domingo


EL BARRIO LEÓN
UN PASEO


                Siempre se habla del duende de Sevilla; un duende que no es otra cosa que la misma luz que la envuelve y la protege; que le da vida y encanto, sabor y color, y bajo esa luz ¡cuántos matices diferentes! Cada barrio disfruta de una bandera con colores y aires muy distintos. Hay barrios cuya luz se diferencia del resto, cuando ella, en delicados destellos se abre al cielo sevillano entre torres y espadañas; otros, son el vivo sonido de una sinfonía, entre el silencio y la culminación del cantarino cristal que, fluyendo caprichosamente de unos surtidores, nos traslada a edénicos momentos, y aun hay otros cuyos aromas, entre la tarde de siesta y las noches calurosas de un verano preñado de favores, inundan los sentidos hasta hacerlos soñar con un carrusell de fantasías infinitas.
            Y en el atrayente marco de estos últimos, el relieve genuino del Barrio León. Un Barrio al que se llega, cuando acabado el paseo por la sin par calle San Jacinto, llegamos hasta el comienzo de la moderna Ronda de Triana, en un tiempo antiguas cocheras de los tranvías, y frente a la que en la actualidad se levanta el ambulatorio de la Seguridad Social, esquina que roza la Avenida de Coria, y en cuya Residencia de Ancianos será recuperado el primor por la jardinería andaluza que desde siempre le caracterizó. Un Barrio de casitas blancas, ajardinadas azoteas, tejas árabes, rojas, azules y blancas, y simétricas vías pero, sobre todo, un Barrio de inconfundibles aromas, encabezados, como no podía ser de otra manera, por esa párvula flor Blanca, humilde y pequeña que con el nombre árabe de Azahar, nazarena por todas las calles y en especial por la Plaza de San Gonzalo, apenas se hacen presentes los primeros síntomas de la Primavera.
            Hay que pasear por este Barrio hermoso, y precipitarse en él. Hay que visitarlo, porque él conserva desde siempre, parte importante de aquel pentagrama de gracias propio de la ciudad. Un Barrio que sosiega, que relaja y serena, que hace que el Espíritu se encuentre así mismo cuando por él se pasea. Un Barrio que es Paz desde el momento en que en él nos internamos a cualquier hora del día, y sobrepasa la medida aquella hora en la que el sol comienza a esconderse tras los flecos del Aljarafe, y la Vega levanta por las esquinas remolinos anaranjados.
            El Barrio León es descanso para el ánimo a veces entristecido por el sopor propio de los días bajos; y es grato cuando a esa hora de la tarde, comienzan a desperezarse los jazmines que en los patios y cual si de millares de luceros se tratara, se abrirán a los cielos, mientras que en ellos las estrellas se harán eco de aquellos jazmines ya abiertos en el nidal de sus arriates, y los gorriones comenzarán a formar un revuelo propio de cada atardecer en la continua búsqueda de ese brazo amoroso sobre el que pasar la noche. Un revuelo que, dicho sea de paso, ameniza el tranquilo ambiente de los naranjos en flor, desde muy tempranas horas.
            El Barrio León, a diferencia de otros núcleos de población, guarda el encanto del silencio, de una ineditez embriagadora para el Alma tranquila.
            Aunque cada vez menos, en el Barrio y en el candoroso mimo de sus paredes, las calles blancas, aspergeadas de un Morón no muy lejano, siguen haciendo reverberar al sol, llenándolas del más abierto dinamismo. Las viejas fachadas terreras, están comenzando a vestirse de nuevo, a dar paso a nuevos paños en los que la Cerámica Trianera, con ese paso tranquilo de una delicada en inconfundible belleza, se hace notar en el día a día de su necesaria renovación para ése turismo ocasional que decide invadir rincones en otro tiempo rotulados “parcelas…” de aquella antigua: Huerta de la Torrecilla.
            El Barrio León, con sus calles mirando suavemente hacia aquel nuevo cauce del río; con sus aun viejas y señoriales casas, a la vez que con su parte nueva, parcela esta de casitas de una planta y que, construida entre finales de los treinta y principio de los cuarenta, recibiera el nombre de: “Casas Baratas”, estaba rodeada de huertas que rebosaban la verde lozanía en la labradora albura de sus cercas; parece como si aun conservara la tristeza  y la alegría de un sutil romance costumbrista.
            Dejó de pasar el Tranvía por la “Carretera”, por sus alrededores, en dirección a los pueblos del río, cuando este se desbordaba bravamente, invadiendo cuanto encontraba a su paso. Afortunadamente, todo pasó a la historia, y el Barrio León, como no podía ser de otro modo, se abrió a la modernidad. Se jubilaron las viejas acacias. La vida se renovó, y los niños de la posguerra vimos nacer y en consecuencia crecer, esa Hermandad que es simpatía de Triana así como de toda la Sevilla Cofrade.
            A la sombra de San Gonzalo, comenzamos a enamorarnos de la Semana Santa, cuando el Señor del Soberano Poder, y más tarde: la Virgen de la Salud –Blanca Flor de Humildad -, comenzaron una singladura pasionista diferente a todas por el estallido único de una Cuadrilla de ensueños. Una iglesia Parroquial que, con el transcurrir del tiempo, se ha consumado como un auténtico museo de la particular, original y bella Cerámica del Trianero Ramos Rejano, que no se debe dejar de visitar. Lástima de esa Plaza de San Gonzalo, que nunca llegó a disfrutar de aquella idea, proyecto original de habérsele colocado en el centro una fuente, en cuya parte superior habría estado instalada la actual imagen de la Virgen Milagrosa. Una imagen manca de ambas manos durante muchos años pero, que al fin y gracias a la tenacidad de algunos, ya la podemos contemplar completa, aunque fuera del lugar proyectado como fuera, repito, el centro de la Plaza lugar que ha estado ocupando hasta hace unos años.
            La Pasión y la Gloria, siempre unidas, harían que una nueva y sencilla espadaña se elevara hasta los aires trianeros con la llegada de una nueva y joven inquietud, la de rendir culto y hacer pasear por sus calles a una Gracia Niña que, con el nombre de Rosario, llenó y llena cada rincón del Barrio.
            No se puede negar pues, que el Barrio León, aun a pesar de sus pocas manzanas en el extrarradio Oeste de la ciudad, puede ofrecer al visitante lo grato de un carácter vivencial y armónico, así como el disfrute de un paseo por la tranquilidad de unas calles limpias, y vestidas ventanas y balcones con la gracia de un sinfín de geranios y clavellinas.
















5 comentarios:

  1. Amigo y antiguo vecino Santiago. No te puedes imaGINAR COMO HE DISFRUTADO VIENDO ESTAS IMÁGENES DE NUESTRO BARRIO. Ojalá un día pillaramos una primitiva y pudiéramos volver a él. Juan Jesús.

    ResponderEliminar
  2. Cuanto echo de menos mi barrio León aunque, al menos me queda la satisfacción de poder visitarlo de vez en cuando y eso que el bar de Manolo ya cerró hace tiempo. Nos conformaremos con este estupendo paseo. Ahora vivo en el barrio de los Carteros. Pepe el de la imprenta.

    ResponderEliminar
  3. De Juan Jesús sé que vive en Santa Cecilia, y comprendo que le gutaría vivir aún en el barrio, como a mi, pero que le vamos ha hacer. En cambio Pepe se tuvo que ir más lejos. Al menos el Lunes Santo nos vemos. Abrazos para los dos.

    ResponderEliminar
  4. Mi abuelo era platero y vivía en la calle Azucena. Le hubiera encantado leer lo que ha escrito. Enhorabuena por su blog. Magnífica aportación a la Historia de Sevilla.
    Rosario B.
    Historiadora

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amigo Santiago:

      ¡Viva la mare que te parió!

      Un abrazo por obra, jeeeeeee

      Eliminar