Ceramista
PEDRO
NAVIA CAMPOS
(Apuntes:
Historia y personajes)
Fue
paseando por Sevilla, buscando retablos y azulejos pertenecientes a
las firmas ceramistas de Triana, con idea de dar vida a un nuevo
trabajo sobre la Cerámica de nuestra tierra, que me tropecé en la
Plaza de Zurbarán con esta bellísima a la vez que magnífica obra
salida de la Fabrica del Ceramista que me ocupa. Ciertamente que me
quedé sorprendido ante tanta belleza y perfecto acabado.
Preguntado
a un sacerdote que pasaba por la puerta del templo de La
Misericordia, y que se dirigía a mi al observar que me encontraba
allí detenido y haciendo una fotografía, que me dijo, ante mi
demanda, que desconocía exactamente de quién era el autor. Tan
sólo me dijo que recordaba haber visto que en algún papel del
templo figuraba algo referente a un tal Navia y Córdoba; y ahí se
quedó la cosa.
Pedro Navia, cuando utilizaba el segundo apellido, lo consignaba habitualmente en singular: Campo. Sin embargo, en los documentos oficiales siempre figura en plural: Campos.
Así
lo atestigua su partida bautismal: (Libro 66, folio 398). Archivo
Parroquial de la Purificación de Almendralejo, Badajoz, cuya
fotocopia se reproduce.
La
partida de defunción de Pedro Navia, el 2 de Noviembre de 1960
(Libro 47, folio 126) también le asigna como segundo apellido el de
Campos.
Casi
a finales del siglo XIX, un humilde jornalero, descendiente del
primer Navia que llegó desde Asturias en el siglo XVIII: Ildefonso
Navia Hurtado, conocido como Alonso, se casa con Josefa Sánchez
Pérez el día 31 de Julio de 1886. Poco duró el matrimonio ya que
Josefa muere el 20 de febrero de 1887 sin dejar descendencia.
Ildefonso
(Alonso) Navia, hijo de Pedro Navia Ramos y Antonia Hurtado Crespo
debe rehacer su vida y, a la edad de 26 años, el 16 de Junio de
1888, contrae matrimonio en segundas nupcias con Isabel Campos
Madrid, natural y vecina de Almendralejo.
De
este matrimonio, nacerán siete hijos; el cuarto será Pedro Navia
Campos; verá la luz en la calle Valle, 17 de Almendralejo (Badajoz),
el día 2 de Octubre de 1897, siendo bautizado en la Iglesia
Parroquial de Ntra. Sra. de la Purificación. (Libro 66, folio 398,
nº 795).
El
7 de Octubre de 1902 fallece Ildefonso por lo que Isabel va cubriendo
la necesidad de la pérdida del marido gracias a un tienda de
chacinas que monta con la ayuda de la familia. Al final decide
marcharse a Sevilla en 1906 con idea de encontrar trabajo para sus
hijos.
Ya
en Sevilla Pedro va familiarizándose con la escultura y aprende con
facilidad la difícil técnica del modelado y el vaciado gracias a
las enseñanzas del prestigioso Escultor, su maestro, José Lafita,
el cual destacó en Sevilla por la cantidad de obras importantes
realizadas para iglesias, instituciones y particulares.
En
1916, y en el taller de Sebastián Santos Rojas, Pedro Navia va
aquiriendo rápidamente experiencia, así cómo en 1918 en el
estudio de Lafita, pero debe completar su aprendizaje y se matricula
en la escuela Industrial y de las Bellas Artes de Sevilla. Su paso
por ella deja huella al haber conseguido varios premios y, por fin,
obtiene el Diploma de Modelado y vaciado.
Fu
Profesor suyo de las Bellas Artes, entre otros José Ordoñez,
Escultor e Imaginero nacido en Sevilla en 1867.
El
prestigio adquirido y avalado por los ilustres Lafita y Ordoñez, y
José Recio del Rivero sus maestros, consigue entrar a formar parte
de la famosa fábrica de Ramos Rejano en Triana. Allí estará
durante cuatro años (1920-1924), año este en el que decide
independizarse en la calle Castilla para más tarde (pronto) comprar
un solar cerca de su casa donde montará su propia fabrica : lo hace
en la calle Ruiseñor de Triana donde también reside.
En
la década de los cincuenta sufre una trombosis cerebral que le hace
padecer un coma profundo que le dura quince días para a continuación
fallecer el 1 de Noviembre de 1960. Murió en el mismo lecho en el
que durmiera desde 1924. un hueco en el sostén de la escalera a la
planta alta y con unas medidas de 2 metros de lago por 1 de alto y
1,10 de profundidad, y tan sólo con un jergón como mobiliario. Todo
ello revestido de azulejos polícromos cocidos en sus hornos de
Triana.
La
humildad aprendida de sus mayores y la sencillez siempre practicada,
le llevó al desapego de toda comodidad. La única razón, al decir
de su biógrafo don Tobías Medina, fue su amor por el barro cocido,
y bajo el que quiso vivir y buscó morir; arropado por aquel barro en
el que depositó todo su amor y que hoy convertido en piezas de
azulejería adornan calles, plazas, templos y edificios de pueblos y
ciudades. Destacaron sus aportaciones a la gran Exposición
Iberoamericana de 1929, sobre todo para la Plaza de España. Tenía
tanto trabajo que tuvo ayuda de Luis Ortega Bru cuando este empezaba
a despuntar.
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