jueves



PAÚLA


Sube y baja aquel asfalto,
y no es asfalto de ciudad,
 sin embargo, allá, en lo alto,
cuando la veo caminar,
no sé por qué el sobresalto,
si es ahí donde ha de estar…
Cada mañana; o atardecer, su afán…
Para ella vale la pena,
y así es como la seguiré viendo
hasta que se lo permitan sus fuerzas.
Siempre algo de peso entre las manos;
a veces, sobre su cabeza.
Más dentro de ella un pensamiento:
¿Hasta cuando me dejarán trabajar?
Porque quiero hacerlo siempre,
y servir, y ser útil, y ayudar,
que he de hacer mi contribución
lo más dulce posible.

No deja de sorprender su presencia
en aquella carretera,
aun sabiendo que tras el recodo
ella está ahí;
o sube, o baja pero, no falta.
A veces el retrato
se presenta lleno de una humanidad
impresionada sobre el cliché
del trabajo duro, de la dura faena…
Cuidar la casa, el huerto, los animales,
la cosecha, llevar, traer,
cargar, descargar.
Así la veo, y como así la veo,
solo me resta pedir al Universo:
Deje de echar cargas sobre su espalda,
una espalda que, quizás,
 desde siempre fuera acuñada
para esa tan dura faena diaria.

Todos podrán aliviar
la carga que contraje,
mas sólo yo podré liberarme
de la esclavitud.


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