MI
CARTA AL BARRIO LEON
Querido Barrio:
Recordarás como corría
el frío de aquel Invierno del año 1944 cuando en el número 15 de la calle
Regla Sanz, mis ojos vieron por primera vez tu luz; la luz del
primer barrio que paría el Barrio de Triana fuera de su casco
histórico allá por la década de los veinte. Apenas un muchacho,
que digo un muchacho, un niño, no acertaba a comprender, cómo tú,
un núcleo de población tan pequeño, podía acoger en sus escasas
14 ó 15 calles y dos plazas, pues ya te habían ampliado con la
creación de la parte nueva denominada las “Casas Baratas”, por
aquello de haber sido construidas para inválidos y huérfanos de la
guerra incivil, tantas industrias, tantas tiendas, tantos talleres,
tantos servicios...
Hoy
es incomprensible aceptar el que todo aquello fue real y no la
fantasía, o tal vez la mente bañada por el candor de la nostalgia;
pero, el caso es que era así, y no sólo empresarial e
industrialmente masiva sino que primaba y mucho en lo concerniente a
la vecindad, la solidaridad, la amabilidad, la tranquilidad, la
seguridad de todos en uno...
Ahora,
con la llegada de la gente nueva y la salida de aquella que te diera
tanta vida, te han convertido en un “cementerio” a cualquier hora
del día que se te visita si es que hoy por hoy y a mi doloroso
juicio mereces la pena ser visitado... Por la noche, convertido en
autentica boca de lobo, en la que los naranjos se comen la luz de las
farolas, y sus sombras esconden el nardo de tus paredes, hacen que no
sea recomendable ni tan siquiera aquel paseo del que se disfrutábamos
hasta en las noches otoñales e invernales, y en las que llegada la
Navidad todo era un puro jolgorio ver a los vecinos en la calle, con
la consiguiente celebración de casa en casa, o la chiquillería a
tempranas horas con los juguetes llenando cada rincón con sus juegos
y sus risas infantiles la mañana de Reyes...
Me
duele, ya lo creo que me duele ver en mis asiduos recorrer tus calles
buscando el disfrutar de aquellos recuerdos de mi ya lejana niñez, y
encontrarme con tanto hermetismo, tanta ausencia de vida, tanto
telefonillo en esas nuevas y factuosas casas preñadas de un sinfín
de perfiles abstractos cuando no surrealistas y antiestéticos fuera
de lugar, en comparación con la morfológica arquitectura de antaño;
de sencillas y humildes puertas abiertas, prestas a cualquier
necesidad.
No
se cumple aquí la máxima, barrio mío, no se cumple aquello de que
la energía no desparece, que se transforma... Y es verdad aunque en
este caso y en lo que a ti se refiere la energía esta absoluta y
tristemente desaparecida entre las penumbras de un atardecer que
perdió su ensueño, pero, que al menos llegando la primavera
conserva aun el aroma y la fragancia de tu flor por antonomasia, el
Azahar.
Feliz
Navidad te deseo desde la distancia del más entrañable de los besos, y que el nuevo año
te llenen jóvenes y mayores, viejos y nuevos vecinos de ese
exoterismo del que siempre fuiste abanderado.
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