena.

                            XI

                           ¿Por qué si lo condenó
A morir crucificado
Tuvo también que decir
Que además lo torturaran?


¿Por qué de nuevo a Triana
Para mientras lo azotaban
Ser cruelmente difamado?
¿Por qué ese trato inhumano
De colocarle en las manos
Un trozo de aquella caña?
¿Por qué llevarlo a Laraña
Cruzando de nuevo el puente
De esa forma tan mezquina?
¿Por qué sobre su cabeza
Poner Corona de Espinas
Con ese escarnecimiento?
                             ¿Por qué ese entendimiento,
Si tan sólo de pensar
En lo perversos que eran
                                Se enturbian los pensamientos?


                           ¡Qué dolor por San Esteban
Viendo ese regio linaje
Cuando en tan largo viaje
Hasta el Porvenir lo llevan!

¡Ay, atrio de San Sebastián¡
Que esperas de madrugada
Para oír esa llamada
De empezar a caminar.

Ya prestos a colocarle
La carga sobre su hombro
Están aquellos sayones.

Cuántas burlas y empujones
Habrá de sufrir su Sangre,
Habrá de sentir su cuerpo
Antes de llegar la noche
A ese sevillano orbe
Del barrio de San Lorenzo.

                         XII


                            Ya la una en el reloj
De los aires de Sevilla,
Jerusalén de ilusiones
Cuando el eco de un racheo
Vibra con el parpadeo
De un millar de corazones.
Ya va con la Cruz a cuestas
El Señor de los señores.

Y en aquella tierna esquina
Que a su presencia enmudece,
Se muestra en nuestro interior
Ese Gran Poder de Dios
Que al mundo entero enloquece.


                             El peso agotador de ese Madero
Estremece tu pecho ya cansado.
Qué amarga visión la que yo siento
Verte pasar sólo un momento
Y mantener mis ojos tan cerrados.
Quiero, Señor, ser tu cayado,
Y ayudarte, si es posible,
En tu andadura,
Aflojarte con mi fe las ligaduras,
                                          Y caminar siempre contigo,
Así, a tu lado.

                           XIII


Y de una plaza a otra plaza
Que con tañir de sonantas
Ya va midiendo los pasos
Por el peso de la carga…
                          Nadie seca su sudor,
Ni refresca su garganta.
                               Tan sólo el Guadalquivir
Lo baña de espumas blancas
Cuando lo siente venir
Desde aquella Larga.

¡Ay, madrugada de Abril¡
Cómo sufre la mañana
Cuando el Puente de Triana
Siente el golpe del madero
Sobre el raso de su tabla.

Parece que hasta nos habla,
Cuando la Luna escondida
No quiere ver las heridas
Del Gitano de la Cava,
O tal vez fuera Alfarero…
¡Cómo se le va la vida
Cuando sufre la caída
Ése Cristo Trianero!

                               XIV


                                            Ya es alta la madrugada
Cuando de nuevo transita
Ahora llevando sus cuitas
Al Barrio de San Román.

¡Qué Hombre más de Verdad,
Con esa cara tostada
Por las fraguas de la Cava
Testigos del Arrabal!
Más San Román dio la llave
Y que a su Cristo Gitano
Se lo llevaran al Valle.
¡Cuánto lo lloró Lozano!

Lleva el dolor sobre el hombro
Con tan Divina Ternura,
Que no parece que pese
Ni el dolor, ni la amargura,
Ni esa pena que florece
Sobre la Gloriosa altura
De su condición Humana,
Cuando el Sol de la mañana
Despertándose en Sevilla,
Saluda a esa maravilla,
Dios de la raza Gitana.

                             XV

Y en ese ir y venir
De su Doctrina en Sevilla,
Será el Puente de Triana
La calle de la Amargura
Para la pena Gitana.
Será aquella Seguidilla
Que tanto el hombre soñara;
Será, la calle Castilla,
Será San Jorge, Altozano,
Será el Cristo más Humano
Que la tierra conociera…
                              “Jorobadito” lo llaman,
Cuando cariñosamente
Va cruzando entre la gente
Por las calles de Triana.

Es la Imagen Sevillana
Que muestra la realidad
De la Divina Bondad
Y el sufrimiento en su cara.
                            Un sentir que nunca para
De dar a entender al hombre,
Que quiere que se le honre
Con el Amor que enseñara.

                        XVI


                              Y la Historia se repite…
Será el Cristo más Humano
Que la tierra conociera,
Será, pues, Sevilla entera
Con ese sabio decoro
Y penas tan escondidas
La que sufra la Caída
Allá, por San Isidoro.

El dolor junto a Las Penas
Se mezclan con el gentío,
Y un terrible escalofrío
Galopa por nuestras venas
Cuando el peso del madero
Golpea sobre el sendero
De esta tierra Nazarena.

                         XVII


                              Apenas puede su Alma
Con la Cruz de los pecados
De una tierra enrarecida,
Y sin embargo, camina.
Ya está doblando la esquina
Como se dobló su cuerpo
Cuando pasó por Orfila.

Atrás quedó el Salvador.
Atrás quedó el pensamiento
De aquellos remordimientos
Que nos partió el corazón.

Manos de fiebre a la luz
Cerúlea de su agonía,
Mientras gravita aquel Leño
Sobre los hombros del sueño
De una vieja sinfonía.

Una música que suena
Tan sólo en el interior
Del Corazón Sevillano
De Jesús de la Pasión.

                           XVIII


                             Apasionada Sevilla
Cuando Cristo caminando
Por la vieja Alfonso XII
Camino de La Campana,
Al mundo entero proclama
La mudez de aquellas voces
Que se clavan en su Alma
Cual saetas redentoras,
Haciendo que en esa hora
En que en silencio transita,
Quede su Palabra escrita
Sobre el Lirio de una Aurora.

Hay silencio en tu pesar.
Hay silencio en tu dolor.
Hay silencio en tu Verdad
Cuando lo llenas de Amor
Con esa forma de amar.
 
 
                             XIX


                                Y así, cargando con los pecados
De toda la Humanidad
Tan llena de desamores,
Sigue Jesús calle arriba
Intentando de encontrarle
Al hombre una salida,
Cuando mirando a la gente
Ve que pasa inadvertida
Tan cerca de San Vicente
Aquella nueva Caída.

Está claro que no quiere
El hombre cambiar de vida,
Aunque la dura Caída
Que por su culpa tuviera
Este Señor de las Penas,
Rompiera así las cadenas
De aquellas viejas heridas.

XX

                                Ya en el aire Nazareno
Del arrabal de San Roque
Se está oyendo el campanil.

Dando están los cinco toques
Que nos vienen a decir
Que Cristo no puede más;
Que sus divinas rodillas
Le están pidiendo a Sevilla
Desde el temblor de sus ojos,
Con su más tierna mirada,
Que le echemos una mano.

Y fue así, que un sevillano
Por la Cuesta del Rosario
De esta tierra Pasionista,
Llevó con Gracia de Artista
La Cruz hasta aquel Calvario.

¡Gracias Simón, Sevillano,
Porque fuiste el escogido
Para llenar los sentidos
Que aliviaran nuestro mundo!

                             Que no fue casualidad,
El que sin saberlo tú
También llevaras la Cruz
De toda la humanidad.

XXI


                          Exhausto, perdido
Entre la flema y el daño,
El escarnio y el desprecio,
Llegó escoltado del Tercio
A aquel lugar que los hombres
Llamaron “La Calavera”

Cuánta Clemencia y Bondad
En los ojos de su cara
Con esa mirada clara
De Amor y Serenidad.

Ya el Cielo se torna Negro
Cuando allá, por Molviedro
Lo están preparando ya,
Quitando esas vestiduras
Que guardan las amarguras
Divinas de la verdad.

                              XXII

                             Cerca del monte Pirolo,
Amargo se torna el llanto
De aquel Gólgota Trianero
Que sorprendió al mundo entero
Con la aflicción y desencanto,
Consecuencia del quebranto
Sufrido por el Alfarero;
Mientras aquellos sayones
Cual viles, sucios trileros
A suerte juegan el manto
Sobre el mugriento terreno.

¿Qué estará pensando el mundo
Cuando a Jesús de Las Penas
Lo ve tan ensimismado
Con su mirar hacia el Cielo,
Con sus manos enlazadas,
Con el torso descubierto,
Buscando, tal vez, una buena
Noticia en aquel suceso?

                          XXIII
                              Más todo está decidido…
                              Ya todo quedó dispuesto,
Cuando clavado a la Cruz
Y con dos tirantes tensos
Gravemente están subiendo
Su Cuerpo hasta aquel infierno
Del que vendrá a los tres días
En Gloria de días nuevos.

¡Canallas, sin condición,
Tirad con fuerza mezquina…!
                             Tirad con artes malinas,
Pero, hacedlo lentamente,
Porque en Santa Catalina
No desea ver su gente
Entre aquellas cuatro esquinas
La enhiesta Cruz con la muerte.

XXIV
 
 
                            Y Sevilla, Nazarena,
Que es como tiene que ser
En esta Semana Santa,
Busca a Jesús con tesón
Para calmar la avidez
Que le aprieta la garganta
Y le quiebra el corazón.
¿Quién no encuentra la razón
Y ese duro comprender
De aquella Crucifixión
Que se consumó en Nervión
Con el Cristo de la Sed?

Sedientos de amor nos vemos
Como cada primavera
En ese Miércoles Santo;
Cuando estamos a tu vera,
Viendo que no desesperas
Sufriendo tanto tormento,
Ante tanta indiferencia,
Ante la poca conciencia
Que a veces muestran los pueblos.

                             XXV
                             También había que dejar
Sentada esa condición
Que da a entender como Dios,
Padre del Bien y del Mal,
Nos muestra todo ese Don
Al que se debe aspirar
Si queremos de verdad
Entrar con su Bendición
En su Reino Celestial.

Como le ocurrió a aquél Dimas,
Al final, el Buen ladrón
De ese misterio precioso
Y en el que Cristo es el gozo
De tan alta Conversión.

Ayer yo vi Cristo mío,
Que un Guadalquivir de cera
Recorría tus sentidos
Con dolor de Primavera.
                               Y aunque en mi pecho mil voces
Me llenaban de quimeras,
                             Te vi entre dos ladrones
Como un ladrón cualquiera…

Con qué pesar y tan hondo
Sufrí el dolor de tu pena,
Como lloraron mis ojos,
Cómo estalló mi conciencia,
Cómo cobarde de mí
Intenté darme la vuelta
Porque me sentí desnudo,
Vacío ante tu Inocencia.

                             XXVI

                              Y a pesar de su Honradez,
En otro monte sin flores
Crucificamos con loores
Aquellas Siete Palabras.
Siete versos, Siete amores
Que entre azahares prendidos
Se llevarán los latidos
De tantas tribulaciones.

Fueron Siete Palabras
De tu condición Divina.
Siete Palabras de Amor
Que de esa boca de Dios
Salieron buscando el Cielo.

Perdonaste las espinas.
Perdonaste el vil reniego
Cuando en tan duras Caídas
Fueron regando de ortigas
El transitar de tu miedo.

Siete Palabras, Señor,
Todas grabadas a fuego
En medio del corazón.

XXVII

                              Quedó su boca entreabierta
En Plaza de Zurbarán,
Para más tarde Expirar
Bajo el Cielo Sevillano,
En el Barrio de Triana,
Y en ese lugar que llaman
Desde antaño Patrocinio,
Por aquello de que el sol
Siempre bañaba sus huertas
Antes de irse a dormir
Allá por el Aljarafe;
Y es que en el barrio Dios nace
Pero nunca se nos muere,
Porque su gente no quiere
Ver esa Magia Gitana
Morir arriba del Puente
Entre orillas sevillanas.

Estoy Señor, llorando en tu mirada
Cuando perdida la tienes en el vano
Horizonte sin luz, inconsecuente
                             Destino y Puente soberanos
Para una Expiración sin precedentes.

Cristo y Cachorro tan humanos,
                                             Como Dios y Hombre entre la gente
                                De aquel lugar, Calvario de Altozano.
 
 
                        XXVII
 
 
                            Llegado aquel momento
Que en esa tierra se vive
Cuando se rompen los cielos.
Cuando todo el Firmamento
Se ha abierto de par en par
Rasgando el velo del templo,
Desatando mil tormentas
Con tan lúgubre esplendor,
Como aquel del Salvador
Que el mundo entero contempla
En el Cristo del Amor.

¿Por qué a Ti muerte de Cruz
Santo Cristo del Amor,
Cuando tu Figura fue
La que entró en Jerusalén
Entre cánticos y palmas,
Entre la fe y la alegría?
                             Mas que pronto ¡Vida mía¡
Con una torpe guadaña
Segaron en tus entrañas
El Amor que desprendías.

                            XXIX

Como reza la Escritura:
No le quebrareis ni un hueso”
Entonces será por eso
Que en Plaza de San Martín
Se oyó a un soldado decir:
¡Veremos si ya está muerto¡”

Y enarbolando su lanza,
Incapaz de comprender
Lo que estaba sucediendo,
Mordió con rabia su Cuerpo,
Traspasándole el costado,
Y observar desorientado
Como brotaba la Sangre
Y el Agua de aquél bocado.

Una vez más la Escritura
Se ha cumplido en tu Persona
Cuando la Sangre se asoma
Por el canal de tu herida.

Un manantial que es la vida
Para quien quiera beber,
Y de esta forma entender
El verdadero camino
Que el hombre debe emprender.

XXX


                           ¡Dios¡ que forma tan inhumana
Para averiguar si Cristo
Estaba ya muerto o no.

Y esa Lanzada romana
Que le asestó aquél Longínos,
Soldado de mala casta,
Se convirtió en esa suerte
Que la Israel Sevillana
Cumplida aquella mañana
Paso dio a la Buena Muerte.

Suspendido a aquella suerte
Dice el Ruán que, si es cierto,
Que el negro tono es el luto
Por Cristo que ya está muerto.

Ahora ya no cabe duda…
La flacidez de su Cuerpo.
Su barbilla recostada
Sobre el pretil de su pecho,
Y la dulzura en su cara
Llena de Paz y sosiego,
Está diciendo que, nada
                              Quedó en su vida incompleto.
Qué todo se consumó.
Qué todo allí quedó hecho.

¡Qué Buena Muerte, Señor,
Viví con la Buena Muerte
De esa Muerte por Amor!

                             XXXI

                             La niebla tan densa y negra
Como el corazón del hombre
Que hizo posible el encargo,
Envolvió todo aquel Monte
Con método extraordinario.

El día se tornó noche,
Y una lluvia torrencial
Rompiendo todos los moldes
Se abatió sobre la tierra…

La pena se hizo más negra
Al llegar la madrugada,
Y en aquella encrucijada
Que la Magdalena fuera
De un Sevillano Calvario,
Se vio la muerte postrera
Entre hachones funerarios.

¡Ay¡ del dolor y la pena
Adormecida
Sobre la Llaga Divina
De tu Muerte.
Sudor y Sangre
Escarnecida.
Trance de suerte,
Amanecida,
Para de nuevo poder
Y querer verte,
Y devolverte nuevamente
A Ti la vida.

                             XXXII

Pasadas algunas horas,
La mañana apareció
Empujando las tinieblas
De la noche más aciaga;
Esperando la licencia
Que Pilatos concediera
Y descolgar entre sábanas
La rota Naturaleza.

Qué dolor de Primavera,
Cuando José de Arimatea
Portando aquella escalera
Junto a su buen Nicodemo,
Fueron los dos hombres buenos
Que bajaran de la Cruz
El Cuerpo del Nazareno.

Ya está mi Dios descendido
Desde la altura infinita
De la Pasión Sevillana.

Ya están los cinco sentidos
Como están las Cinco Yagas,
Cuando se siente dormido
En la fe de nuestras almas.

XXXIII


                             Sobre las piedras desnudas
Del lúgubre terraplén,
Manos de seda y dolor
Van llevando con amor
Al Señor de San Andrés.

Despacio, como si no andara
Va caminando el cortejo,
Para en ese caminar
Ni el aire le dé en la cara,
Y sin querer le cambiara
La expresión de su Bondad.

Cómo llora Sevilla entristecida
Al contemplar el tránsito callado
De tu Cuerpo amoratado,
Ya sin vida
Cuando está se escapó
Por tu Costado.
                             ¡Ay, Caridad¡
Si hubiera podido, hubiera dado
                            Cuanto tengo, y poder estar
En la partida.
Y con el alma, ciertamente,
Entristecida
Participar con ellos, también
En tu Traslado.

                          XXXIV


                        El Cielo vibraba con la entrega
Mientras la tierra
Emitía un triste canto.

Llegado al Sepulcro
De aquel campo,
El Cuerpo de Jesús
Sobre la losa
Hicieron descansar
Mimosamente.

Bendita por siempre
Aquella gente
Que, con mixtura de Mirra
Y de rosas
Vistieron de una forma
Primorosa,
Aromando su cadáver
Dulcemente.

                             Haz danzar Muñidor la campanita
Y convoca a funeral a todo el barrio,
Que aquellas Cinco Rosas ya marchitas
Amortajadas están entre sudarios.
Llama, congrega con su son
Al vecindario…
Que se acerquen hasta el Sepulcro
A contemplar,
Lo cerca que se hallaba del Calvario
Aquel antiguo convento de la Paz.

XXXV


                             La piedra rodó
Sobre su zanja,
Y la puerta quedó
Sellada en el instante
Quedando afuera
La guardia vigilante;
Unos hombres que sin fe
Ni confianza
Desoyeron lo anunciado
Días antes.
Mas un mundo creyente
Y expectante
También aguardaba
En la Esperanza
De ver a su Dios
En la Bonanza
De una Venida tan sutil
Como Triunfante.

Ya, Señor,
Esperamos tu regreso Triunfal
Sobre el poder de la muerte,
Vencida, y obligada
A devolverte
Entre aquellos
                              Que clamaron por Tu Vida;
Amarte de nuevo en la medida
De una nueva
Y fiel protestación…
¡¡Sólo quererte¡¡

                                XXXVI

                            Transcurridos
Los Tres días anunciados,
Una nube se posó
Sobre la tierra.
La energía Celestial
Movió la piedra,
Y aquél Cuerpo
Que ayer fuera amortajado,
Hoy resucitó
De entre los muertos
Llenando de Gloria
Aquel collado.

El mundo entero
Corrió a verlo
Cuando en su interior
Ya no había nada,
Tan sólo,
Sudarios por el suelo…
¡Ahora sí, es verdad,
Todos creyeron, y corrieron
A dar fe de su Palabra!

XXXVII
 
 
Cual caracolas de incienso
Llenó de Gloria mi Dios
Al Sevillano Universo.

Jerusalén que conforma
Con una lluvia de besos
La Cruz de la Gloria Eterna;
Cardinales puntos nuevos
Para cantar aleluyas
Sobre un renacer eterno
Allá en Santa Marina.

                          ¡Bendito seas, Señor¡
Bendito entre los misterios
Que vivimos en Sevilla
Siempre según tu Evangelio.

Y porque Dios así lo quiso
Y escribir lo había mandado,
Fue la ciudad de Sevilla…
Y así quedó comprobado
Como toda la Escritura,
Ella cumplió sin desmayo.

Las cosas de Dios son cosas
Que no se deben poner
Sobre paños de juicio,
Y aunque sea un sacrificio
Que en Sevilla no lo es…

Desde el Cerro a San Gonzalo,
Y de San Julián a aquel Prado
En el que el Señor Cautivo,
Se quedara abandonado…

Cardinales sevillanos
Hicieron formar la Cruz
En la que ella, Jesús,
Vertiendo todo su Amor,
Se realizó con su muerte,
Cómo Hombre y como Dios.


5 comentarios:

  1. Estimado Santiago, a esto le llamo yo rizar el rizo, esto ya es una pasada. Preciosa la forma de exponer nuestra fiesta religioso-popular. Que forma de enjaretar una hermandad con otra según la historia. Enhorabuena. Limón.

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  2. Ole, ole y ole Santiago, si aquellas tierras hubieran sido de verdad Triana y el Guadalquivir, otro gallo hubiera cantado, y no precisamente el de Pedro. Vaya gozada de lectura, y para tu satisfacción me la leído de un tirón, un buen rato pero me ha merecido la pena, ya te digo una auténtica gozada sobre todo para los que estamos ansiosos de que llegue el Domingo. Qué verdad es lo que dice muchos de que la víspera de Semana Santa son los mejores días. Marcos.

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  3. Madre del amor hermoso, como se puede tener tanta paciencia para escribir estas cosas tan maravillosas. Precioso, si señor, na más le faltaba que le hubiera puesto algunas imágenes, entonces ya sería el no va más de la Semana Santa sin salir de casa. Me descubro y le ofrezco mis respetos. Concha.

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  4. No había pensado en ello dado el trabajo, pero, pensaré algo para la segunda edición. Gracias y saludos.

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  5. Extraordinaria exposición histórica, Santiago, pero sobre todo que riqueza de matices y metáforas. Nos ha encantado. Felicidades. Ángela y Lucía.

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