martes



CAMINANDO CONMIGO


                Había pasado tiempo, mucho tiempo desde que lo ví por vez primera; desde ese mismo momento y aunque no lo veía, lo presentía, presentía que estaba a mi lado, junto a mí, hasta tal punto que llegue a creer que era un desdoble de mi persona. El sol de la tarde me daba en la espalda, y mirando al frente, hacia el suelo: dos siluetas se enmarcaban sobre el terrizo camino.; dos siluetas que, curiosamente, tenían la misma forma, incluso la larga sombra producida por el sol.
                En una mañana gris y oscura, como esas mañanas del otoño en que no se sabe bien si es mañana o tarde, o si acaso fuera demasiado tarde para ser mañana, paseaba por el viejo lugar, tan viejo, quizás, como yo, viejo conocido, una especie de parque que lindaba con un hermoso bosque en el que se encontraba, como nacida de su suelo, una hermosa y verdeante roca ocupando su centro. Todos los días iba a verla; era como un gran imán que me atraía, por lo que cada vez que podía, mis pasos se dirigían hacia ella, tenía que verla, pues me daba, continuamente, la impresión de que me hablaba en susurros invitándome a verla una y otra vez.
                Allí, en aquel lugar, en aquella roca lo ví… Me acerqué, rocé la roca con mis dedos y todo quedó en silencio, ya no se oían los sonidos rumorosos del bosque, el trinar de los pájaros, el susurro del viento, el murmullo de las ramas de los árboles al ser mecidas, el deslizar de las hojas buscando el remanso del suelo boscoso; Sólo oía el silencio, majestuoso aunque sutil, potente aunque leve, espeso a la vez que delicado.
                No me dio tiempo a poder ver como, ni de que parte de la roca salió pero, el caso es que salió como un torbellino, en silencio me rodeó y comenzó a dar vueltas a mi alrededor;  primero lentamente, después rápido, más rápido, cada vez más rápido, y fue que, sin darme cuenta, yo comencé a dar vueltas junto a él, los dos dábamos vueltas y vueltas alrededor de la roca.
                El silencio cesó de repente; volvieron los trinos, los cantos, unos cantos que me parecieron ancestrales, y los murmullos; dejé de dar vueltas, caí al suelo… Me incorporé sobresaltado tras despertarme; el sol me volvía a dar en la espalda. Ahora no sabía donde estaba, ni que hacía allí, en aquel lugar, en aquel sitio que me pareció desconocido… ¿Un lugar nuevo? Me pregunté. Tal vez un lugar tan nuevo como yo; nuevo y desconocido… Tal vez tan desconocido como yo.
                Comencé a caminar tomando una dirección cualquiera; caminé y caminé durante no sé cuantos soles y cuantas lunas; un tiempo que se sucedía el uno al otro ininterrumpidamente.
                Mis piernas ya no me obedecen. Ya no puedo más. Cambié muchas veces de dirección con el fin de llegar antes, para terminar cuanto antes y poder descansar…
                Allá, en la distancia está el final. Allá en la lejanía esta el descanso. Comienzo a andar más y más deprisa y mi caminar se hace cada vez más lento, más pesado, como si algo o alguien me estuviese agarrando por detrás; como si alguien me quisiera parar.
                Aun estoy aquí, mirando el final; un final de horizonte inalcanzable pero, mis piernas ya no pueden más y mi cuerpo no quiere avanzar, no puedo caminar…
                Volví sobre mis pasos, sobre mis propios pasos, por el camino conocido; el día se convirtió en noche, me adentré en ella, en la noche, en la profunda y negra noche y ella me arropó con la ternura de su abrazo.
                Allí me quedé inmóvil, dentro de la noche, allí, en aquel lugar, en aquel sitio donde antes había una roca, aquella roca que estaba junto a mí, y que siempre presentí que caminaríamos juntos aunque, la verdad es que siempre estuvo dentro de mí.



                

1 comentario:

  1. Amigo Santi, no he podido comprender este cuento que has escrito. Lo siento, de todas formas voy a seguir leyéndolo otra vez aunque ya lo he hecho dos veces, pero entiendo que cuando lo has hecho así, para mi tan complicado tendrás tus razones supongo, de todas formas que imaginación. Alberto.

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