sábado

NAVIDAD 2012 II


       
 RECITAL NAVIDEÑO EN LA REAL PARROQUIA DE LA SEÑORA SANT´ANA. 
       CATEDRAL DE TRIANA (Sevilla)
(Mi intervención)
 
 

            El regalo más hermoso, y con el que Dios quiso premiar a los hombres de buena voluntad, y hacer firme su proyecto, fue sin duda su Amor a ellos a través de María...

Y es que hubo un tiempo
en el que Dios,
cansado de la aflicción
que a los hombres apenaba,
fue y tomó una decisión:

Y fue así como contento
buscó por el firmamento
la estrella más diamantina,
mas al tenerla en sus manos,
y a pesar de tanto brillo,
no vio carácter humano,
por lo que aquel plan trazado
se le cayó de costado,
se le deshizo en añicos
al tiempo que, sonriendo,
pensó: ¡este no es el camino!

He de buscarle a los hombres
un Hombre que los redima,
que los limpie de pecados
si es que los hombres quisieran
quedar de nuevo limpiados”.

Y fue así como a la Tierra
vino a buscar una hembra
capaz de engendrar al Hijo
producto de aquella idea.

No tuvo necesidad
de muchos experimentos,
ya que le bastó un momento
para darse entera cuenta
de que la Tierra tenía
lo que estaba Él pidiendo:
Una mujer tan sencilla,
tan como la luz del día
que de intenciones se llena
como Blanca letanía.

¡Albricias! ya la encontré.
Ella será la Mujer
que mi idea pretendía;
el lugar será Belén,
y Ella, llamarse María,
María de Nazareth”.

Y fue María, doncella
de apenas catorce años;
Una Niña, ¡vive Dios!
Y en la que todo el Amor
se concentraba sencillo;
Un Amor inmaculado,
difícil de comprender
en estos tiempos que corren,
y que no sé si podré
definirlo exactamente,
y es que hoy nuestra mente
no es capaz de asimilar
que exista en el mundo alguien
que se pueda comparar
a aquella Mujer de bien
que tan sólo era una Niña
natural de Nazareth.

La más bella criatura
que la Tierra conociera.
Su cara resplandecía
como el campo en Primavera.
Sus manos, un ramillete,
de diez florecillas frescas.
Sus ojos, el Sol y la Luna
brillando entre las estrellas.
En su mirada, ternura.
En su palabra, canela.
Y en su decir la dulzura
que a aquél ángel conmoviera,
llenando de felicidad,
de jubiloso contento
tan universal momento
de la historia Universal.

Pero, Dios se preguntaba:
Aun sabiendo que soy Dios,
¿Cómo le explico a esa Niña
que ha de parir a un Hijo
sin que su entraña se tiña?

Qué a pesar del casamiento,
no podrá relacionar
su cuerpo con otro cuerpo.
Que será Obra Divina
la que bajando a su mente
y dejándola dormida,
hará posible el momento
de llamarla Concebida”.

Y como Dios es la Luz,
y la Luz se ve enseguida,
mandó llamar a Gabriel
a su presencia Divina...

Corrió Gabriel por el cielo,
con la idea presentida
de que ocurría algo grande,
sino ¿a que venían las prisas?

Vuela por el firmamento,
no te entretengas y enfila
la tierra de Nazareth,
y a la Muchacha elegida
dile que espero de Ella
que me dedique su vida;
que se entregue en sacrificio
al Amor de Dios, sumisa,
ya que de toda la Tierra
fue la Mujer escogida”.

Llegó no se sabe como,
San Gabriel a la Doncella,
y su cintura de Rosa
tan tierna, tan primorosa,
se llenó de Sol y estrellas.
Se llenó de tantas cosas,
a cual más radiante y bella,
que hasta las olas del mar
tuvieron celos de Ella,
contemplando una hermosura
tan delicada, tan tierna.

¡Dios te Salve, María!
Llena eres de Gracia,
el Señor es contigo,
y Bendita tú eres
entre todas las mujeres
que habitan en esta tierra”.

Y la Niña se sintió Reina;
se sintió sendero y puerta
por la que Dios entraría
para aliviar nuestras penas;
para aliviar a los hombres
de tan terribles condenas.

Todo se llenó de Gracia
entusiasmando la escena
con voces nunca escuchadas
y músicas no terrenas.

Cumplió la misión Gabriel;
la cumplió a pie juntillas,
con una luz tan brillante
que turbaba a la Chiquilla.
Mas ésta que, aunque confusa,
a la vez que sorprendida,
resuelta y mirando al ángel
le manifestó enseguida:

¿Y cómo podrá ser ello
si no conozco varón
con el que estar prometida?
Si jamás hubo hombre alguno
al que entregara mi vida”.

María, no te preocupes,
que cuando llegue el momento
conocerás a ése hombre;
será, el que Dios elija,
y así cumplir la escritura
de aquél Profeta Isaías.
No temas de lo que ocurre
alrededor de tu vida,
y confía en el Señor,
¿no ves que te necesita
para hacer venir al mundo
a quién al mundo redima?
Será pues, su Redentor,
Liberador y su Guía.

Y en la grandeza de Dios
a quien todo se confía,
mira a tu prima Isabel,
en cinta desde hace días
a pesar de aquella edad
que los doctores porfían.
Tu prima Isabel traerá
al hijo que, Mensajero,
delante del tuyo irá
anunciando al Universo
el camino de la Paz
que reinará entre los pueblos”.

Y aquella Niña de Sol,
y por la Luz ya cautiva,
dirigiéndose hacia el ángel...

Si Dios es capaz de todo,
yo por Él daré mi vida,
le daré mi corazón,
y al hombre que me designe
le daré mi bienvenida
poniendo en ella mi Amor.
¡Hágase en mi su Palabra!”

Dijo con una sonrisa
que llenó todo el ambiente
de aquella calma infinita
que dejó la idea de Dios
totalmente complacida.

El ángel se retiró
tras ver su misión cumplida
y dejándole a María
su cara de luz, henchida,
mientras su Alma cantaba
sus canciones preferidas
al Amor de aquel momento
que la llenaba de dicha.

Goza mi corazón
y se llena de alegría
viéndome entregada y fiel
al Espíritu que habita
en el fondo de mi Alma,
y que me llena de calma
como manantial de vida.
Mis aguas manarán libres
y corriendo frescas, limpias,
darán de beber al hombre
para aliviar su fatiga.
Déjame gozar, Señor,
arrodillada a la orilla
de tu caudaloso río
ahora que me siento Niña”.

Pasea la Niña y piensa
por campos de Nazareth...
Estoy, bendito camino,
de pronto ha hacerme mujer.
La mujer que Dios espera
para ser Madre de un Hijo
con brotes de Primavera”.

<<Ya en el cielo se alquilan balcones
para un casamiento que se va ha hacer,
que se casa la Virgen María
con el Patriarca Señor San José>>

Llegaron los desposorios
con el sabido José;
todo el mundo bulle en fiestas,
y el Carpintero también
aunque no tiene muy clara
la visita de Gabriel,
pero, María intuitiva,
muy tierna se acerca a él,
y tomando entre las suyas
las manos del ya, su bien,
quedamente le susurra:

Confía en mi, esposo mio;
no te preocupes José.
Las cosas de Dios son cosas
que a veces cuesta entender”.

Cuánto Amor en sus palabras,
y serenidad en su ser,
cuando tan Niña expresaba
a su ya esposo José:
¡Las cosas de Dios son cosas
difícil de comprender!”

Habían pasado unos meses.
El matrimonio iba bien,
aunque seguían las dudas
que embargaban a José
viendo a María “gordita”
y entregada a su quehacer,
mientras en su cara la dicha
comenzaba a florecer.

En aquel tiempo de Augusto,
Roma rondaba a Israel
cuando llegó la noticia
al pueblo de Nazareth.

Un nuevo empadronamiento
habría de suceder,
y como quiera que ellos
debían hacerlo en Belén,
José, tomando a María,
y a lomos de aquella burra
que le sirviera tan bien,
se dirigen muy temprano
a cumplir con su deber.

<<Arre borriquita,
vamos a Belén,
que mañana es fiesta
y al otro también.
Arre borriquita,
arre burra, arre,
anda más deprisa
que llegamos tarde>>

Caminan en caravana
como era la costumbre,
mas como había de cumplirse
de la escritura el dictado,
se desconoce el motivo
por el que José y María
se quedaron rezagados;
así, que cuando llegaron
a las calles de Belén,
ya todo estaba completo,
todo estaba ya alquilado;
ni el Mesón, ni la Posada
tenían lugar para ellos,
y María, que presiente,
que va a parir allí mismo
en medio de aquella gente,
hace que José mendigue
un lugar donde evitar
el quedar bajo el relente.

De puerta en puerta, José,
suplica a alguna Posada
donde poder guarecer
a María ya cansada.

¡Qué mala suerte! -decía-,
mientras la noche caía
y entraba la madrugada.
Ni tan siquiera encontraba
un rincón donde pasar
a resguardo aquella noche,
como tampoco esperaba
lo que habría de suceder
en tan sencillo lugar
con el nombre de Belén.

Llegó la mínima ayuda
que se podía esperar,
cuando aquella posadera
y viendo a María en cinta
les brindó aquel establo;
ignoraba que su casa
aun a pesar del desprecio
iba a convertirse pronto
en la más grande del reino.

La más grande de Israel
porque en ella iba a nacer
el Rey de todo los reyes
habidos y por haber;
Un Rey de leyes confusas
para quien buscando excusas
no querrá nada con Él.

Apenas se echó María
sobre aquel montón de Heno
le vinieron los dolores,
y mientras que José le hacía
una sopita de cardos
con que calmar sus ardores,
Ella ya en brazos tenía
al Amor de sus amores.
Todo eran resplandores
alrededor del pesebre
en que los dos se encontraban,
mientras José, tiernamente,
embobado los miraba.

¡Ése es mi Niño! -decía-
mientras que en mil titubeos
la baba se le caía.

            Por eso, María es hoy y en la historia de nuestra vida, presencia viva. Fuerte radiación de Amor luminoso. Manifestación de Fe profunda, y significación en suma de que el Niño que nos nace a todos es, Poder por ese Amor y majestad en la entrega, en el sacrificio. María es la madre que se quedará entre las sombras para que el mundo sólo pueda ver la deslumbrante luminosidad de su bendito Hijo, el Sol en nuestro crudo Invierno.
 









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